In memoriam de Miguel Rojas Mix.
El pasado 12 de octubre, con motivo del 533º aniversario del descubrimiento de América, subiendo a la Torre Lucía, decidí dedicar el artículo de noviembre a ‘Los cien nombres de América, eso que descubrió Colón’. El título no es mío, pertenece a un libro escrito por Miguel Rojas Mix, publicado por Editorial Lumen, Colección Palabra en el Tiempo, número 209, con motivo del Quinto Centenario del Descubrimiento, que me regaló el autor.
Conocí a Miguel Rojas Mix, en un avión, una tormentosa noche del 18 de julio de 1988 a las 0.00 horas. Y digo bien, tormentosa noche de verano, porque los relámpagos hacían de día el cielo de Barajas. Cuando accedí al avión teníamos 29º y ya era media noche. Con esas circunstancias ambientales, ver llegar a un señor con aspecto de existencialista y portando sobre el brazo una gruesa ‘trenka’ sorprendía; claro está que ese avión nos llevaría en 12 horas al invierno austral, esperando aterrizar en el aeropuerto Comodoro Arturo Merino Benítez de Santiago de Chile a 3º bajo cero.
Se sentó a mi lado, nos dimos a conocer, íbamos en la misma expedición extremeña para asistir al III Encuentro Iberoamericano de Comunicación, que se celebraría en la Sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en Santiago de Chile (Santiago del Nuevo Extremo, capital de la Nueva Extremadura de Pedro de Valdivia e Inés de Suárez), del 19 al 21 de julio de 1988.
Era mi primer viaje transoceánico y, lógicamente impresionado por tan largo desplazamiento, decidí escribir desde el primer momento un ‘diario de abordo’. Una vez que nos quitamos los cinturones de seguridad y comenzó la navegación normal, saqué mi agenda y comencé a escribir. Mi acompañante, al ver mi caligrafía, me dijo: “Usted se ha educado con los Hermanos Maristas” y sin mediar más palabras me solicitó el bolígrafo y la agenda y escribió en el renglón por debajo del mío: “Vamos a la Nueva Extremadura”, ambas escrituras eran idénticas, eran ‘caligrafías Maristas’.
Así comenzó mi amistad con Miguel Rojas Mix; él también se educó en un Colegio Marista de Santiago de Chile. Miguel era chileno, escritor e historiador, nacido en 1934 y fallecido en 2022. Licenciado en Derecho, profesor de Historia, de Educación Cívica, etc., desarrolló su actividad en universidades de América Latina, Europa y Estados Unidos; catedrático en la Sorbona, en la Paris VIII, fundador del Instituto de Arte y Cultura Latinoamericana de la Universidad de Chile y del Centro Extremeño de Estudios y Cooperación Iberoamérica (Cexeci). Tuvo que abandonar Chile, “bajo la balacera” del golpe de estado de Pinochet en 1973, y volvió por primera vez a Chile en ese vuelo de 1988, sentado a mi lado, después de 14 años de ausencia. Tuve la ocasión de ver su entrada en Chile pasando la aduana del aeropuerto, cargado de emoción por pisar de nuevo su tierra chilena, formando parte de la expedición extremeña que le protegía, dado que aún estaba en el poder Pinochet.
Seguir hablando de Rojas Mix sería ocupar cinco o seis espacios de estos que son habituales en mis comentarios mensuales; quede pues, como testimonio, su acogimiento, años después, en su domicilio de París, donde conocí a Mónica, su esposa (Mónica Bunster, escultora); y a Paloma, su hija (a cuya boda asistí en Sotogrande, Cádiz). Después, el tiempo y nuestros dispares estilos de vida, yo maestro rural en Extremadura, él en sus universidades del mundo, no nos permitió seguir manteniendo el grado de amistad y relación que vivimos de 1988 al 2008, cuando visitaba frecuentemente nuestra región por ser el director del Cexeci.
Autor de numerosas publicaciones en general y aportaciones a Extremadura, como la gran obra en la que se reproducen las cartas de Pedro de Valdivia, ha dejado un recuerdo y una huella que yo valoro y así lo expreso.
Pero volvamos al principio, a ‘Los cien nombres de América, eso que descubrió Colón’, obra densa, de 410 páginas de apretado texto que comienza su ‘Introducción’ con un capítulo titulado ‘El Cuarto Centenario’, cuya celebración en 1892 estuvo marcada por la polémica de los nombres dados a América. Continúa con otro, ‘Anecdotario’, donde narra casualmente su educación con los Hermanos Maristas. Y termina la ‘Introducción’ con otro dedicado a la ‘Imagen y la Identidad’. Después vendrán 20 capítulos con títulos más o menos sugerentes: ‘Los Cuatro Abuelos’, ‘El Bolivarismo’, ‘Panamericano’, ‘La Hispanidad’, ‘Iberoamérica’, ‘Neomundismo’, ‘Indoamerica’, ‘La Indianidad’, ‘Afroamericana’, ‘América Latina’…
En el Anejo, subtitulado ‘Pequeño diccionario de nombres’, recoge 37 nombres de los más recientes que se han utilizado para designar al continente, dedicándoles un párrafo donde data quién lo ha utilizado, divulgado o creado, y dónde está plasmado.
Indudablemente, como llamar a “eso que descubrió Colon” es un problema que se arrastra durante siglos, Miguel Rojas, en este densísimo y datadísimo trabajo, recoge los principales nombres, busca en sus orígenes y traduce sus significados. Compleja tarea que el profesor Rojas nos facilita y presenta de manera accesible a los que decidimos leer su libro. Gracias.
