Foto: Cedida
El 15 de enero de 1980 el semanario de Plasencia y su comarca El Regional publicaba mi primera columna titulada ‘Desde la Torre Lucía’. Comentaba que con ese título “no pretendía hacer de mi colaboración la más luminosa del Semanario, ni iluminar a nadie, simplemente intentaría mantener una llama de inquietud cultural, social, cívica…”.
Pues bien, 40 años después continúo viviendo a la sombra de la Torre Lucía, y queriéndome subir de nuevo a la Torre y otear el quehacer de esta Plasencia y Extremadura del siglo XXI.
En este primer encuentro con los lectores de Grada quiero hacer algo de historia de lo que fueron las 33 columnas que se publicaron a lo largo de 1980 y la primavera de 1981.
Como comencé mis comentarios en enero tuve como primer protagonista a San Fulgencio, cuya festividad se celebra el 16 de enero, entonces patrono de la Diócesis de Plasencia y hoy ya también de la ciudad.
Un paquete postal remitido desde la Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, conteniendo una tesis doctoral del profesor Sergio López Mena, titulada ‘El cancionero general de Pedro de Trejo, introducción, versión actualizada y notas’, me acerco a la vida y obra del poeta placentino que floreció en Méjico en el siglo XVI y da nombre a la asociación cultural decana de la región, fundada en 1941.
No faltaron columnas dedicadas a la Educación Especial por mi profesión docente; a la Asociación Placeat, entonces iniciando su camino; a la falta de inquietud cultural que se palpaba en la ciudad, en contrapunto con la capital de la provincia, donde la Diputación había puesto en marcha la Institución Cultural El Brocense.
No podían faltar en mis artículos los dedicados a la Villa Histórica y Amurallada de Galisteo, de la que, en años posteriores (1992) fui nombrado cronista oficial. Sus monumentos y tradiciones quedaron reflejados en más de una de mis ‘miradas’ desde la Torre Lucía.
Las Semanas de Extremadura en la Escuela, que años antes de existir nuestro Estatuto de Autonomía (1983) estaban creando región, también fueron comentadas.
La aventurera vida por lugares lejanos del placentino Fray Francisco Hermosa de San Buenaventura, misionero en la Conchinchina allá por 1770, y el diario de sus viajes y obra evangelizadora tuvieron la necesaria divulgación en mi columna.
Mi afición a los libros también se reflejó cuando cayó en mis manos una ‘Historia del Perú’ de la que era autor Diego Fernández, vecino de Palencia, fechada en 1571, y cuya primera edición fue secuestrada, lo que hizo muy difícil encontrar ejemplares, hasta que en 1913 un capitán de Infantería, Lucas de Torre, localiza un ejemplar y lo reedita.
También trasladé la Torre Lucía hasta los Coloquios Históricos de Trujillo. La inauguración de la Real Academia Extremeña de las Letras y las Artes en Trujillo, acto al que asistí acompañando a don Marceliano Sayans Castaños, quedó consignada en ‘Desde la Torre Lucía’.
Y así, columna a columna, llegó el primer aniversario en enero de 1981, año que se propiciaba importante para las personas con discapacidad al ser proclamado Año internacional de los disminuidos psíquicos, físicos y sensoriales, según el ‘lenguaje’ de hace 40 años.
Y ahí me quedé, rememorando que en ese enero de 1981 la Cofradía Extremeña de Gastronomía, fundada en junio de 1980, iba a celebrar la primera matanza tradicional extremeña. Allí estuve y así lo conté.
A partir de este momento, 40 años después, ‘Desde la Torre Lucía’ se instala en Grada para recoger el pálpito de Extremadura y de Plasencia.
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