Gitano de Fuente de Cantos, aunque estrechamente vinculado a Zafra, Paco Suárez es un destacado compositor y director de orquesta que lleva toda la vida dedicado a poner en valor el flamenco y la identidad gitana.
Desde sus comienzos en el coro del colegio hasta su trabajo más reciente con la Orquesta de Extremadura para homenajear a ‘Porrina de Badajoz’, pasando por la creación de la European Romani Symphonic Orchestra, durante su carrera ha desarrollado un estilo único que fusiona el flamenco con la música sinfónica.
Ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza, siendo director de la Escuela Municipal de Música de Zafra durante más de tres décadas. Paco Suárez no solo es un músico talentoso, sino también un embajador de la cultura gitana y el flamenco, que trabaja incansablemente para que estas tradiciones sean reconocidas y apreciadas en todo el mundo.
Nacido en Fuente de Cantos, siempre se le ha identificado con Zafra. ¿Cómo recuerda su infancia y juventud, y cómo acabó en Zafra?
Todos mis abuelos son de Santa Marta, pero cuando mis padres se casaron se fueron a vivir a Fuente de Cantos porque cogieron un negocio, y los tres hermanos nacimos y estudiamos en Fuente de Cantos. Cuando yo tenía 16 años falleció el padre de mi madre y hubo que trasladarse a Santa Marta, porque mis abuelos eran terratenientes y había que cultivar aquello que habían dejado.
Al poco tiempo, con 18 años, fui a Zafra y tuve la oportunidad de cantar en una iglesia, en una misa. Yo venía de un colegio religioso, donde era el solista del coro, y tocaba la guitarra en la rondalla. Me ofrecieron cantar, y la directora del colegio de María Inmaculada, las claretianas, me ofreció un trabajo para enseñar a las niñas a tocar la guitarra y cantar las canciones religiosas.
Así se inició mi vida en Zafra y también mi andadura musical; primero dando clases, haciendo un coro, y además empecé de profesor en el instituto, hice una rondalla, etc.
¿Cuándo comenzó su interés por la música?
En Fuente de Cantos está el colegio de San Francisco Javier, Misioneros de la Preciosa Sangre, donde iba con mis hermanos, y se cantaba en las misas. Cuando tenía unos 6 años el director del coro vio que entonaba bien y empecé a ser el solista del coro, cuando se cantaba todo en latín. Eso me creó una afición, ahí empezó mi interés por la música; también es verdad que tengo algunos antecedentes familiares y personas cercanas, porque mi hermano mayor, Valentín, tocaba muy bien la armónica, y era el solista de la Orquesta Atlántida, en Badajoz, con la que también tocaba la guitarra eléctrica. Y en las familias de mis padres siempre ha habido alguien que tocaba la guitarra, cantaba o bailaba, aunque no fuera profesionalmente.
¿Por qué decidió matricularse en el Conservatorio de Badajoz?
La decisión de matricularme en el Conservatorio de Badajoz coincidió con mi Servicio Militar en Menacho, en 1974, porque me dijeron que a los soldados nos daban una beca en el Conservatorio. Yo tenía algunos conocimientos de música, del colegio, principalmente de guitarra, bandurria, etc., y empecé la carrera de piano. Poco después, en la banda militar me interesé por el saxofón y llegué a terminar la carrera; de hecho, yo soy profesor de saxofón.
¿Mientras estudiaba en Badajoz ya tenía claro que quería dedicarse profesionalmente a la música?
Fue algo que pasó con el tiempo. En aquella época yo tocaba la guitarra flamenca. En 1975 apareció Paco de Lucía con la canción ‘Entre dos aguas’, que fue el boom de la época; y yo conocí a Miguel Vargas, el gran guitarrista flamenco de Mérida, y nos dedicamos a dar conciertos de guitarra flamenca, y siempre tocábamos ‘Entre dos aguas’. Tuvimos bastante éxito, y después de 20 años me entraron las ganas de ser profesional. Cuando se siente el aplauso es un veneno, y ese veneno me cautivó.
¿Cómo fueron aquellos primeros años de dedicación a la música?
Cuando terminé el Servicio Militar me fui a Ibiza a trabajar, y tuve la oportunidad de entrar en una sala de fiestas, ‘Sa Tanca’, y formé el grupo ‘Extremadura 76’ con un hermano y un primo; comencé a hacer arreglos musicales para una orquesta que acompañaba a los artistas que iban a esa sala de fiestas a tocar y, casi sin querer, empecé a ser profesional.
En los cuatro años que estuve en Ibiza no paré de estudiar; luego me fui a Sevilla a estudiar Composición y Dirección de orquesta, y seguí con otros profesores en Madrid y en otras ciudades, porque no solo está el Conservatorio, a veces hay que buscarse profesores particulares que te enseñen. Soy compositor y director de orquesta porque el oficio me ha llevado a eso, y también por mis ganas de avanzar en la música.
En Ibiza conocí al saxofonista Juan Mena, que más tarde formó parte de la Orquesta Topolino y que en 2019 fue finalista de ‘La Voz Senior’. El primer día que llegué me pidió las partituras de las canciones que había arreglado, y no las tenía, pero al día siguiente se las llevé, de piano, saxofón y trompeta, y me sugirió que me dedicara a escribir música. Yo seguí cantando, pero así nació mi afición por la composición y la dirección de orquesta, con los ánimos de Juan, a quien le gustaba mucho cómo componía y arreglaba las canciones.
¿En esa formación tan variopinta, destacaría algún profesor que le haya dejado una huella especial?
Principalmente yo he sido músico de calle, y mis verdaderos profesores han sido mis alumnos; esto es muy curioso, porque yo he ido enseñando al mismo tiempo que aprendía con ellos. Yo diría que mis profesores de verdad han sido los miembros de la Coral Santa Cecilia de Zafra. En la Escuela Municipal de Música de Zafra, de la que he sido director 33 años, cuando me presenté a la oposición, en 1985, dije que mi ilusión sería crear una coral que cantara cuatro voces mixtas y una banda de música; en 1990 ya teníamos una banda con 45 músicos y una coral con 55 miembros. En aquella época fue cuando verdaderamente me hice director y compositor, con todo el trabajo que había por hacer.
También ha tenido su etapa de formación en el extranjero.
Efectivamente, en 1992 surgió la oportunidad de dar una conferencia en Estrasburgo sobre la música española y el flamenco, y de ahí salió el ofrecimiento de una beca para hacer un trabajo en todos los países del Este, junto con otro profesor italiano, Santino Spinelli. Para elaborar un libro sobre los orígenes de la música gitana recorrimos todos los países del Este de Europa, conocimos las músicas populares de los gitanos, y eso lo vinculé al flamenco, que era la música tradicional de España; hicimos un libro, y la beca me sirvió para estar durante cuatro años en el extranjero.
Gracias a esa experiencia fui capaz de establecer una orquesta sinfónica, la European Romani Symphonic Orchestra, formada por 50 músicos, gitanos que querían tocar sus músicas y no gitanos que querían tocar la música de los gitanos porque les gustaba. Con esta orquesta dimos más de 100 conciertos por toda Europa, y con ella acabé de hacerme compositor, director y responsable de ese tipo de música.
Háblenos un poco más de la European Romani Symphonic Orchestra.
La creación de esta orquesta supuso una gran proyección a nivel europeo. En todos mis conciertos había una primera parte de música sinfónica de inspiración gitana de Brahms, Liszt, Falla, Turina, Enescu, Bizet… era un repertorio muy agradecido, y yo como gitano lo sentía de una manera especial; pero, además, trabajando con estos músicos que eran del Este, y con mis hijos, y con mi exmujer, Ana Montaño, que cantaba muy bien flamenco, empecé a trabajar el ‘flamenco sinfónico’, del que me considero pionero. Ofrecimos muchos conciertos por toda Europa, y también aquí, en Extremadura, pero en 2012 tuvo que parar, por las dificultades presupuestarias, porque sin subvenciones era muy difícil mantenerla.
De su extensa producción como compositor nos fijamos en su trabajo más reciente, para conmemorar el centenario del nacimiento de ‘Porrina de Badajoz’, que acaba de estrenar con la Orquesta de Extremadura y ‘El Perrete’ en el Festival de Flamenco y Fado de Badajoz. ¿Qué ha querido transmitir con esta obra?
Soy gitano, flamenco, compositor, director de orquesta y extremeño. Cinco carreteras que me llevan a la misma meta, cinco maneras distintas de poder hacer algo por mi tierra; para reivindicar la fuerza del flamenco y la importancia que han tenido los gitanos en el flamenco en Extremadura, con los tangos y con los jaleos; para tener la oportunidad de trabajar con una de las mejores orquestas de España; por poder homenajear a ‘Porrina’, nuestro máximo cantaor flamenco. Se trata de una obra sinfónica sobre sus canciones, con la que quiero también reivindicar el orgullo por mi tierra, por mi flamenco, por mi gente: tenemos poetas, pintores, músicos, flamenco, un gran folclore, etc., eso es lo que he querido transmitir.
¿Cómo afronta el proceso creativo de componer una nueva obra?
Lo hago de acuerdo con los fines que tiene esa obra. Por ejemplo, cuando estuve con aquella beca de la Unión Europea descubrí una canción que en España no la conocíamos los gitanos ni nadie, que es el himno internacional gitano, el ‘Gelem Gelem’, una canción popular gitana a la que se le puso en 1971 una letra especial que quería transmitir las penas del holocausto. Aquello me hizo llorar; está cantada en romanés, pedí que me la tradujeran porque quería que se conociera en España, y con mi orquesta hice la primera versión sinfónica del himno internacional gitano.
¿Qué nos puede contar de sus próximos proyectos?
Después de la época de la European Romani Symphonic Orchestra he trabajado con otras muchas agrupaciones, como la Orquesta de la Comunidad de Madrid, la Orquesta de la Universidad de Alcalá de Henares, o la Orquesta de Alicante, y ahora estoy trabajando con la Orquesta de Extremadura.
Quiero seguir componiendo obras sinfónicas, que no tienen por qué estar vinculadas al flamenco; hago quintetos, octetos, música de cámara, marchas de procesiones… También quiero seguir dirigiendo, y grabar algunos discos. Y estoy trabajando con Ostalinda Suárez y Paquito Suárez, mis hijos. Paquito ya es director de orquesta, y ambos son profesores y unos profesionales extraordinarios con sus propios espectáculos; son uno de los grandes apoyos con los que cuento para poder seguir trabajando de manera profesional.
¿Sería capaz de definir su estilo como compositor y director de orquesta?
Mi estilo es más popular que académico. El flamenco me ha llevado a estar en fiestas familiares, donde no hay una rigidez académica, donde cada uno canta lo que quiere. Esa libertad de expresión que he tenido como gitano, como guitarrista y como flamenco, la he llevado a mi estilo.
Al componer me manifiesto de acuerdo con el momento en el que estoy. Como los gitanos, cuando estamos de fiesta, o cuando tenemos una alegría o una tristeza en nuestra familia; evidentemente, frenándome para que las composiciones tengan la rigidez armónica adecuada, melódicamente, rítmicamente, etc. Y como director de orquesta todo el mundo me dice que me muevo mucho, que parece que estoy bailando; es mi manera de sentir la música.
¿Cómo se combina la vida personal con una intensa carrera profesional como la suya?
He sido capaz de alternar mi trabajo estable como director de la Escuela Municipal de Música de Zafra con galas, giras en el extranjero, etc. porque me han ayudado mucho los distintos responsables municipales; cada vez que me hacía falta un permiso especial lo suplía con un trabajo extra. He tenido libertad en mi trabajo para combinar mi carrera profesional con mi vida familiar, pero además mis hijos y su madre son músicos, así que viajábamos siempre juntos en familia.
Volviendo a José Salazar, ‘Porrina’, cuando cantaba “gitano y de Badajoz” reivindicaba la importancia de nuestra tierra y la impronta de los artistas gitanos en el flamenco. ¿Se ha logrado ese reconocimiento, pasados los años, tanto para Extremadura como para el arte gitano en el flamenco?
‘Porrina’ fue el gran impulsor; él se fue a vivir a Madrid porque aquí no tenía terreno, se hacían las fiestas particulares de personas que le llamaban, pero con eso no podía vivir. Con otros cantaores viajaba por España, y empezó a reconocerse Extremadura por esa manera tan particular que tenía de cantar la música de nuestra tierra, lo que cantaba cuando estaba de juerga con su familia en Badajoz, los tangos y los jaleos extremeños. Y lo bueno que ha tenido ‘Porrina’ es que después ha venido su propia familia: Guadiana, su yerno, el hermano de Guadiana… que han vivido en Madrid y han seguido su tradición cantando por tangos y por jaleos.
Pero no hay que olvidar a otros, como ‘El indio’, de Miajadas; Cantero, de Mérida; ‘La Marelu’, de Badajoz; ‘La Caíta’, ‘El peregrino’, Romillero… tantos y tantos que han sido capaces de elevar el arte de la música flamenca de Extremadura a grandes alturas para que fuera reconocida universalmente desde que el flamenco es considerado Patrimonio de la Humanidad. Hay un dato curioso, y es que el primer documento que se presentó a la Unesco no fue aprobado porque faltaban los cantes de Levante y los extremeños.
¿Queda mucho por hacer? Por supuesto, pero para eso estamos nosotros, Miguel Vargas, Salomé Pavón, mis hijos… no quiero mentar a artistas porque me quedaría alguno en el tintero, y que no tienen que ser gitanos, porque el arte y el flamenco no es patrimonio de los gitanos, es patrimonio de la humanidad. Entre todos seremos capaces de hacer que nuestro flamenco, nuestro folclore, siga siendo tan especial que sea apreciado en cualquier parte del mundo.
En este sentido, ¿De qué manera puede ayudar su trabajo a que la cultura gitana sea comprendida y apreciada?
Me gusta mucho esta pregunta, porque me permite hablar de qué es la cultura gitana, que todavía no está reconocida. Los propios responsables de elevar nuestra cultura somos los gitanos, pero por desgracia, en todos los países del mundo, tenemos tantas carencias que, si no es con ayuda, no seremos nunca capaces de ponernos a la misma altura de la cultura predominante en cada país. Se están haciendo muchas cosas, estamos recibiendo muchas ayudas institucionales, pero tienen que ser constantes, porque los niños gitanos necesitan estar en los colegios, y los artistas necesitamos ayudas para seguir aprendiendo, y que ese arte tan particular que tenemos rítmicamente, melódicamente, con el flamenco, pueda estar introducido en el Conservatorio.
Puedo decir con orgullo que he sido el espejo durante los últimos 20 años en el cual se han mirado muchos gitanos jóvenes que ya están en los conservatorios y son profesores en distintos instrumentos; hablo de guitarristas flamencos, flautistas, percusionistas, pianistas gitanos que tienen sus carreras; todo el mundo conoce a David Peña Dorantes, a Juan Parrilla, a Ostalinda Suárez, a Paquito Suárez; a la Reina Gitana, una gran pianista profesora en el conservatorio de Jerez…
Nos queda mucho por demostrar y para que la cultura gitana sea verdaderamente apreciada con todos los valores que tiene. Esta es una de las labores a la que yo me he dedicado toda mi vida, arrimando un poquito el ascua a esa sardina; tenemos que seguir encendiendo la candela para que salga una comida que podamos degustar todos juntos y unidos.
¿Qué mensaje transmitiría a las futuras generaciones de gitanos?
Ya no somos hombres ni mujeres de guitarra de barrio, de La Luneta o del Gurugú, o de las 3.000 viviendas en Sevilla, que también los hay, claro está, pero ya no somos eso únicamente. Ya hay una gran generación de jóvenes que son profesores en las universidades, doctores, abogados gitanos, todo ha cambiado.
El porcentaje todavía es mínimo, y el secreto está en la educación escolar, que los gitanos tengan las mismas oportunidades que los demás para estar en el colegio, y que puedan acceder a la universidad; un sobrino mío es sargento de la Guardia Civil, otro es abogado de Zafra; no quiero personalizar, pero hay mucha gente que está dispuesta a aprender cosas y que solamente necesita la ayuda. Y estas generaciones también tienen que poner de su parte para conseguir este objetivo a través de la educación.