¡Lo que hay que ver!
Veo, especialmente en esta época de pandemia, el deseo que ha explotado en gran parte de la juventud actual de estar en aglomeraciones multitudinarias, tipo botellones, como forma de identificación y pertenencia a un colectivo que, harto de encerramientos, se rebela contra la norma establecida que le recorta su forma de disfrutar del ocio. Es por motivos de precaución y de salud, decimos los mayores, pero ellos lo ven de otra manera.

Por otra parte, leo en la prensa y oigo noticias frecuentes en las que ciertas personas actúan en lo que llaman ‘manada’ para realizar monstruosas conductas. Esa palabra, utilizada en el mundo animal, esconde un síndrome de ¡humanos! que afirman ser visceralmente ‘muy machos’ en grupo; forzudos en equipo y protegidos en la masificación de la manada que esconde su absurda identidad.

Perfiles y síntomas
Sin llegar a tanto extremismo, considero que el síndrome de la ‘manada’ está muy repartido en edades y en formas de vida, pues hay un perfil de personas, más abundante en varones que en mujeres, cuyos objetivos los consiguen refugiándose en ‘la manada’ para lograr el reconocimiento personal, no por su inteligencia o por su bondad, sino por la masculinidad. Es como una reivindicación de ser macho dominante en la tribu-manada ancestral.

Los síntomas se detectan en los seres que cuentan exageradamente sus cualidades, exaltan sus éxitos conseguidos por la fuerza, o destacan su valía temperamental al afrontar riesgos y dificultades que solo conducen a alardear de su ego. Aunque lo que cuentan sea falso, piensan que lo importante es contarlo, hacerlo público y que muchos más se enteren de sus ‘proezas’, especialmente chulescas y violentas. En los canales de las redes sociales hay abundancia de estos perfiles.

Mi diagnóstico
Esconderse entre ‘la manada’ puede ser el resultado de una falta de seguridad y de autonomía de la persona que no es capaz de tener autoestima, ni de valerse por sí misma. Dicha carencia le hace buscar protección y refugio en un ambiente despersonalizado que genera dependencia de la ‘manada’, que no tiene actitud crítica ni opone resistencia a la degradación, pues todos los componentes están con el mismo síndrome.

Alarmas
La alarma del ‘síndrome de la manada’ suena con furor porque con esa forma de vida se degeneran las dimensiones del ser, la dimensión biológica se reduce al desarrollo de la fuerza física. La dimensión socio-comunitaria se reduce a la dependencia visceral de la manada; la dimensión ética no va más allá del egoísmo para apropiarse del éxito individualista a toda costa; la dimensión trascendente está totalmente muerta; y la dimensión lúdica de la vida se reduce a disfrutar de logros vacíos y efímeros. Estas personas de la ‘manada’ están ubicadas en una realidad virtual de ensoñación en la que ocultan sus incongruencias y sus propias carencias. El peligro y las consecuencias son evidentes.

Solución pedagógica
Una solución pedagógica puede estar en favorecer sociológicamente comportamientos humanizadores. Promover proyectos para orientar a cada persona de la ‘manada’ hacia unos estímulos placenteros que desarrollen su vida comunitaria en grupos de participación cuyos objetivos procuren éxitos sociales y humanitarios en contacto con la vida real de personas de su edad, que tienen otro enfoque de una vida con ideales más amplios. Los esfuerzos que realicen hay que valorarlos para promover confianza y autoestima al mismo tiempo que vayan consiguiendo avanzar en el desarrollo personal y comunitario. Esas aplicaciones pedagógicas pueden favorecer que sus alas se abran para volar hacia ideales más altos.

Reflexiona y habla con tus colegas a ver si esto es un perfil virtual o real. Como ciudadano de la calle ¿qué otras soluciones puedes dar para equilibrar el éxito de pertenencia a un grupo y el éxito individual?