Suele decirse que el teatro es el templo de la imaginación, un lugar para dejar atrás la realidad y echar a volar la fantasía. Pero a veces, como ocurrió ayer en el Teatro López Ayala de Badajoz, la realidad se cuela y nos sacude. Zarandea a los espectadores. Y cuando esta realidad viene con nombre de enfermedad el zarandeo, la sacudida, es aún mayor.
Así le ocurrió al bailaor Paco Mora en la persona de su madre, Carmen, hace ya algunos años, cuando fue diagnosticada de la enfermedad de Alzheimer. Y el terremoto emocional y vital que supuso la llegada de esta enfermedad, Mora y su madre lo hacen visible en un espectáculo que sacude, un espectáculo donde de la mano del flamenco se relatan con una puesta en escena sobria los episodios más relevantes de sus últimos años.

Acompañados de una banda sonora flamenca que arrastra y arrebata, que emociona y envuelve, el espectáculo es ante todo un homenaje a Carmen, dejando salir a aquella niña que siempre soñó con ser bailaora, pero a la cual la vida no dejó elegir.
Ahora, de la mano de su hijo, aquella niña puede volar libremente sobre el escenario, aunque sus alas sean ya frágiles y quebradizas. Al son de viejas coplas, su cerebro se ilumina y vuelve a ser aquella jovencita de Málaga que cantaba con ilusión ‘El clavel’, ‘Trinidad’, ‘Carmen de España’ y tantas otras coplas que compusieron la banda sonora de una generación que se está apagando poco a poco, pero que fue la que hizo con su esfuerzo y su trabajo que este país nuestro sea hoy lo que es.

Vuela, Carmen. Vuela libre, aunque tus alas sean ya torpes, aunque tu vuelo sea corto, sigue ilusionando a tu público, sigue llenando teatros, y si un día te cansas de volar ahí estarán las manos firmes, recias y amorosas de tu hijo y de tu público para recogerte.
Y un consejo a todos los que puedan, no dejen de ver ‘¡E.A! Flamenco para recordar’.
Javier Meléndez