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Peñas sacras de Extremadura. La incubatio de Ceclavín

Peñas sacras de Extremadura. La incubatio de Ceclavín
Óscar de San Macario, José Antonio Ramos, Julio Esteban Ortega y Martín Almagro-Gorbea. Foto: Cedida

Un lecho rupestre, verosímilmente asociado a ritos de incubatio, situado en el término de Ceclavín, que fue descubierto por José Antonio Ramos, Óscar de San Macario, Julio Esteban Ortega y Martín Almagro-Gorbea, ya forma parte del patrimonio arqueológico de esta localidad y, por ende, de Extremadura.

Este interesante monumento rupestre se encuentra en el término municipal de Ceclavín, municipio cacereño situado entre el Tajo al sur y el Alagón al oeste, a unos cuatro kilómetros al suroeste del casco urbano, entre la Huerta de la Reina y el camino del Madroño, en una suave vaguada bañada por un pequeño arroyo que afluye al Arroyo de las Vacas, que, a su vez, desemboca ya en el Tajo.

La peña granítica conocida popularmente como ‘Cancho del Moro’ se alza junto al arroyo rodeada de otros canchales cubiertos de altos y espesos jarales, monte bajo y arbustos. Es una gran peña de granito de forma alargada con su parte superior aplanada, que mide aproximadamente ocho metros de norte a sur y seis metros de anchura máxima de este a oeste, con una altura máxima de 1,70 metros sobre el lecho de un pequeño arroyo que la atraviesa de norte a sur casi por su mitad.

El klinos o lecho labrado en una peña hace suponer, como hipótesis más lógica, que fuera usado para ritos de incubatio, habituales en la Antigüedad, por lo que el sillón a sus pies pudo servir para el sacerdote o para un asistente especializado en oniromancia, sin excluir la asistencia de una persona allegada, como todavía ocurre en algunos rituales sanatorios actuales de Galicia, como en Tangaraño de San Bento de Boca de Lobo o en el Arangaño del alto valle del Limia, ambos en Orense.

Refuerza esta interpretación el carácter de la peña como ‘numen loci’, como indica su situación central en la vaguada y el microtopónimo ‘Cancho del Moro’, originariamente relacionado con el térmico celta ‘mr-twos’ o ‘mahr’, que significa ‘ánima’, ‘espíritu’, ‘muerto’. Además, esta peña pudiera considerarse un prodigium por estar partida y cruzada por el arroyo, que al fluir por su base ofrecía el agua, presumiblemente sagrada, necesaria para el rito, agua igualmente presente en otros lugares de incubatio de la Hispania céltica.

El rito de la incubatio consiste en recibir una revelación desde el Más Allá a través de un sueño, muchas veces relacionado con los ancestros. Se considera de origen prehistórico y originado en el Paleolítico Superior, por lo que se halla muy extendido por todo el mundo, no solo en la cultura clásica, ya que en la Antigüedad se practicaba en el Antiguo Oriente.

Se pueden precisar los detalles del rito de incubatio que probablemente se desarrollaba en el Cancho del Moro, aunque es de suponer que se utilizara el agua del arroyo y que se recurriera a substancias alucinógenas para facilitar el sueño y las visiones correspondientes; no se puede saber si tendría finalidad sanatoria, de adivinación o ambas.

Un dato interesante para interpretar este monumento es su relación con ritos de incubatio documentados en la Hispania céltica, pues el lecho pétreo debe relacionarse con la costumbre celta de dormir junto a la tumba de héroes para recibir oráculos, que Nicandro de Colofón documentó entre los gálatas (FGrHist 271-272 F 43;Tert.De anima57). Esta interpretación hace suponer que el ‘saxum sacrum’ del Cancho del Moro se consideraría el sema o elemento material visible del ‘numen loci’ o ancestro del lugar, como evidencia la tradición ritual conservada en otras peñas sacras como el ‘Cancho de los Responsos’ de Ulaca y la peña onfálica de la acrópolis de Termes, por lo que tendría el mismo significado que la estela que coronaba los hermata o túmulos de las tumbas griegas a modo de sema y también de algunos túmulos celtas, considerados la morada del numen loci o héroe ancestral y, en consecuencia, punto de comunicación con el Más Allá.

Son numerosos los santuarios celtas que se pueden relacionar con la incubatio en los que se pasaría la noche junto a la tumba del héroe ancestral para que le trasmitiera el oráculo, pues se extienden por las Galias y áreas danubianas, Britania e Irlanda y la Provenza, lo que testimonia la amplia difusión de estas creencias entre los celtas. Su origen generalmente era la tumba del ancestro, convertido en el Teutates o divinidad de toda la sociedad como ‘padre’ generador y protector del pueblo, por lo que su tumba, fuera real o mítica, era el santuario principal, que podía convertirse en el santuario poliádico de toda la sociedad. La costumbre celta de sentarse sobre una tumba o un túmulo para consultar al antepasado por medio de sueños se documenta igualmente en textos irlandeses como la Collectanea de Rebus Hibernicis.

La incubatio de Ceclavín
Foto: Cedida

La popularidad de la incubatio en la Hispania céltica explica que el rito aparezca, cristianizado, en las tradiciones literarias medievales como otros mitemas épicos de la antigua Celtiberia, como en el Poema de Fernán González, quien se adormece cerca de la tumba de su protector, San Pelayo, que se le aparece en sueños para augurarle la victoria en la batalla de Hacinas (v. 405 s.). Pasajes comparables ofrece el Cantar de Mio Cid (v. 404-411) y las crónicas también narran el sueño de Ramiro I en el que Santiago le vaticina la victoria en la batalla de Clavijo.

Como breve conclusión, el ‘Cancho del Moro’ de Ceclavín puede considerarse un monumento relacionado con ritos de incubatio probablemente datado en el Alto Imperio. Este monumento, de una tipología hasta ahora desconocida, confirma el interés que ofrece el estudio de las peñas sacras de la Península Ibérica como verdaderos monumentos arqueológicos, al margen de su interés etnológico.

Las ‘sacra saxa’ permiten conocer la visión ‘sobrenatural’ del ‘paisaje sacro’ que tenían los pueblos prerromanos, acorde con una concepción popular de la naturaleza de raíces animistas. También es importante resaltar que estos monumentos documentan ritos de las clases populares, que no reflejan la epigrafía ni los hallazgos arqueológicos, pues se realizaban en elementos naturales no monumentales, como ‘sacra saxa’, ‘arbores sacrae’ y ‘fontes sacrae’, que deben considerarse monumentos arqueológicos y que deben ser conservados y protegidos como tales. En este contexto hay que destacar el interés que presenta, precisamente por su simplicidad, este nuevo testimonio de incubatio en la Hispania céltica.

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