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Memorias del Covid (Segunda parte)

Memorias del Covid (Segunda parte)
Un militar limpiando la zona de Urgencias de un hospital durante el Covid. Boceto de Antonio del Barrio Estremera

Como os prometí en mi anterior artículo, ‘Memorias del Covid (Primera parte’), dedicado a la labor en la pandemia del mundo de la Sanidad, habría otro episodio, en este caso la segunda parte de memorias del Covid, que dedicaría al resto de la gente que intervino, hasta sus últimas consecuencias, para hacer posible superar de la mejor manera la dramática epidemia que causó siete millones de fallecidos en todo el mundo, hace ahora cinco años.

En esta inmensa cifra de muertos también se incluyen miles de fallecimientos de personas que dejaron su vida por ayudar a salvar la de los demás.

Podríamos contar innumerables anécdotas trágicas (dentro de su tarea de ayuda) de médicos, sanitarios, farmacéuticos, personas civiles, militares, policías, guardia civil, bomberos, religiosos, gente del campo (agricultura y ganadería de todo tipo), del mar, de la administración, de la enseñanza, de las comunicaciones, de las artes, del mundo del espectáculo, del deporte, de las grandes cadenas de alimentación y pequeños establecimientos, de la hostelería, proveedores de material sanitario, personal de seguridad, talleres mecánicos, servicios aéreos y portuarios, del sector jurídico-financiero, del mundo administrativo, de los servicios de limpieza, de los transportes , fontaneros, electricistas, cerrajeros, carpinteros y otros oficios, y demás empleados de mantenimiento, de voluntarios, empresas autónomas de todo tipo, grandes empresas, en fin de todas aquellas personas que en esos momentos eran imprescindibles para mantener los servicios necesarios que hicieran que un mundo mudo, oscuro, desaparecido, se moviera en la mejor dirección posible para salvar la trágica situación generada por el virus del Covid19.

No quisiera dejarme a nadie en esta larga lista de personas que entregaron hasta su alma para ayudar a la sociedad en aquel momento. Si he omitido algún colectivo os ruego me perdonéis. Mi afecto, mi agradecimiento, mi comprensión y mis poemas van para todos.

También quiero tener unas palabras de agradecimiento para todas aquellas personas que, desde los balcones, animaban de mil formas para que la gente que se asomaba a sus ventanas atisbara un ápice de alegría o aprendiera algo que ayudase a vivir mejor su encierro involuntario.

En aquellos días de calles vacías, de balcones poniendo voz al ‘Resistiré’ de las ocho de la tarde (emblemática canción del Dúo Dinámico, que desde entonces es un himno de fuerza y valor para el ser humano), de mascarillas improvisadas para recibir cada día los pedidos de alimentos, de gente psicológicamente destrozada por estar detrás de los ‘barrotes’ de su propia casa sin salir o, a lo sumo, esperando que las ambulancias se llevasen a algún ser querido al hospital o quién sabe dónde, hubo necesidad de que mucha gente se armase de valor y saliera a la calle a realizar la tarea que la mayoría no podía o no estaba preparada para hacer por el dramatismo y las dificultades del momento; pero ellos, con su entrega, sirvieron para articular el ‘cuerpo’ casi esquelético de la propia sociedad y hacer que el horror, aun siendo mucho, se quedase en mucho menos de lo que pudo haber sido.

Sería bueno que los líderes sociales y públicos no olvidasen a todo este “mosaico de valientes”, que entregaron mucho más del cien por cien “del presupuesto de sus vidas”, para que no se desmoronase el “proyecto de ciudadanía herido de muerte por un virus asesino”, y analicen sus demandas cuando acontezca y ¡Si por sentido común, por justicia y por objetividad son razonables! les entreguen al menos lo que sea menester y justo para mantener sus vidas y sus puestos de trabajo con dignidad y con los menores riesgos posibles.

Recuerden siempre al presupuestar sus ‘peticiones’ el cheque en blanco que ellos entregaron a todos en la pandemia, ellos cumplieron hasta morir (en muchos casos) y por justicia hay que reconocerles su mérito, no solo con palabras, sino con hechos, y no siempre ha sucedido así.

He de decir, además, que el motivo principal de esta serie de dos artículos y poemas (Memorias del Covid, Primera y Segunda parte) nace de la deuda moral que mi alma y mi corazón y mi mente tenía y tiene con toda esa gente que entregó hasta su vida en la pandemia por salvar la mía y la de muchos más con su labor de vigilancia de la salud y con el servicio a todos en todos sus órdenes. Decimos en España “es de bien nacidos ser agradecidos” y eso es lo que expreso en mis letras, agradecimiento; se lo debía.

Dicho esto, paso a comentaros los poemas que dan lugar a este texto. En uno de ellos, el 20 de abril de 2020, doy gracias a todos los que ayudaron con su apoyo en esos días (excepto al sector sanitario, ya hice lo mismo para ellos un 19 de abril de 2020 y lo incluí en la primera parte de ‘Memorias del Covid’, por ello no forma parte de este poema), cumpliendo mi promesa de escribir para todos porque todos lo merecieron.

El otro poema lo escribí el 23 de diciembre de 2021, víspera de la cena de Nochebuena (de ahí que, vinculándolo con la crisis sanitaria, lo denomino ‘La cuaren-cena’, jugando con las palabras, para felicitar la navidad de 2021-2022, dos años después del comienzo de la catástrofe, poniendo de manifiesto lo recorrido, las precauciones y el presente que en ese momento aún era de temor, de riesgo (hasta el 5 de mayo de 2023 la organización mundial de la salud no declara el fin de la emergencia sanitaria internacional por motivo del Covid).

Como en el anterior artículo sobre el Covid, es necesario el comentario a pie del poema, pues da información del momento en que se produce y de lo que sentía en aquel instante.

Muchas gracias a todos y de, igual forma que en mi anterior artículo, mi más sentido pésame y mi corazón para con las víctimas y sus familias.

Por último quiero acabar con el deseo, compartido por todos, de que aquel horror no vuelva a suceder jamás.

A todos los demás, gracias

Lo hice con sanitarios
tenía deuda con los demás
prometí unas letras en ‘calvario’
a los otros héroes del impás
en este abismo diario.

¡A las farmacias!
por sus medicinas ‘compartidas’
que han salvado tantas vidas
con las suyas en desgracia.

¡A bomberos, militares, policías
también a la guardia civil
a voluntarios de oficios mil!
que de noche y de día
para ayudar a ‘vivir’
montaron la ‘enfermería’.

¡A limpiadores de calles
a cadenas de alimentos!
porque en el dolor y tormento
se hacen grandes sus ‘detalles’.

¡A quien cultiva los campos
a los que ‘luchan’ la mar
a quién nos ‘trae al mercado’
lo que regala ‘el arado’
y lo que ‘brota’ al pescar!

¡A quien nos trae las noticias,
a los empleados
a los que son del Estado
y a esos que por ‘pericia’
son ahora reclutados!

¡A los que sanan la fe!
porque ‘quizás haya cielo’
cuando nada ‘se ve’
en el ‘último vuelo’.

¡A la cultura del pensamiento
y a la del espectáculo!
porque del entretenimiento
hicisteis virtud sin preámbulo.

¡Y también a voluntarios!
por entregar de vosotros
tantas cosas a diario.

Y finalmente ¡A todos aquellos
que habéis colaborado
para sacar en lo malo ‘lo bello’
y mi memoria haya olvidado!
pido ‘perdón por ello’
¡¡Gracias a todos!!
por vuestro trabajo
para salvarnos la vida
a unos con ‘oxígeno y mascarilla’
a otros, a los que el ‘virus’ no atrajo
confinados, ‘en la mesa de camilla’.

Antonio del Barrio Estremera, por todos vosotros
A 20 de abril de 2020.

 

La Cuarencena

Es curioso y es la vida
aprendemos tantas cosas
cuando tenemos caídas
y se marchitan las rosas.

Ya dos años con el Covid
¡el veinte, que nos tocó
y su hermano veintiuno!
y aprendimos a vivir
aunque fuera inoportuno.

Supimos de mascarillas
y de vacunas también
de alejarnos entre humanos
para seguir todos bien
y de limpieza en las sillas
por un ‘virus’ tan infiel.

Y de pronto, se pasó
pero llega Navidad
y el humano lo truncó.

Y a la noche de Nochebuena
esa especie que es ‘el hombre’
hasta la puso otro nombre
que decimos ‘Cuarencena’.

¡Y ya con mucha prudencia
os felicito las fiestas!
y dejemos que la ciencia
consiga la enorme ‘gesta’
de curar esta impotencia.

23 de diciembre de 2021
¡Feliz Navidad 2021-2022!
La ‘Cuarencena’ es un término que me invento para asociar las cuarentenas obligadas con motivo del virus del Covid, que diezmaron las cenas de Navidad en los años 2020 y 2021.

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