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Los nombres de nuestros antepasados. Cacalo. Grada 169. Julio Esteban Ortega

Los nombres de nuestros antepasados. Cacalo. Grada 169. Julio Esteban Ortega
Foto: Cedida
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Cuando las legiones romanas pusieron pie en la Península Ibérica se encontraron ante un mundo indígena con una riqueza onomástica que, en cierto modo, no era ajena a su propio mundo cultural, pues muchos de estas etnias procedían de un mismo tronco común a la de los latinos, de los que la primitiva aldea de Roma formaba parte.

Algunos nombres eran similares a otros que ellos mismos conocían, pero había también otros muchos, extremadamente raros, que seguramente nunca habían sonado a los oídos de un romano. Uno de estos nombres es Cacalo, del que conocemos muy pocos ejemplares, concentrados en tierras de extremeñas y más concretamente en la provincia de Cáceres.

Con esta raíz se conocen otros nombres que se extienden por la zona occidental de la Península Ibérica, principalmente en territorios de lusitanos, galaicos y cántabros. Nombres como Cacus, Cacale, Cacalia, Cacossus, Cacosusin, etc., que, al igual que el de Cacalo, son desconocidos más allá de nuestras fronteras.

Que sepamos, solo se conocen tres casos de este antiguo antropónimo constatados por la epigrafía. El primero de ellos procede de Caurium (la actual Coria, a orillas del Alagón), documentado en una inscripción, que debía proceder de la necrópolis de la antigua ciudad y que se encuentra actualmente en el patio porticado del palacio de los Duques de Alba. Otro ejemplar se descubrió en Salvatierra de Santiago, cerca de Trujillo, también en la provincia de Cáceres. Y un tercero procede de Portugal, concretamente de la freguesía de São Vicente e Ventosa, cerca de la fronteriza ciudad de Elvas, junto a Badajoz.

Foto: Cedida
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En la inscripción de Coria, cuya fotografía se acompaña, se conmemora a la difunta Coemea, cuyo progenitor lleva el nombre de Cacalo. Se trata de una bella inscripción elaborada en granito, con la cabecera decorada con la típica simbología funeraria de motivos astrales. La tosquedad del grabado abunda en el origen indígena de la familia de la difunta, a pesar de que su hijo, Lucio Taltico, quien la conmemora, intenta amoldar su onomástica a los cánones romanos.

Si bien no pocos de estos indígenas abrazaron las costumbres romanas, y entre ellas su diferente sistema de denominación personal, otros muchos conservaron sus ancestrales nombres, y en su última morada dejaron constancia de ellos en forma de bellos epitafios que la ciencia epigráfica se ha encargado de estudiar. Con el transcurrir del tiempo, los soportes en que estaban grabados, en su mayor parte fueron arrancados de sus primitivos emplazamientos para servir, los más, como material de construcción.

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