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Oráculos. Grada 159. Juan Zamoro

Oráculos. Grada 159. Juan Zamoro
Foto: Pixabay. Gerd Altmann
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El poder de los oráculos ha quedado recogido, en innumerables ocasiones, en la literatura, la pintura y el resto de las artes con las que nos permitimos representar la realidad o, en ocasiones, inventarla. Quizás sea ahora el momento en que dicho concepto trascienda a ámbitos más terrenales, como la ingeniería y la informática.

En su sentido más estricto ‘blockchain’ (cadena de bloques) es, además de la plataforma tecnológica detrás de Bitcoin y de otros sistemas de criptomonedas similares, un tipo de base de datos descentralizada que permite registrar y hacer un seguimiento de transacciones.

Funciona como un libro de contabilidad abierto y distribuido que puede almacenar las operaciones entre dos partes de forma eficiente, verificable y permanente. Esto incluye desde transacciones económicas, registro de deudas, documentos legales, registros médicos, certificados de nacimiento o registros de identidad, hasta mercados cuyos participantes no necesitan conocerse entre sí, regulados por contratos inteligentes que permiten a los ordenadores negociar y realizar transacciones de forma automatizada.

‘Blockchain’ permite que esto suceda sin necesidad de que los participantes confíen unos en otros o en una autoridad centralizada, como un banco. Esto tiene enormes implicaciones, no solo para las criptomonedas, sino para las instituciones financieras del mundo, los mercados de valores, el registro de propiedad de los gobiernos y, potencialmente, casi cualquier ámbito de relaciones humanas organizadas alrededor de contratos.

Los contratos inteligentes (‘smartcontracts’) son una parte crucial de la tecnología de las criptomonedas, y sirven para el mismo propósito que los contratos normales, especificando las reglas y las sanciones en torno a un acuerdo.

Se codifican en lenguaje informático y no en lenguaje jurídico y, como todas las criptomonedas, ‘viven’ en la cadena de bloques. Solo cuando se cumplan estas reglas se realizarán las modificaciones correctas en los ‘smartcontracts’. De este modo estos contratos pueden utilizarse para gestionar cualquier activo digital sin necesidad de confianza o supervisión de terceros.

Por ejemplo, es perfectamente posible firmar un contrato de seguro de producción agrícola que indemnice al tomador si en su entorno geográfico se alcanzan temperaturas superiores a 45º C durante tres días seguidos. De ser así, la aseguradora liquidará el importe pactado al asegurado. Por lo tanto, bastará con informar al contrato de la ocurrencia de esas temperaturas elevadas para que, sin intervención humana, se ordene la transferencia acordada de la cuenta de la compañía a la del beneficiario.

¿Pero quién controla que se cumplan las condiciones que determinan la ejecución de cada ‘smartcontract’? Los oráculos.

Un oráculo es un agente que encuentra y verifica sucesos del mundo real y envía esta información a una cadena de bloques, permitiendo que los contratos inteligentes reaccionen en consecuencia.

Un oráculo puede proporcionar datos de internet, por ejemplo, mediante consultas SQL a bases de datos remotas; también puede enviar información sobre el mundo físico utilizando sensores en el mundo real y puede enviar información sobre el mundo legal a una cadena de bloques. Cualquier tipo de servicio automatizado, incluyendo las APIs remotas y otros servicios basados en ‘blockchain’, puede ser potencialmente utilizado como un oráculo.

Si el código de los contratos inteligentes actúa como un juez imparcial que hace cumplir las reglas de un acuerdo financiero o contractual, los oráculos son los testigos que obligan a las contrapartes a ser honestas, porque nunca saben cuándo sus declaraciones serán comprobadas por el código/juez.

El propósito y los resultados de los oráculos de ‘blockchain’ es aumentar la cantidad de datos que están disponibles para que los contratos inteligentes los utilicen, permitiendo, por ejemplo, que interactúen con el Internet de las Cosas (IoT). Dado que el número de dispositivos conectados a internet crece exponencialmente, es previsible que los contratos inteligentes amplíen su funcionalidad y alcance, hasta hacerse ubicuos en muy pocos años.

Hay tres tipos de fuentes de datos que se califican como un oráculo de ‘blockchain’:

  • Un ‘feed’ de información (noticias, cotizaciones, resultados deportivos…) descentralizado y a prueba de censura.
  • Eventos de la vida real que tengan lugar y que sean verificables en la ‘blockchain’, como el tiempo, el tráfico, el resultado de las elecciones, etc.
  • Fuentes de datos autentificadas que permitan asegurar realmente los contratos inteligentes proporcionando información como nombres de usuario/contraseñas o identidades.

Si atendemos a la propia naturaleza de ‘blockchain’, su fortaleza radica en el carácter distribuido que asegura su inviolabilidad, ya que nadie puede cambiar ni uno solo de los registros almacenados. Parece lógico que se exija a los oráculos el mismo nivel de seguridad.

Así pues, comienzan a proliferar redes de oráculos distribuidos donde los usuarios pueden enviar un bloque de datos a la red y obtener un resultado. La red se dispersa entre muchas máquinas, para que no haya lugar a censura en el sistema, y tampoco modificaciones interesadas. Algunas de estas plataformas retribuyen a sus usuarios cuando la información que aportan se considera válida, aplicando sanciones en caso contrario.

En el ejemplo anterior, un oráculo adecuado proporcionará información veraz y fidedigna de las condiciones climáticas del entorno del asegurado, a través de una colección de sensores que den fe de las altas temperaturas. Cuantos más sensores existan y más independientes sean, mayor será la fiabilidad del oráculo.

Estamos, por tanto, ante una nueva posibilidad de utilización mercantil de cualquier tipo de información almacenada. Está por ver cómo afecta a nuestra privacidad y cuán segura resulta a la hora de resistir manipulaciones intencionadas para hackear quién sabe qué contratos inteligentes.

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