Algo que realmente es irrefutable es el limitado tiempo del que disponemos; él no espera por nadie.
Un día alguien me dijo: -Estoy planteándome la vida de otro modo, me gustaría dejar de trabajar.
Sorprendida, le pregunté si realmente quería decir lo que yo estaba escuchando.
Él me contestó con otra pregunta: -¿Si supieras que te quedan cinco años de vida, qué es lo primero que harías?
La pregunta me llevó a la reflexión. Ahora bien, ¿Qué escondía aquella frase? ¿Quizás había llegado el momento en el cual se planteaba qué había hecho con su tiempo? ¿Había trabajado demasiado? ¿Había pasado poco tiempo con sus hijos o con sus amigos? ¿No había realizado aquellos viajes que tanto hubiese deseado?
La característica común a aquellos pensamientos podría ser el deseo de haber tenido una vida más plena, más significativa, de haber utilizado el tiempo para hacer aquellas cosas que realmente eran importantes para él.
Sin embargo, aprovechar el tiempo resulta a veces una misión complicada hasta para el más organizado de los mortales. Para que realmente resulte eficaz su manejo debemos empezar por plantearnos qué es importante y urgente para nosotros y, a partir de ahí, establecer objetivos claros.
El tiempo es el bien del que está compuesta la vida y no podemos comprarlo, solo perderlo o ganarlo; es por este motivo que el tiempo es un adversario muy duro, con el que luchamos a diario, en un campo de batalla en el que no siempre ganamos.
El mejor guerrero del tiempo es el que siempre está a punto y dispuesto para entrar en combate, manteniéndose alerta, concentrado, constante; empleando su mejor arma, la fuerza de voluntad.
Conseguir la máxima productividad y, a la vez, permitirnos nuestros descansos para recobrar energía y optimismo es la mejor manera de gestionar y respetar nuestro tiempo, ya que, como decía Salvador Dalí, “el tiempo es de las pocas cosas importantes que nos quedan”.