Entre los nombres ancestrales de nuestros antepasados identificados por la epigrafía en territorio lusitano encontramos el de Pello, cuya raíz ha dado forma a nombres derivados, como Pela-Pelio, Pellia-Pellio, Pellico, Pellieo, Pellioco, Peloris y Peliqole.
Los testimonios epigráficos del antropónimo Pello se concentran, salvo raras excepciones, en la provincia de Cáceres, y más concretamente en las áreas de influencia de las antiguas ciudades de Norba Caesarina (Cáceres) y Turgalium (Trujillo).
Inscripciones con este nombre han aparecido en las localidades de Albalá, Alcollarín, Santa Cruz de la Sierra y la propia ciudad de Cáceres, en la margen izquierda del Tajo. Al norte de este río se conocen dos ejemplos, procedentes de Coria y Oliva de Plasencia, respectivamente.
Y es precisamente este último caso de Oliva de Plasencia, en cuyo término se encuentran las ruinas de Cáparra, solar de la antigua ciudad de Capera, uno de los más representativos por formar parte de la progenie de uno de los personajes más ilustres del lugar conocido por la epigrafía. Nos referimos a Marcus Fidius Macer, que fue magistrado supremo de la primitiva comunidad indígena, que en el siglo I de nuestra Era fue promocionada a la categoría de municipio romano, siendo designado el propio Macer como duunviro (la más alta dignidad de la ciudad).
El arco cuadrifonte que preside las ruinas de Cáparra es un monumento dedicado a honrar a la familia del duunviro, y sus pilares estaban ornados con las esculturas de algunos de sus miembros, cuyos nombres conocemos por las inscripciones grabadas en las basas de sus estatuas.
Actualmente solo se conserva in situ una única inscripción en el pilar derecho del arco, dedicada a la memoria de los padres del magistrado, Bolosea y Fidio. Precisamente en esta inscripción Bolosea dice ser hija de un tal Pello, que hemos de suponer como esposa del magistrado, pertenecería a una de las familias que formaban la élite de la sociedad local.
En el pilar izquierdo estaría la estatua de la esposa de Macer con su correspondiente inscripción, desaparecida desde el siglo XVI y que, tras una concienzuda investigación. hemos conseguido averiguar que fue expoliada, seguramente, por don Alonso de Jerez, deán de la catedral de Plasencia entre 1527 y 1550, y llevada a la casa que habitaba dentro del recinto amurallado, que aún se conserva en la plazuela del Deán, antiguo Seminario Menor, reconvertido hoy en residencia sacerdotal.