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Los nombres de nuestros antepasados. Cantono. Grada 157. Julio Esteban Ortega

Los nombres de nuestros antepasados. Cantono. Grada 157. Julio Esteban Ortega
Inscripción en Casillas de Coria. Foto: Cedida
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En la década de los 80 del pasado siglo se descubrió una placa de bronce en el lugar conocido como ‘Castillejo de Villavieja’, antigua finca de la Orden de Alcántara, en la localidad del mismo nombre, donde se emplazó un antiguo poblado, ‘castro’, prerromano.

En dicha placa se recoge el pacto de rendición, ‘deditio’, del pueblo lusitano de los Seanos, o Seanocos, al gobernador romano de la provincia Ulterior, el pretor Lucio Cesio, durante el consulado de Cayo Mario y Cayo Flavio Fimbria, que corresponde al año 104 a. C.

Los legados enviados por el mencionado pueblo encargados de rubricar este pacto fueron Creno y Arco, cuyo padre lleva el nombre de Cantono, antropónimo sobre el que tratan estas breves líneas.

La dispersión de los testimonios epigráficos de este nombre documentados hasta ahora nos lleva a unas pocas inscripciones halladas en los territorios lusitanos englobados en la actual provincia de Cáceres, siendo desconocido en otras partes del mundo romano, por lo que indudablemente se trata de un nombre autóctono.

De los cinco epígrafes hasta ahora localizados, tres proceden del entorno de la ciudad de Caurium, la actual Coria, a orillas del Alagón y uno de la localidad de Alcántara, junto al Tajo, al que se ha hecho referencia anteriormente. Además, se conoce un caso en la localidad también cacereña de Madroñera, cercana a la antigua Turgalium, la actual Trujillo, ya en territorios del pueblo vettón, un individuo desplazado seguramente de su área de implantación originaria.

En la inscripción procedente de Casillas de Coria, cuya fotografía encabeza el texto, se conmemora a Boutia y a Vidal, seguramente madre e hijo, por parte de una persona de nombre Pisocia, cuya relación con los difuntos desconocemos, pero que dice ser hija de un tal Cantono. Pisocia es un caso único en la epigrafía de la Península Ibérica y, que sepamos, desconocido en el mundo romano, por lo que debe de ser tan autóctono como el nombre del padre, Cantono. La madre difunta es una indígena, a juzgar por su nombre, y debió de unirse en matrimonio con un individuo de origen romano, o al menos de nombre romano.

Cuántos nombres lusitanos, como Cantono o Pisocia, se perdieron tras los convulsos siglos posteriores a la desaparición del imperio romano. Muchos de ellos sobrevivieron a la conquista de estos territorios por Roma, pero la posterior cristianización de la onomástica local acabó por hacerlos desaparecer. Hasta nuestros días, en los que una disciplina de vital importancia para el conocimiento de la antigüedad, como la Epigrafía, ha venido a recuperar buena parte de los antiguos nombres de nuestros antepasados lusitanos perdidos.

Si estas breves líneas pueden servir para concienciarnos de la importancia de preservar estos monumentos en piedra que atesoran tan rica información habrá merecido la pena plasmarlas sobre el papel.

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