En la iglesia de San Martín de Trujillo se conservan dos Autos Sacramentales, manuscritos de Calderón de la Barca, impregnados de religiosidad y simbolismo teológico, fechados a mediados del siglo XVII.1
Uno de los manuscritos tiene diez Autos Sacramentales, con un total de 339 folios, que incluyen los títulos, literalmente: ‘Psiquis y Cupido’, ‘La Segunda Esposa’, ‘El Segundo David’, ‘Psiquis y Cupido’, ‘Llamados y Escojidos’, ‘No ay mas fortuna que Dios’, ‘El Cubo de la Almudena’, ‘La torre de Babilonia’, ‘La Lepra de Constantino’ y ‘El Arca de Dios Cautiva’.
Otro de los manuscritos tiene nueve Autos Sacramentales, que ocupan 322 folios, que incluyen los títulos, literalmente: ‘El Demonio mudo’, ‘A Dios por razón de Estado’, ‘La Cruz donde murio Christo’, ‘Las dos Estrellas de françia’, ‘Las Espigas de Ruth’, ‘El Año Santo en Roma’, ‘La Prudente Abigail’, ‘La piel de Gedeón’ y ‘El Cordero de Ysaías’.
Fueron escritos, con raíz más ética que cristiana, en una época en la que Europa sufrió la Guerra de los Treinta Años y buscó un nuevo orden internacional, simultáneo al lento declinar de la monarquía. El Siglo de Oro de las letras y las artes, que fue también el siglo de crisis que habría de definir después Ortega y Gasset como el del aislamiento o “tibetanización” de España. Algunos de estos Autos se representaron en el atrio de San Martín.2
Calderón detentará en exclusiva la escritura de estas piezas de teatro sacro en la que, con el enorme aparato escenográfico de los carros, se escenifica de manera grandiosa pero didáctica los misterios de la fe y la proclamación del dogma de la Eucaristía.
La nobleza civil y eclesiástica contemplaron estos dramas en la Plaza trujillana, punto culminante de una dramaturgia en la que convergen la suma de todas las artes, desde la música hasta la brillante disposición visual de tramoyas y apariencias. Los personajes alegóricos poblaban el tablado en representaciones que, si por un lado reflejan el pensamiento ortodoxo del momento frente a la herejía, por otra documentan que Calderón fue también víctima de la intolerancia del momento.