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Manuel Martínez-Mediero. Historia del teatro contemporáneo en Extremadura. Grada 148. Perfil

Manuel Martínez-Mediero. Historia del teatro contemporáneo en Extremadura. Grada 148. Perfil
Foto: Eduardo Sierra
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Nacido en Badajoz en 1937, Manuel Martínez-Mediero es economista, funcionario, dramaturgo, y ha sido columnista en periódicos regionales y deportivos. Por su compromiso social de su primera época y por la cantidad de obras producidas es considerado el autor extremeño más importante en la historia del teatro contemporáneo. En 1999 fue galardonado con la Medalla de Extremadura, “para un extremeño que considera un gozoso deber la participación de los intelectuales en las discusiones públicas de su entorno más inmediato, desde la cercanía cariñosa con las personas y la distancia irónica con las banderías”, según recogió el Decreto de concesión.

Badajocense de nacimiento, vivió en la ciudad hasta que terminó sus estudios de Bachillerato en Los Maristas. ¿Qué recuerdos tiene de su infancia y adolescencia?
Un tropel de recuerdos. Ordenarlos no es fácil. Yo nací en el 37, en plena guerra, y fui concebido en el 36, o sea que yo iba en el vientre de mi madre cuando los milicianos de la República iban a casa buscando o requisando dinero y joyas. Mi madre era una mujer muy fuerte. Mi abuelo les dio todo el dinero que tenía y a mi madre le quitaron la pulsera de pedida. Así comenzó mi vida, sin yo enterarme. Mi padre entonces curaba heridos en el Hospital de San Sebastián. Era un cirujano de una perfección enorme. Un difícil comienzo.

Y de ahí a la escuela de doña Adelina. Con 6 años sabía dividir con decimales. Con 7 años voy a los Maristas, y al verlos de negro se me olvidó todo lo que sabía. La etapa en los Maristas daría para una novela. Yo era un niño que estaba constantemente aterrorizado, lloraba por todo, no me podían llevar al circo, y de Blancanieves me tuvieron que sacar del cine

Como me críe con ama y niñera las mujeres fueron siempre mi refugio. Todas me adoraban, y yo a ellas. Yo siempre fui Manolito para mucha gente; hoy todavía hay primos que me llaman Manolito. Pero la mejor etapa fue la de Marilyn Monroe, que le escribí y me mandaron una foto de ella. La tengo por todas partes. Mi mujer, que sabía de esta debilidad, me compro un cuadro con ella, maravilloso.

Pero yo tenía y tengo un tema serio, que mi imaginación va por delante de la realidad, y según la hora y el momento me doy contra una pared y me encuentro con la dura realidad.

¿Qué le llevó a estudiar Ciencias Económicas, y por qué en Barcelona y Bilbao?
Bueno, porque soy experto en fracasos. La imaginación te lleva al fracaso o a la gloria, y a mí me ha llevado al fracaso. Mi cabeza era un hervidero y la realidad es lo que es. No se puede estudiar a Julio Rey Pastor si no estás bien preparado. Es lo que está pasando hoy, gentes preparadas hay muy pocas. Tratar de aprobar en mis años ‘Teoría Económica II’ flojo de conocimientos era imposible. Hoy es distinto porque lo que me mola es estar libre de conocimientos para salir bien en el botellón.

Yo fui de tumbo en tumbo. Me he tenido que reformar ya de viejo. Hoy los conocimientos de economía me han dado una luz distinta. Pero tarde. He perdido mucho tiempo y eso pasa factura. Hoy ser un burro te da prestigio.

Manuel Martínez-Mediero saluda al presidente de Portugal, Jorge Sampaio, en presencia de Juan Carlos Rodríguez Ibarra y del recientemente fallecido Antonio Franco. Foto: Cedida
Manuel Martínez-Mediero saluda al presidente de Portugal, Jorge Sampaio, en presencia de Juan Carlos Rodríguez Ibarra y del recientemente fallecido Antonio Franco. Foto: Cedida

¿Cuándo comenzó su interés por la dramaturgia?
Llega un momento que la fantasía hay que hacerla realidad. Me ayudó una tuberculosis de huesos. Estuve seis meses instalado en una cama articulada y ahí comenzó todo. Leíamos mi padre y yo obras de teatro, comenzando por Muñoz Seca. Y escribí la primera obra, que quemé años después. Era una forma de evadirme. Desgraciadamente dio sus frutos.

Ya en su época universitaria recibió numerosos reconocimientos por sus obras. ¿Pensó que su vocación podría ser también su salida profesional en exclusiva?
Tengo dos Premios Nacionales Universitarios. Fue emocionante. Creí enloquecer. Pero pensar en la exclusividad profesional, mi locura no llegó hasta ese extremo. Publiqué en Barcelona mi primera obra y salí en los periódicos con unos elogios desmedidos. Casi me vuelvo loco. Pero de ahí a pensar en vivir de lo que escribía, no. Aunque no me quejo. Tengo 17 votos en la Sociedad de Autores.

Manuel Martínez-Mediero. Foto: Eduardo Sierra
Manuel Martínez-Mediero. Foto: Eduardo Sierra

En sus primeros años de creación teatral la censura estaba la orden del día. ¿Se sintió coartado en sus ideas o en su forma de escribir?
Con la imaginación calenturienta de la que Dios me ha dotado, para mí fue un acicate. Gracias a la censura escribí mis obras más creativas. El estreno de ‘El último gallinero’ en 1968 fue inolvidable; y el montaje del grupo ‘Akelarre’ de Bilbao fue algo irrepetible. Para mí, lo mejor que se ha hecho en España junto con el ‘Marat-Sade’ de Peter Weiss.

Al terminar sus estudios regresó a Badajoz, donde ha desarrollado la mayor parte de su producción teatral. ¿Siente que habría sido más representado y que podría haber tenido más reconocimiento a nivel nacional si no hubiese vuelto a Extremadura?
Nada más volver, lo primero que escribo es ‘La estructura económica de la provincia de Badajoz’, que es un librazo casi desconocido, escrito en el año 1970, con otro compañero economista, Antonio Fernández Salazar. Para mí es un libro estupendo.

Lo del reconocimiento en el teatro no lo he pensado nunca. El estreno de ‘Lisístrata’ en Mérida fue un bombazo a nivel nacional. En 1975 ‘Las hermanas de Búfalo Bill’ recibió el Premio de la Crítica por unanimidad. No, no lo he pensado. Máxime con lo que yo he sufrido con mis estrenos. Me pongo a parir.

Manuel Martínez-Mediero, con Victoria Vera en el estreno de ‘Lisístrata’ en el Festival de Mérida de 1980. Foto: Cedida
Manuel Martínez-Mediero, con Victoria Vera en el estreno de ‘Lisístrata’ en el Festival de Mérida de 1980. Foto: Cedida

¿Tiene un cariño especial por alguno de los muchos premios que ha recibido?
Lo mejor, o el recuerdo imborrable, es el de ‘El último gallinero’ en el Festival de Sitges de 1969. Inolvidable.

Quizá se le recuerde especialmente por obras como ‘Las hermanas de Búfalo Bill’, o por ‘El convidado’, que aún hoy sigue representándose con asiduidad. ¿Cuál es para usted su mejor obra?
Todos los hijos son queridos, y destacar alguno es difícil. Quizá sea ‘El último gallinero’, por el recuerdo especial que guardo de ese estreno que comentaba antes en el Festival de Sitges. Fue un día muy especial porque era la primera vez que, de una forma semiprofesional, se montaba una obra mía, y la recuerdo con una tensión enorme porque otro de los nominados al premio era el hijo del presidente de la Diputación de Barcelona, y sé que aquella circunstancia provocó discusiones en las deliberaciones del jurado hasta decidir que me otorgaban el premio. Esa suma de motivos hace que sea una obra especial para mí.

Manuel Martínez-Mediero. Foto: Eduardo Sierra
Manuel Martínez-Mediero. Foto: Eduardo Sierra

Volviendo a ‘El convidado’, ¿puede que sea su obra más representada?
Es una obra que escribí a finales de los 60, que fue publicada por la editorial Escelicer en su colección ‘Teatro’, y desde el principio se representó muy a menudo, especialmente en las sacristías de las iglesias donde oficiaban los conocidos como ‘curas obreros’. Se tradujo a varios idiomas, entre ellos el catalán, lo que provocó que fuera muy conocida en Barcelona; también se llegó a representar en el ‘Off Broadway’ de Nueva York durante tres meses por el Teatro Rodante de Puerto Rico, que alternaba las representaciones en español y en inglés. Ha pasado el tiempo y se sigue representando; de hecho, en octubre asistiré en la localidad granadina de Albolote a un seminario sobre mi teatro, que incluye la representación de tres de mis obras, y una de ellas es ‘El convidado’.

¿Se puede decir que su creación teatral ha ido pasando por distintas etapas? ¿Cómo definiría su teatro y cómo ha ido evolucionando?
No lo sé. Yo procuro ser siempre el mismo. Soy de piñón fijo.

¿Qué siente cuando ve representadas sus obras, pasadas por el filtro de cada director?
Los directores no son los más peligrosos. El peligro es una actriz o un actor corrigiendo una obra. Tengo algún recuerdo para olvidar; Lola Herrera me cambió ‘Juana del amor hermoso’.

¿Debe el teatro, y cualquier expresión artística, remover conciencias, tener una última función transformadora de la sociedad?
La fantasía da para pensar en todo. Lo de transformar es más difícil. Lo que nos cambia es un sistema económico. La economía es dinámica. Lo estamos viendo con esta pandemia. El teatro es un entretenimiento que puede educar.

Manuel Martínez-Mediero. Foto: Eduardo Sierra
Manuel Martínez-Mediero. Foto: Eduardo Sierra

El último volumen de la edición de sus obras completas está dedicado a Portugal. ¿Qué relación tiene con el país vecino?
Tengo dos nietas portuguesas y muchos amigos. Y he estrenado en el Teatro Nacional ‘Doña María II’. Sería feliz con la doble nacionalidad. Geográficamente y por su ventana al Océano Atlántico es un sueño.

No nos olvidamos de su faceta como articulista en diversos medios extremeños. ¿Cómo surgió esta posibilidad y que le aporta la opinión escrita en contraposición a la creación?
Surgió al proponérmelo Pepe Higuero, y después por la presión constante de Félix Pinero. Son los culpables. ¿Qué me aportó? Que me odiaran unos cuantos, que se sintieron heridos. Y el distanciamiento de algunos. Ni siquiera estaban felices los que supuestamente se beneficiaban de mis ironías, porque yo nunca pasé de ahí. Pero la ironía escuece y no se perdona. Mis columnas eran obras en pequeñito. Y nuestros políticos me parecen como aficionados.

En 1999 fue galardonado con la Medalla de Extremadura. ¿Qué supuso para usted recibir la distinción más importante de la región?
En principio una gran preocupación. Un susto tremendo. Y un orgullo difícil de canalizar. Me quedé sin palabras al proponérmelo el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Una cosa así dudas siempre de si la mereces. Y yo me llené de dudas y de lágrimas.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra impone la Medalla de Extremadura a Manuel Martínez-Mediero en 1999. Foto: Cedida
Juan Carlos Rodríguez Ibarra impone la Medalla de Extremadura a Manuel Martínez-Mediero en 1999. Foto: Cedida

¿Qué opinión tiene del teatro, en concreto, y de la cultura, en general, en Extremadura en el momento actual?
La cultura está atravesando un desierto inacabable. No me refiero a la individual. La colectiva no existe. Por muchos cuadros que le compremos a la baronesa Thyssen, esto no mejora. El teatro está bajo tierra. Estuvo en las trincheras, pero ahora está bajo tierra.

¿En Extremadura? No quiero hacer sangre. La cultura tuvo unos años esperanzadores, sobre todo en la época de Juan Carlos Rodríguez Ibarra al frente de la Junta de Extremadura, pero no tuvo continuidad y la han devuelto a la caverna. Y lo que es peor, es un cuerpo inerte, con individualidades. Por ejemplo, Javier Cercas vive en el Ampurdán, y viene a Madroñera, y se vuelve sabiendo que está donde la dejó. En El País Semanal leí hace poco que las esclusas del nuevo canal de Panamá son un invento de un ingeniero natural de Plasencia.

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