En 2017 se divulgaban por primera vez en el contexto del programa de arte público y cultura contemporánea ‘Cáceres Abierto’ las palabras de Lucy Lippard, repetidas en numerosas ocasiones a lo largo de sus tres ediciones bienales. En ellas, la crítica de arte estadounidense se refería al arte público como “cualquier tipo de obra de libre acceso que se preocupa, desafía, implica y tiene en cuenta la opinión del público para quien o con quien ha sido realizada, respetando a la comunidad y al medio”.
Una sentencia que ha marcado el camino llevado a cabo por tercera vez, durante los meses previos a su celebración. Encuentros con agentes y entidades culturales, educativas y civiles tuvieron lugar durante el pasado otoño, a partir de las cuales surgieron procesos específicos con varias de ellas, hasta sumar más de una treintena de organizaciones colaboradoras, con las que se ha ido trabajando durante más de seis meses.

A pesar de ello, no fue hasta los días previos a su apertura cuando saltaron a la palestra determinadas cuestiones demasiado jugosas para el ‘like’ como para solucionarlas de forma sencilla en una conversación entre las partes. Aun las 12 intervenciones, cinco exposiciones, talleres, performances… a cargo de más de 20 artistas, la rauda polémica estaba, según algunos, en el traslado acordado de una de las piezas, por respeto al entorno aviar.
Un proceso de apelación y escucha a la ciudadanía, normal en los desarrollos del arte público y que se solucionó antes incluso de que saltara a los medios. No obstante, como “arte que se preocupa, desafía, implica y tiene en cuenta la opinión del público”, hizo aflorar conflictos y debates propios entre ciudadanía e instituciones y, aunque ajenos a los contenidos de la pieza, sanos al fin y al cabo, siempre y cuando no conlleven el uso interesado, sesgado y partidista de la obra de arte.

Situación que se repitió, con distinto desenlace, durante la retransmisión en directo de una voladura minera programada en el Auditorio del Parque del Príncipe para el 29 de abril. El acontecimiento tuvo que ser cancelado por petición de la empresa que explota la cantera, asegurando haber recibido comunicaciones que anunciaban la asistencia de personas no autorizadas al yacimiento de granito, con el fin de paralizar el dinamitado.
Una acción que no consiguió su objetivo, ya que la voladura se llevó a cabo ese mismo día en un horario diferente al programado y sin ser retransmitida, al igual que cualquier otra de las que se realizan habitualmente; pero truncó la consecución de un proceso artístico, sin intentar siquiera recabar la información necesaria para interpretarla, antes de actuar.

Y es que, curiosamente, estos hechos podrían remitirnos de forma evidente a aquel neón realizado por Avelino Sala para la Laboral, ‘El enemigo está dentro. Disparen sobre nosotros’; aunque desde aquí, y en este caso, preferimos la referencia a su intervención actual sobre la fachada de la Biblioteca Pública de Cáceres.
Sea como fuere, estaremos dispuestos a correr el riesgo con el fin de mantener la capacidad de fomentar el pensamiento crítico y generar debate desde la libre expresión de los creadores.