En cierta ocasión, me preguntó un amigo que quería viajar hasta esta preciosa ciudad marroquí lo siguiente. “Juan Antonio ¿Qué hay en esta plaza que es tan famosa?”. La respuesta fue sencilla: vida.
Aquí no solo es importante lo que ves. Es también lo que sientes, lo que percibes, los sonidos, los ruidos, los colores y los olores. Todo un conglomerado, en principio anárquico, que tras un tiempo recorriéndola descubres que llega a enamorarte. Un gran puzle con multitud de piezas que encajan con extraordinaria precisión para crear un ambiente y una atmósfera únicas. Hay magia en este lugar; no tengo dudas. Un continuo trasiego que no deja indiferente a nadie.
Un aguador que se acerca, un encantador de serpientes al fondo, el olor a té y tajine recién hechos en un puesto cercano, tatuadoras con henna, un puesto de dulces tradicionales, una persona que te llama para ofrecerte un refrescante zumo de naranja, un grupo de niños que quiere hacerse una foto contigo, motocarros que cruzan la plaza, un vendedor que aspira a que pruebes sus magníficos dátiles, tenderetes de artesanía local, una supuesta pócima milagrosa que desean que compres, unos tambores que suenan al otro lado, alguien que se acerca a pedirte una propina, olor a pinchos morunos, luces y humo procedentes de los puestos de comida al anochecer, un limpiador de zapatos que mira tus botas sucias y se ofrece a solucionarlo, turistas inmortalizando con sus cámaras cada escena, camareros que se acercan a ofrecerte sus menús… Mucho, pero mucho, para ver y sentir. Descubrirás mil y una maneras de ganarse la vida.
La plaza vibra; palpita. Se respira la vida. Una centenaria obra de teatro en medio de la ciudad con multitud de escenarios a la vez.
Así es, el más importante de los espacios urbanos de la, para mí, más bella ciudad de Marruecos, puede presumir de tener en el centro de su Medina todo un tesoro que va más allá de lo puramente arquitectónico. Lo importante no está en sus edificios y construcciones.
Es como si todo pasara, o tuviera que ocurrir, en este lugar. A pesar de los siglos de historia, a pesar de las ampliaciones de la ciudad y a pesar del, a veces, excesivo turismo, la plaza de Yamaa el Fna (declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad) sigue siendo el epicentro y el corazón de Marrakech.
Seguro que este consejo lo habrás oído con anterioridad. Aun así, lo recuerdo. Siéntate en alguna de las terrazas panorámicas que hay en los bares que la circundan y deja que el tiempo pase a la velocidad que él desee. Verás como casi todo tiene otro ritmo, fluye de otra manera.
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