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Los dos amigos

Los dos amigos
Foto: Amparo García Iglesias

Doradita y Aromín eran dos membrillos que se llamaban así por el color amarillo brillante al madurar y el aroma intenso y característico que esta fruta desprendía. A Aromín también le apodaban el Rey Áspero por su textura rugosa, que además coincidía con un carácter poco afable. Ambos se conocían desde la infancia y siguieron siendo amigos en la adolescencia. Su relación fluía y se fortalecía gracias al equilibrio que tenían en dar y recibir.

Con el paso del tiempo, Doradita intentó conservar la amistad con Aromín y de vez en cuando le enviaba algún mensaje o intentaba comunicarse con él, pero su amigo raramente respondía. La sensación de no reciprocidad o falta de equilibrio llevó a Doradita a sentirse invisible o poco valorada.

Si has llegado leyendo hasta aquí, puede que te hayas preguntado si también tú has tenido o tienes un membrillo cerca.

Las relaciones interpersonales son sistemas de intercambio, donde ambas partes deben sentirse cómodas con lo que aportan y reciben a largo plazo. Cuando el esfuerzo no es recíproco aparece la decepción, una gran maestra que nos ayuda a conocer dónde están nuestros límites.

Una conexión poco sana va en una sola dirección, la balanza entre dar y recibir no es equitativa, lo que provoca que el vínculo se vaya desgastando, ya que no existe reciprocidad, uno da y da y el otro no recibe apenas nada. Cuando bailas una danza, si uno siempre da pasos adelante y el otro retrocede, tarde o temprano alguien se cansa o termina por frustrarse. Esto no significa que se tenga que dar 50/50; tampoco implica estabilidad, pueden existir altibajos, conflictos; de hecho, que esto suceda nos habla de que nos interesa la otra persona, tanto como para depositar toda nuestra energía en una charla incómoda. En realidad, cuando los contratiempos desaparecen, ya no existe interés en nada.

Una buena comunicación fomenta cercanía; una mala, puede llegar a generar malentendidos.

La amistad es compartir lo de dentro, no lo superficial, la cáscara. Como cualquier tipo de vínculo, tiene acuerdos y reglas; por eso, cada relación es tan particular. Siempre que haya un encuentro entre dos personas todo se hace más complejo, porque deben entrelazarse y convivir dos mundos.

Las relaciones positivas son un pilar para la felicidad. Estar en sintonía y tener apoyo mutuo favorece que las dos personas crezcan emocionalmente. Sin embargo, todos en alguna ocasión hemos chocado con la realidad de que no todas las personas están dispuestas o no son capaces de dar lo mismo. Siempre habrá quien cruzaría océanos para compartir un rato de su tiempo con alguien, y quien no pasaría un pequeño charco por el otro.

La reciprocidad no se puede forzar; dejar ir una amistad unidireccional es valorar nuestra energía, nuestro tiempo y nuestra paz interior.

Doradita, con firmeza por lo que merecía, se despidió con gratitud por lo que fue con Aromín. No fue cómodo, pero sí liberador.

Aunque duela reconocerlo, no todas las relaciones están destinadas a ser equilibradas.


Me encantan los membrillos, he disfrutado trabajando esta fotografía. El tiempo dedicado en Photoshop ha merecido la pena para mí. Mientras la vida me lo permita, prefiero pensar por mi cuenta a que la inteligencia artificial piense por mí.

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