La Torre Lucía es el monumento placentino que más testimonios puede dar de los acontecimientos vividos en esta ciudad desde su fundación, junto con los restantes lienzos de la muralla o cerca que quedan en pie y que levantara Alfonso VIII de manera definitiva hacia 1196. Desaparecido el Alcázar, al que la Torre Lucía defendía desde fuera del recinto, como avanzadilla hacia el sur, solo nos queda como testigo de nuestra secular historia la Torre Lucía.
Pero no voy a exigir a la Torre un recuerdo lejano en los siglos, me quedo en el último quinto del siglo pasado, concretamente en 1983, un sábado de mayo, y con un acontecimiento singular. Aquel sábado la Torre fue testigo de una gran manifestación escolar y regional.
Ese mismo día, 21 de mayo, se constituía la Asamblea de Extremadura en la recién nombrada capital autonómica, Mérida; mientras, en Plasencia, simultáneamente, el futuro de la región, los escolares, enaltecían a Extremadura gracias al proyecto educativo de ‘Extremadura en la Escuela’.
Se concentraron en la capital del Jerte unos 12.000 escolares procedentes de más de 200 centros educativos de toda la región (no lo digo yo, se lee en los periódicos de esa fecha de la prensa regional). El motivo era celebrar la sexta convivencia regional, que desde 1978 se celebraba como colofón a lo que era una semana dedicada al estudio de Extremadura en la escuela.
Plasencia vivió un acontecimiento único, irrepetible; junto con un buen amigo y compañero docente, Santos Sánchez González, fui coordinador de aquel tumultuoso encuentro escolar y regionalista. Una cabalgata larguísima, formada por carrozas y grupos de escolares de los distintos centros precedentes de los cuatro puntos cardinales de Extremadura, recorrió gran parte de la ciudad, motivando a los placentinos.
La Torre Lucía vio pasar por la avenida a los miles de escolares que llenaron la ciudad con su extremeñismo. Y en el Parque de la Coronación, en un acto masivo, se puso punto final al desfile con palabras del rector de la Universidad y autoridades locales, dado que las autoridades regionales y provinciales estaban en el solemne e histórico acto de Mérida.
Mayo pasará a la Historia de Extremadura como el mes de la eclosión regional, gracias a este movimiento pedagógico, que nació cinco años antes que nuestro Estatuto de Autonomía (1978/1983).
Todavía estamos a tiempo de recordar y poner en valor lo que significó esta iniciativa de la escuela extremeña para crear conciencia de región. La Semana de Extremadura en la Escuela se merece un estudio serio y concienzudo por lo que supuso de dinamización de la escuela extremeña, de sus maestros, de sus Ampas, de sus alumnos, de sus localidades que vibraron con las convivencias, como fueron Mérida (1978), Cáceres (1979), Badajoz (1980), Guadalupe (1981), Zafra (1982), Plasencia (1983), Don Benito (1984), Trujillo (1985), Azuaga (1986), Galisteo (1987), Olivenza (1988), Valencia de Alcántara (1989), Montijo (1990), Tornavacas (1991), etc. y sobre todo de la toma de conciencia regional para identificarnos con Extremadura.
P.D. La Semana de Extremadura en la Escuela recibió la Medalla de Extremadura en la primera edición del máximo galardón de nuestra región, en 1986.
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