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Desde la Torre Lucía. La larga y frustrante historia del ferrocarril placentino (I)

Desde la Torre Lucía. La larga y frustrante historia del ferrocarril placentino (I)
Foto: Cedida
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Recuerdo cuando de niño subía a la Torre Lucía y se oía el tren, y mi padre me decía “mañana lloverá”. Y es que, en Plasencia, cuando se oía el traqueteo del tren, el chirriar de sus ruedas frotando con los raíles o rieles al parar, el pitido del silbato de la locomotora… se nos anunciaban lluvias. Tardé en saber por qué se adivinaba eso, dado que, efectivamente, al día siguiente solía llover.

Y he aquí la explicación; la estación del ferrocarril de Plasencia se construyó alejada del casco urbano, entonces circunscrito casi en un 90% al interior de las murallas, hacia el suroeste, y la línea férrea que iba al norte transcurría paralela a la ciudad por todo el oeste. Era el año 1893. Los vientos que traen las lluvias al Valle de Plasencia vienen, lógicamente, por el oeste, por Portugal, desde el Atlántico. Cuando soplaba el viento del oeste, sobre todo en otoño o primavera, venían las nubes y las lluvias. Y ese viento también empujaba por toda la ciudad los ruidos del tren que pasaba por el oeste.

Ese tren que, 132 años después, sigue siendo motivo de disgusto, insatisfacción y enfado, porque no presta los servicios requeridos a esta ‘doliente Ciudad de Plasencia’. Aquella vía férrea que transcurría por el oeste rumbo al norte, siguiendo el paralelismo de la Vía de la Plata, ahora se transita a pie o en bicicleta, convertida en una vía verde, porque el tren de viajeros en 1985, y los raíles en 1996, cuando les tocó a los mercancías, desaparecieron.

Esa es la actualidad de una controvertida historia que ya sufrió lo suyo para su creación y puesta en marcha. Fue un verdadero camino de espinas.

Para ilustrarme sobre esta desafortunada historia comencé consultando el Aparato Bibliográfico para la Historia de Extremadura de Vicente Barrantes, concretamente el Tomo III, editado en 1877, en el que el Apéndice Segundo está dedicado a una Bibliografía de los Ferrocarriles Extremeños, donde el autor, a lo largo de 93 páginas (de la 252 a la 345), comenta 28 publicaciones relacionadas con los proyectos, presupuestos, trazados y construcciones de esas líneas férreas extremeñas.

De tan extensa bibliografía he entresacado datos de los más relacionados con Plasencia, no sin antes advertir que en esos trabajos figuran muchas más menciones a Malpartida de Plasencia que a nuestra ciudad, dada su situación geográfica más favorable, en la confluencia de los dos trayectos básicos planificados desde un principio: el radial Madrid-Lisboa por Cáceres, y el vertical Mérida-Astorga.

Comenzaré con una de las primeras menciones que hace el gran cartógrafo Francisco Coello en su obra ‘Proyecto de Líneas Generales de Navegación y Ferrocarriles Españoles’ (1861), donde dedica un capítulo entero al ramal ferroviario de Mérida a Olmedo, en el que menciona la importancia de la Vía de la Plata como línea férrea. En la relación que hace de localidades por donde pasaría esa línea: “…desde Cáceres seguirá por Portezuelo, Pedroso, Holguera, Riolobos, Galisteo, Aldehuela, Carcaboso, Plasencia (en sus inmediaciones), Aldeanueva, Baños…”.

Ya se observa en este listado la dificultad geográfica que presenta Plasencia, situada a la entrada de un profundo valle, para el paso de la línea ferroviaria, advirtiéndose que su parada o estación estará en “sus inmediaciones”, como nos sucederá con la línea Madrid-Cáceres-Lisboa.

En otra publicación de la Bibliografía de Barrantes, titulada ‘El Ferrocarril Extremeño-Castellano y la provincia de Cáceres’, de Juan González Hernández, director de Caminos Vecinales, impreso en Plasencia, en la imprenta de la Viuda de Ramos en 1861, nos encontramos con un documento de mucho interés para esta historia; es una carta dirigida a las diputaciones provinciales de Cáceres y Salamanca, firmada por diputados de ambas provincias, entre los que destaco al mismísimo Vicente Barrantes, diputado por Gata, y a Ramón Rodríguez Leal, por Plasencia, y ocho diputados más.
En ella se solicita que ambas diputaciones costeasen el estudio de un proyecto para empalmar con la línea férrea del norte, la que partiendo de Cáceres pase el Tajo por Alconétar y, enlazando a Béjar con Salamanca, termine en Medina del Campo o en Olmedo. Pero esta carta no produjo efecto alguno.

Otro trabajo publicado en Plasencia en 1863, firmado por V. Maestre, vecino de Coria, y titulado ‘Observaciones acerca de los ferrocarriles proyectados en la provincia de Cáceres, en particular de la línea de Norte a Sur’, tiene para el bibliófilo Barrantes un matiz especial: “Este escrito en Madrid halló obstáculos para su publicación, gracias a las pasiones económicas que este asunto excitaba. Es sin duda el trabajo más completo e imparcial que se ha publicado, debido al Sr. Maestre, erudito y literato que busca en la Historia de la región extremeña las corrientes por las que han marchado el comercio en la antigüedad… lo compara con el que hoy es posible hacer… y deduce al fin que la Vía de la Plata, o sea la línea de Norte a Sur, es el trazado y derrotero que desde tiempo de los romanos sigue la civilización en Extremadura”.

Cuando describe todo el trazado de norte a sur, al llegar a las proximidades de Plasencia dice: “Más allá del Villar el trazado penetra en un barranco que baja al río Jerte, atravesándolo a 5 km aproximadamente… el Jerte se atraviesa perpendicularmente a su curso, en un punto bastante estrecho, por medio de un puente de cinco arcos de 18 metros de ojo. En el caserío de Palacios es donde la línea se aproxima más a Plasencia, que se encuentra al Este, a un Km, y en este punto podrá establecerse la estación de esta Ciudad. El trazado sigue con pendiente reducida hasta Galisteo…”. Una vez más se manifiesta la dificultad de acercar la línea férrea a Plasencia.

Y una publicación más de las seleccionadas por Barrantes es la titulada ‘Las Sociedades de Crédito y los Ferrocarriles Extremeños’, de Juan González Hernández, editada en Plasencia en la imprenta de Evaristo Pinto Sanchez. Juan González Hernández, diputado, fue gran amigo de Evaristo Pinto, con quien fue encarcelado en agosto de 1867 en el castillo de San Sebastián, y con quien fundó el periódico republicano ‘El Demócrata’, al que cambiaron el título poco después por el de ‘El Cantón Extremeño’. “En este trabajo se inserta un documento en francés para construir un ferrocarril de Merida a Béjar por Cáceres y Alconétar y Plasencia. Esta es la gran línea extremeño-castellana… El día que ese proyecto se realice será el más hermoso de la Extremadura moderna”.

(Continuará)

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