Juan Antonio Narro
Este impresionante templo de la capital de la Champaña es algo más que una espectacular catedral gótica. Es una muestra pura de gótico francés y una parte importante de la Historia de Francia. Lugar de coronación de numerosos reyes (el último rey coronado allí fue Carlos X en 1825), fue el escenario de grandes acontecimientos históricos de este país.
Desde el siglo XIII en el que empezó su construcción ha sufrido, lógicamente, numerosas remodelaciones y reconstrucciones. Como curiosidad, aquí se consagró el rey Carlos VII en 1429, con la presencia de Juana de Arco y Guilles de Rais.
Durante la Primera Guerra Mundial, en la que se instaló un hospital en su interior, fue bombardeada por los alemanes al considerarla un símbolo de Francia. Por esta razón se refieren a ella como ‘la mártir’. También fue el escenario elegido para firmar en 1962 la reconciliación entre Francia y Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, con el general De Gaulle y el canciller Konrad Adenauer.
Su riqueza es impresionante en todos los ámbitos: histórico, arquitectónico, escultórico, vidrieras, etc. Por citar un ejemplo representativo, es la catedral con más estatuas de Francia; sobrepasa las 1.300. Estos argumentos, y otros de igual peso, hicieron que la Unesco la declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1991.
Las dos grandes torres gemelas que custodian la fachada, diseñadas inicialmente para ser más altas, reciben al visitante como testigos mudos de cuantos acontecimientos acaecieron en su interior. Es importante mirar el edificio pensando en la época en que se erigió, con las técnicas que había y con los escasos recursos con los que se contaba, para apreciar, aún más, su grandiosidad. El entorno ayuda a dejar volar la imaginación.
Una de las esculturas más célebres es ‘el ángel sonriente’, que se ha convertido en emblema de la ciudad. Se encuentra en la fachada y es fácil de localizar. Las razones de esta fama no te las adelanto. Seguro que te gustará conocerlas cuando estés allí.
Hace poco tiempo tuve la oportunidad de visitarla. No dejó de sorprenderme nuevamente. Era la segunda vez que me acercaba a esta preciosa ciudad francesa, distante unos 160 kilómetros de París. Cogí mi cámara y no perdí la ocasión de fotografiarla. Era casi una obligación. El peso de la Historia y del Arte que nos rodea atrapa al viajero y al fotógrafo.
Mi consejo es visitarla junto a un guía. Hay tantas anécdotas, curiosidades, historietas, detalles, intrigas, etc. que pasarían desapercibidas si la visitáramos solos. Créanme; estamos ante uno de los edificios religiosos más bonitos que puedan ver en Europa.
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