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Desde la Torre Lucía: La nieve de Béjar

Desde la Torre Lucía: La nieve de Béjar
Foto: Cedida
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A punto de terminar el largo y cálido verano de 2023 he decidido continuar con temas refrigerantes como la nieve, y para ello he elegido un libro publicado en 1981 y cuyo autor es José Luis Majada Neila.

‘Historia de la nieve de Béjar’ es su título, y fue publicado por el Centro de Estudios Salmantinos, de Salamanca, por haber sido el trabajo ganador del Premio Salamanca, instituido por el citado Centro y patrocinado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Se dijo del trabajo que era una original monografía, en la que el tratado riguroso de documentos históricos no ahoga el pulso humano de una historia la mar de curiosa y viva. La primera industria frigorífica, el comercio y la política administrativa de la nieve, sus usos y sus consumos con personajes concretos y de vivencia humana, hacen de este libro una valiosa lección de la Historia bejarana.

José Luis Majada Neila nació en La Garganta (Cáceres) en 1932 y estudió en el Seminario de Plasencia, en la Universidad Pontificia de Salamanca y en el Instituto Católico de Paris. Profesor de Religión en el Instituto de Béjar, sacerdote, ensayista, biógrafo, articulista, pensador, poeta y uno de los mejores historiadores que ha tenido Béjar, falleció en 2003 a los 70 años.

Pero hoy no me voy a referir a la imagen y figura de este gran estudioso, sino a uno de sus trabajos, el de la nieve de Béjar, de 72 páginas que compendian una primera parte, el contexto, con siete capítulos, y una segunda parte, el texto, con cuatro capítulos, cerrando la edición con una amplia bibliografía.

Tomemos contacto con la nieve. El duque don Juan Manuel II perseguía del rey Felipe V el monopolio sobre la nieve de las sierras bejaranas, y lo consiguió el 5 de octubre de 1733, cuando el rey expendió una cédula real; así el duque consiguió el dominio redondo y absoluto sobre la nieve de estas tierras.

Claro está que hubo litigios sobre la posesión de la nieve. Sirva de ejemplo el de Miguel Río, de Candelario, que se dirigió a la duquesa gobernadora pidiendo nuevas medidas, porque cómo los paisanos iban a pagar la nieve siendo el suelo de los ventisqueros propiedad comunal.

Y más obstáculos podría encontrar el duque para sus pretensiones en los fueros de la Villa, en la misma fuerza de un impuesto real, entonces vigente, el llamado ‘Quinto y millón’. El memorial que el duque presentó ante el rey no bastaba para acallar los Fueros de la Villa. Este memorial contenía tres principios: Primero, que las nieves de Béjar y sus sierras, por privilegios reales, son del duque; segundo, que por codicia los arrendadores las quieren hacer suyas; y tercero, que con la cédula que pretende no perjudica a nadie: “conservo la indemnidad de mi mayorazgo, satifago los portes a los paysanos y arrieros, los contengo en lo justo para que no pidan exorbitancias ni aumenten el precio de la nieve en las plazas combecinas…”, escribía el duque.

La privilegiada situación geológica y geográfica convierten a Béjar en surtidor frigorífico de muchos kilómetros a la redonda. La nieve era una fuente natural de riqueza, un ‘producto’ de la naturaleza. El rey Felipe V reconoce en su cédula que las sierras bejaranas “eran sitios incultos y ásperos que por no producir algún fruto le compensa la Divina Providencia con los ventisqueros donde se recoge y conserva naturalmente sin alguna disposición la nieve contra los calores del estío…”.

Y fue a partir del siglo XVII cuando comienza a mirarse la nieve como producto rentable. Tres son los puntos del señorío bejarano en los que la nieve se conserva naturalmente, y tres fueron los puntos de control o ‘aduanas’: Becedas, Hervás y Candelario. En grandes serones transportados por mulos, cubierta de helechos, en las horas frescas de la mañana o del atardecer, salía de la sierra la blanca nieve por sendas tortuosas. Así llegaba a los depósitos subterráneos llamados ‘pozos de nieve’. Con el suministro de estos depósitos se lograba en verano la fabricación de helados y el enfriamiento de las bebidas, así como la conservación de las carnes y demás alimentos.

En la página 38 de este precioso trabajo de Majada Neila se menciona a Luis de Toro, físico y médico placentino del siglo XVI, quien alude a la nieve de Béjar y a su uso y consumo para fines gastronómicos en su obra ‘Descripción de la Ciudad y Obispado de Plasencia’. En sus folios 32 y 33 leemos: “En los calores del estío hay cerca de Béjar una estimada abundancia de nieve que ahora se consume en banquetes… de este asunto tengo justamente un volumen íntegro…”.

Lástima que ni Sayans ni Majadas llegaron a conocer ese manuscrito de Luis de Toro, que fue la publicación que traté en mi ‘Desde la Torre Lucía’ de julio, ‘Discursos o consyderaciones sobre la materia de enfriar la bevida en que se tracta de las differentias de enfriar y del uso y propiedad de cada una’.

Y termino valorando muchísimo este galardonado trabajo del sacerdote e investigador José Luis Majada Neila, del que podría entresacar muchísimos más datos de los que se albergan en un artículo de estas características.

P.D. ‘Historia de la nieve de Béjar’ está en mi Bitaex con el número 4.210. El texto me lo proporcionó mi amigo Jesús Málaga Guerrero. Y dedicó este artículo a mi también amigo Jerónimo Gómez Rodolfo, bejarano de nacimiento y vivencias.

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