Nacida en una familia con una profunda tradición musical, Miriam Cantero Díaz creció inmersa en los ritmos y las emociones del cante flamenco, que resonaban en cada rincón de su hogar. La voz de su abuelo Demetrio, cuyo cante evocaba un pasado de esfuerzo y pasión, así como sus primeros pasos en el escenario, donde sus familiares la alentaron a emprender su trayectoria artística, han sido fundamentales en su formación.
El impacto de Cáceres, su ciudad natal, ha moldeado su percepción del arte. Para Miriam, el flamenco es más que un género musical; es una manera de vivir y sentir. Sus recuerdos de la Semana Santa, con la tradición saetera arropando su infancia, y la dinámica de los camerinos y ensayos familiares han creado en ella un lazo profundo con la cultura flamenca, un vínculo que trasciende generaciones. Esta conexión se refleja en su primer álbum, ‘Maestras’, un homenaje a grandes mujeres de la música, en el que reafirma su compromiso con el legado artístico del flamenco.

¿Cómo recuerdas tu infancia en Cáceres, había influencias musicales en tu familia?
La recuerdo como una infancia feliz, en la que no faltaba el flamenco en casa, en las fiestas familiares y en los escenarios. Mi abuelo era un gran aficionado al cante; mi padre, mi madre y mi hermana, cantaores; mi hermano un gran aficionado a la guitarra y a otros géneros como el rock, que también ha influenciado en mí en un gusto por la variedad musical. Guitarras y pequeños teclados con los que me gustaba jugar sacando canciones de oído. Recuerdo días de ensayos en casa, viajes para verlos actuar, el ambiente en camerinos y entre bastidores, compañeros del mundillo. La Semana Santa también se vivía de manera muy especial en mi casa, sintiendo sus voces tarareando las saetas que después cantaban en la calle y en los recitales. Momentos de emoción cuando les escuchaba cantar. Me he criado en ese ambiente de vida artística y lo he vivido de una forma natural y bonita, que recuerdo con cariño.
¿Cuándo descubriste que querías dedicarte profesionalmente al flamenco?
Desde muy pequeña veía actuar a mis padres y mi hermana, vivía con ellos los viajes, las pruebas de sonido, los momentos previos, el después de actuar, etc. Y recuerdo una anécdota que le hizo mucha gracia a un amigo de mis padres, que les solía acompañar como presentador en sus actuaciones; después de una de sus actuaciones le pregunté, con toda la inocencia y espontaneidad del mundo, “¿Y yo, cuándo canto?”. Toda una declaración de intenciones con unos 5 años. Por mi timidez no me atrevía a subir al escenario, hasta que un día me empujó mi hermana para acompañarle a las palmas, una niña de 13 años. Desde ese momento que sentí por primera vez la fuerza del escenario tuve claro que ya no quería bajarme. Aunque también me gustan mucho y disfruto cantando otros géneros, el flamenco lo llevo en la sangre, y en aquel momento emprendí un camino de continuo aprendizaje y evolución como artista.

¿Qué impacto ha tenido tu ciudad natal en tu forma de entender el arte?
En mi forma de entender el arte tiene mucho que ver Aldea Moret, el poblado minero donde se criaron mis padres; esas minas donde mis abuelos trabajaron en unas condiciones infrahumanas, jugándose la vida día a día. Una vida muy dura en una época difícil en tiempo de posguerra. Por aquel poblado, en las tabernas, las calles y las casas se escuchaba con alegría una voz flamenca y timbrosa, la de mi abuelo Demetrio, quien sembró la semilla del flamenco en mi familia. Con un chato de vino y unos cantes aliviaban sus penas. El eco de su voz sigue vivo en el recuerdo de las familias que lo escucharon cantar y que aún viven en el poblado.
Por otra parte, sabemos de la importancia de la Semana Santa cacereña y es algo que en mi familia siempre hemos vivido con intensidad. Somos una familia de saeteros y probablemente se lo debemos también a la emoción que nos transmite nuestra Semana Santa. Sin olvidar una saeta antigua que se conserva en Cáceres, la saeta cacereña, de la que hice una versión la pasada Semana Santa, ‘La Cacereña’.
¿Cómo ha sido tu evolución desde que comenzaste en el mundo de la música?
Desde que no me atrevía a subirme al escenario, hasta dar el paso de acompañar a las palmas, el cajón, los coros y el cante alante, hasta la artista que soy hoy, creo que ha sido un largo proceso de superación, aprendizaje y evolución en el que sigo avanzando y que no acabará nunca. Desde un flamenco ortodoxo hasta un flamenco fusión que estoy desarrollando con mi primer álbum, ‘Maestras’, en homenaje a grandes artistas mujeres de la historia de la música, jugando con otros géneros, que es algo que disfruto muchísimo y que me hace mirar hacia nuevos horizontes.
¿El duende y el arte flamenco se hacen o se nace con ellos?
Creo que primeramente se nace, pero se complementa con hacerse. Un diamante en bruto no brillará si no se pule.
¿Has tenido referentes al moldear tu forma de entender el flamenco?
Considero fundamental beber de la fuente de los grandes artistas de la historia del flamenco y también escuchar las nuevas propuestas del flamenco actual. De los antiguos, por su tipo de voz y su forma de interpretar el cante, son importantes para mí Marchena, Valderrama, Vallejo, Niña de La Puebla, Niña de los Peines, Porrina de Badajoz o La Marelu, entre muchos otros. De los actuales, me gusta escuchar a Sandra Carrasco, Israel Fernández o Kiki Morente, entre otros.

¿Con qué palo flamenco te sientes más cómoda?
Es difícil para mí elegir un solo palo, porque el flamenco es muy grande y ofrece una variedad casi infinita de formas diferentes, de la alegría a la pena, de los cantes libres a los cantes de compás. Disfruto mucho, por ejemplo, con los cuplés por bulerías o un cante por tangos extremeños; también me hacen emocionar muchísimo tanto la saeta como los cantes mineros, que me llevan de manera especial a mis raíces; pero quizás la milonga, por su carácter melancólico y desprovisto de compás, me hace sentir libre, dejándome llevar y jugando con mi voz con dulzura, velocidad y con capacidad de interpretar el cante con un sentimiento especial.
Antes nos hablabas de tu especial relación con las saetas.
Esa afición viene desde que era muy niña y, agachada en el balcón, escuchaba cantar saetas a mis padres y a mi hermana en la Semana Santa cacereña, llena de emoción. Cantar saetas ha sido uno de los pasos más difíciles que he dado en mi carrera y, sin embargo, ser saetera es algo que actualmente está muy arraigado en mí como cantaora. Siempre he considerado este cante como uno de los más difíciles por varios motivos, entre los que cabe destacar la dificultad vocal que entraña, desprovisto totalmente de acompañamiento musical, que requiere tener ciertas facultades, como control respiratorio, capacidad de ornamentación, concentración, conocimiento de cada estilo, etc. Y, todo esto, teniendo en cuenta algo tan difícil como el control de la emoción, porque no olvidemos que la saeta es una oración cantada y se hace desde la fe, con lo cual es lógico que los sentimientos estén a flor de piel al cantar a ese Cristo o esa Virgen que tienes delante y esto dificulte mucho el control vocal. Y yo añado un plus de emoción por mi tradición familiar, que me lleva a esos recuerdos y a esa emoción que vivía de niña escuchando a los míos.
¿Qué papel juega la improvisación en tus actuaciones?
Depende del formato que lleve, puedo tener más o menos margen de improvisación. Por ejemplo, en el espectáculo ‘Maestras’ ofrecemos un repertorio muy estudiado con los músicos, porque al fin y al cabo estamos ofreciendo los temas que componen este álbum pero con el toque especial de ser llevado al directo, y el margen de improvisación es un poquito menor, aunque siempre me gusta jugar con algún adorno nuevo, etc. Sin embargo, cuando voy acompañada por guitarra, palmas y cajón, muchas veces no tengo ni un repertorio fijado, ahí tengo mayor libertad de improvisación, incluso para cambiar el repertorio y hacer un tipo de cantes que considero más apropiado dependiendo del tipo de público al que nos dirigimos.
Intuimos que la conexión entre la cantaora y el guitarrista es fundamental en el flamenco. ¿Cómo surge tu relación con Rodrigo Fernández, el guitarrista que te acompaña, y qué papel juega en la creación y el desarrollo de tu música?
Conocí a Rodrigo en Badajoz, durante un proyecto de espectáculo flamenco del que formaba parte. Desde que le escuché tocar y él me escuchó cantar surgió algo muy bonito, comenzamos a conocernos y se trata, sin duda, de un flechazo artístico y personal. Conectamos muy bien, ambos tenemos una forma especial de sentir el flamenco con distintos colores y nos entendemos a la perfección. Él tiene un toque único, muy personal, es un gran guitarrista, gran compositor, gran productor y mejor persona si cabe. Me siento muy afortunada de tenerle a mi lado. A él le debo muchísimo mi crecimiento como artista y no decaer en el camino. Él es el productor musical de todos mis lanzamientos, las producciones maravillosas que hemos conseguido bajo su dirección hasta ahora, con mi primer disco ‘Maestras’, y siguiendo con miras de nuevos proyectos y hacia adelante.

¿Qué habría que hacer para mantener viva la esencia del flamenco?
En mi opinión, el futuro del flamenco está asegurado, ya que viene una larga cantera de artistas flamencos jóvenes, algunos con propuestas muy novedosas, que arrastran a las nuevas generaciones, y eso es muy importante; pero debe darse una buena convivencia entre la conservación y difusión del flamenco ortodoxo junto con la aceptación de un nuevo flamenco, porque, como la vida misma, todo está en constante evolución.
Por supuesto, también es muy importante el apoyo institucional para seguir llevando a cabo los ciclos, festivales y espectáculos flamencos, así como en el ámbito educativo algo tan lógico como llevar el flamenco a los conservatorios y a los colegios, ya que, por ejemplo, resulta increíble que en los libros de texto de la asignatura de Música apenas se mencione el flamenco, que nos representa como país en el resto del mundo. Es fundamental que desde niños nos familiaricemos de manera cercana con nuestras músicas.
¿Qué opinas de la fusión del flamenco con otros estilos?
Es algo que he podido experimentar con mi disco ‘Maestras’ y me encanta. Lo escucho también en otros artistas y creo que pueden resultar propuestas muy enriquecedoras.

¿Sientes cuando actúas fuera de Extremadura que el público ‘entiende’ el flamenco como nosotros?
Para responder a esta pregunta recuerdo unos versos del escritor cacereño Emilio González de Hervás, amante del flamenco: “Sabé der Cante, Dios mío! Si Don Miguel de Cervantes con tó el Quijote escribío’ no supo der cante ná… Pa paladeá er Cante, hay que sentirlo y callá”. Así lo comprendo yo; no se trata de entender el flamenco sino de sentirlo. Tanto en Extremadura como fuera, habrá quien lo sienta más o menos, incluso a un extranjero le puede llegar a emocionar mucho más que a un extremeño. Es cierto que en nuestra tierra contamos con una tradición flamenca arraigada, con nuestros cantes autóctonos, los tangos, los jaleos, variantes personales, grandes artistas flamencos, etc. Al igual que otras regiones, como Murcia, Madrid, Barcelona o Andalucía, donde la tradición flamenca también es evidente. He de decir que tanto en Extremadura como fuera de ella he sentido una acogida muy buena por parte del público.
¿Qué le falta a Extremadura para que se conozca, y reconozca, todo su potencial en el flamenco?
Creo que los extremeños pecamos de humildes y se valora mucho más lo que viene de fuera; otro gallo cantaría si defendiéramos y diéramos más valor a lo nuestro. Hace falta mucha unión, especialmente entre las dos provincias, mucho apoyo para seguir ofreciendo festivales y espectáculos flamencos de calidad dentro y fuera de la región, así como abrir puertas a los artistas extremeños para que participen en los festivales flamencos más importantes a nivel nacional e internacional, entre otras cosas.
¿Qué otras pasiones tienes fuera del mundo del flamenco?
Me gusta escuchar todo tipo de música: fusión, latina, música negra, música clásica, rock, pop, copla, boleros, chill out, música de décadas pasadas, etc. Me encantan artistas como Whitney Houston, Celine Dion, Mónica Naranjo, Rocío Jurado… Aparte de la música, me encanta el verano, la playa, viajar, disfrutar de la naturaleza y de mi familia…
Acabas de presentar tu primer trabajo discográfico, ‘Maestras’. ¿Cómo surge esta idea y qué vamos a encontrar al escucharlo?
Este proyecto se empezó a cocinar hace mucho tiempo a raíz de su impulsor, Juan Valderrama, quien me empujó a grabar mi primer disco y a guiarnos en el inicio de la ruta. Por una serie de circunstancias, entre ellas la pandemia, tomó las riendas del proyecto Rodrigo Fernández, el productor del disco, dando un giro a la idea inicial del proyecto (flamenco ortodoxo), llevándolo hacia un flamenco fusión muy actual.

‘Maestras’ es un álbum homenaje a grandes mujeres artistas de la historia de la música, cantaoras y cantantes, como La Niña de los Peines, La Marelu, Rocío Jurado, Amalia Rodrigues o Chavela Vargas, entre otras, poniendo en valor el papel de la mujer en el mundo de la música, mujeres valientes que consiguieron un lugar en un mundo de hombres, sacrificando su propia reputación. En este trabajo discográfico podemos encontrar un abanico musical lleno de colores diferentes, dentro de un concepto actual con efectos digitales, fusionando el flamenco con otros géneros, desde alegrías, bulerías, tangos o fandangos de Huelva, hasta latino, funk, reggaetón, música balcánica o chill out. Fue grabado en Sonanta Studio, en Cáceres, y hay detrás de él un elenco maravilloso de grandes músicos, como Juan Carlos Jiménez, Francisco Roca o Aitor Moya, y grandes artistas colaboradores como María Toledo, Makarines, La Kaíta o Necke El Escritor.
Fue emocionante poder hacer el preestreno de ‘Maestras’ en directo en el Festival Womad, con la Plaza Mayor de Cáceres llena; y, por supuesto, especialmente emotivo fue el reciente estreno oficial en el Gran Teatro de Cáceres. ‘Maestras’ está a la venta en formato físico, CD y vinilo, en mi web y estamos ultimando la gira de presentación, un espectáculo que creo que nadie se debería perder.