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‘Montañas y mar’, de Helen Frankenthaler. Grada 177. Inmaculada González

‘Montañas y mar’, de Helen Frankenthaler. Grada 177. Inmaculada González
Foto: Fundación Frankenthaler
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Nacida en una época donde la educación de las niñas estaba sometida a una estricta norma, Helen Frankenthaler (1928-2011) se dejó fluir y que su propia creatividad le marcara el camino. Así consiguió destacar como una de las máximas exponentes del expresionismo.

Se interesó por la pintura ya desde la infancia, y sus padres, receptivos a esa vocación, le procuraron una selecta educación en bellas artes. Tuvo un mentor artístico bajo cuya dirección aprendió todo lo relacionado con el cubismo de Picasso y Braque, lo que sería fundamental en su trayectoria posterior. De la mano de Clement Greenberg descubrió la producción de reputados artistas del momento, especialmente Jackson Pollock. Viajó varias veces a Europa, interesada en especial por la pintura del Quattrocento y los antiguos maestros.

Una de sus obras más tempranas, ‘Montañas y mar’, obtuvo ya una repercusión inusitada; se trata de una pintura abstracta en la que la luz y el color diáfanos de las colinas, las rocas y el agua muestran un delicado equilibrio entre dibujo y pintura, al modo de una gran acuarela. Esta obra constituye uno de los avances más significados ante el estancamiento que el arte americano venía sufriendo tras la eclosión de los expresionistas abstractos del periodo de entreguerras.

Frankenthaler desarrolló un método bautizado como ‘campo de color’ (‘color field’) o ‘abstracción pictórica’, más afín con el paisajismo tradicional chino que con la Escuela de Nueva York. A diferencia de Pollock, mezclaba aguarrás diluido en la pintura que derramaba sobre el lienzo para que se impregnara de él completamente; así conseguía alejarse del enfoque gestual y la retórica romántica tan propia del expresionismo abstracto (técnica denominada ‘soak stein’).

Creaba paisajes diáfanos, donde las zonas de color cambiantes a veces resultaban casi transparentes. Absorbidas por las fibras de algodón, sus pinturas creaban un efecto óptico de profundidad, restando espacio a la perspectiva y manteniendo, aun así, el aspecto de los lienzos planos y despreciando la tridimensionalidad.

Otra particularidad de su pintura es que era visualmente diversa. Cada una de sus obras se planteaba como una exploración independiente. Amplió su campo artístico al retomar otras disciplinas como las cerámicas pintadas, esculturas, tallas en madera, tapices, grabados, e incluso el diseño de la escenografías y vestuarios para el Royal Ballet de Inglaterra.

La máxima que aplicó durante su carrera artística fue que no hay reglas; así es como nace el arte, como suceden los avances: ir contra las reglas, o ignorar las reglas. De eso es de lo que tratan los inventos.

Helen Frankenthaler falleció a los 83 años, tras una larga enfermedad, en su casa de Connecticut, siendo reconocida como una figura esencial de la pintura estadounidense posterior a la II Guerra Mundial.

Crédito de la imagen

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