¡Estrellitas, estrellitas! ¿De qué color son mis recuerdos y mis sueños?
Comulgar con ruedas de molino
Esta locución hace referencia al hecho de aceptar como ciertas aquellas mentiras o embustes tan claros y evidentes que son imposibles de creer o de admitir; o al de claudicar fácilmente a un engaño tosco e indudable. Evidente: algo que se puede aplicar fácilmente a alguien que se deja engañar, pues lo cree sin oponer resistencia.
Según se piensa, esta locución provendría de la imagen absurda de intentar tragarse una rueda de piedra tan grande y pesada como la de los antiguos molinos, algo que resultaría imposible engullir. Y puede que en un principio la expresión tuviera su origen en la misa católica donde la pequeña hostia de la comunión es fácilmente tragable, no así una pesada rueda de aquellos antiguos molinos.
En algunos países sudamericanos la rueda de molino es sustituida por una rueda de carreta.
La carabina de Ambrosio
Se dice de algo inservible e inútil, ya que el mítico Ambrosio cargaba su carabina con balas sin pólvora. En un texto de 1900 (‘Por esos mundos’) se dice que Ambrosio fue un labriego que existió en Sevilla a principios del siglo XIX. Como las cuestiones económicas no marchaban a su antojo, decidió abandonar los aperos de labranza y dedicarse a salteador de caminos, acompañado solamente de su carabina. Pero como su candidez era proverbial en los contornos, cuantos caminantes detenía lo tomaban a broma, obligándolo así a retirarse de nuevo a su lugar, maldiciendo de su carabina, a la que achacaba la culpa de no infundir respeto.
Hombre chico y sin dinero,
enamorado y celoso,
a eso le llaman en Cádiz
la Carabina de Ambrosio.
Llegar a las aceitunas
Acabar el almuerzo con este postre era costumbre en otros tiempos (en el siglo XVII, por ejemplo) por lo que “llegar a las aceitunas” significaba llegar tarde a la cita, al convite, a la reunión, etc. Hay quien piensa que este dicho es un andalucismo por los numerosos y amplios olivares de la región andaluza.
El hecho de que las aceitunas se obsequiasen como postre queda recogido en ‘El Diablo Cojuelo’, escrito por Luis Vélez de Guevara y publicado en Madrid en 1641: “Convidáronle a cenar unos caballeros soldados aquella noche, preguntándole nuevas de Madrid, y después de haber cumplido con la celeridad de los brindis por el Rey, que Dios guarde, por sus damas y sus amigos, y haber dado las aceitunas con palillos de carta de pago de la casa, se fue cada uno a recoger a su aposento”.
Mandar a la porra
El origen de la frase hay quien lo atribuye al ámbito militar donde se usaba para enviar a un soldado a un lugar lejano indicado por un gran bastón (la porra) como castigo por una falta leve.
Aunque parece ser que la verdadera historia del modismo hace alusión al Corral de la Porra, en Triana, que por estar a un nivel muy superior al Guadalquivir acogía a los damnificados por las inundaciones del río, damnificados que habían perdido todo menos la vida; así, mandar a alguien a la Porra, es decir, al Corral de la Porra, equivalía a desearle toda clase de males, reprochar algo, echar de malas maneras a alguien o algo, o desentenderse de una situación con desprecio y enfado.
Más feo que Picio
Es frase que se usa para decir que alguien o algo es exageradamente feo. Cuentan Vicente Vega en su ‘Diccionario ilustrado de frases célebres y citas literarias’ y José María Sbarbi en su ‘Gran diccionario de refranes’ que a principios del siglo XIX vivía en Granada un tal Francisco Picio, natural de Alhendín de la Torre, dedicado al oficio de zapatero, el cual, por un delito que no precisa la tradición, había sido sentenciado a la última pena en la horca.
Hallándose en capilla recibió la consoladora noticia de su indulto y fue tal y tanta la sorpresa que le causó la noticia que, cayéndosele a poco el cabello, las cejas y las pestañas, y llenándose de tumores la cara, quedó tan monstruoso y deforme que en breve pasó a ser tenido como tipo de la fealdad más horrorosa.
Se retiró después a Lanjarón donde, por no quitarse de la cabeza el pañuelo con que constantemente se tapaba, jamás entró en la iglesia, lo que, observado un día y otro por los lanjaronenses (‘cañoneros’ en lenguaje coloquial), fue causa de que le hicieran salir más que deprisa de aquella población. Entonces se refugió en Granada, donde acabaron sus años.
Mariquita la del costal. Cuento extremeño
Cuentan que eran dos amigas que un día de fiesta pensaron ir al baile. Una era muy gorda y la otra muy delgada, delgadísima. Para ir se vistieron con sus mejores trajes y la más delgada le dijo a la otra:
– ¿Qué haré para estar más elegante?
– Coge un costal y métetelo debajo de las enaguas – le aconsejó la amiga.
Un mozo que vivía enfrente oyó la conversación y, cuando las amigas llegaron al baile, se acercó a la delgada y le dijo:
– Vamos a bailar, María la del costal.
Y ella, con mucha guasa, para que no se enterara la gente que llevaba el costal bajo la enagua, le contestó:
– Pues no me dio la gana de prestártelo.
Y así solventó el compromiso.
Algunas coplas populares sobre el vino y los borrachos
Dicen que del cielo vino
la semilla de la cepa
y siendo el cielo divino
¡Bebamos mientras nos quepa!
¡Oiga usted, buena señora
la del pañuelo merino,
si su marido es borracho
la culpa la tiene el vino.
Cuando Jesucristo vino
vino por el chaparral
si vino repartiendo vino,
¿Ese vino dónde está?
La Virgen se llama Juana,
y el Niño Perico…
En terminando esta copla
echemos otro traguito.
Sangre de Cristo,
cuanto ha que no te he visto.
Pero ahora que al fin te veo
gloria in excelsis Deo.
¡Y lingotazo que me arreo!
Ese vino de pitarra,
nacido de verde mata,
tú me rindes, tú me matas
tú me echas a perder…
Pero vale más un beso tuyo
que ciento de una mujer.
Naciste de buena madre
y si estás bueno y sano,
aunque no estés bautizado
te acepto como cristiano.
Una casita en el monte,
una mujer que me quiera,
un barril de mi pitarra…
¡Y ya pueden venir las penas!
¿Sabía usted…
… que el posible origen de la respetuosa costumbre de vestirse de luto en los funerales se debe al ancestral miedo de los vivos a ser poseídos por el espíritu de los muertos, y que ya nuestros antepasados prehistóricos, para los ritos funerarios, se pintaban de negro para así impedir que el alma del difunto volviera a su cuerpo terrestre y asentarse de nuevo en él?
… que el día de Navidad fue reconocido oficialmente en el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno se promulgó que el 25 de diciembre era la fecha del nacimiento de Cristo; que el ritual de las 12 uvas de la suerte nació en el primer tercio del pasado siglo; que la tradición de montar el belén se remonta al siglo XIII, siendo el primero de ellos el que se puso en la villa italiana de Greccio, en el Lacio; que el primer árbol de Navidad apareció en Alemania en el siglo XVII y que fue decorado para ambientar el frío de esas fechas; que la cesta de Navidad tuvo sus raíces en las canastillas que empleaban los campesinos para transportar los aguinaldos que iban a entregar; o que las tarjetas navideñas fueron inventadas por Henry Cole, diseñador inglés de mediados del siglo XIX, quien encargó a un amigo pintor que le dibujara y pintara una escena navideña que una vez impresa y tras añadirle una breve felicitación las enviaba a sus amigos y familiares?
… que en la consagración del templo de Salomón en Jerusalén se sacrificaron 22.000 bueyes y 120 carneros?
… que la palabra barbacoa (esa parrilla que usamos para asar al aire libre carne o pescado) proviene de ‘carib barbricot’ y que los ‘carib-‘ (de ahí la palabra caníbal) usaban la ‘barbricot’, una parrilla hecha con ramas verdes, en sus festines caníbales?
… el sustantivo chiringuito (ese quiosco, puesto de bebidas al aire libre o merendero) proviene de los indianos (emigrantes españoles en América que retornaban enriquecidos), que, cuando querían un café, decían “ponme un chirin guito”, pues al parecer en Cuba los negros de las plantaciones de caña metían el café en una media y luego la apretaban para que saliera un chorrito, al que llamaban ‘chiringo’, que derivó en ‘chiringuito’, o chorrito de café, nombre que cayó en gracia y no tardó en ser llamado así en los lugares donde se servía café?
Y como colofón
Más vale el agua,
mucho más que el vino,
llenadme de agua
el vaso cristalino.
Mas soy modesto,
humilde en mi destino,
ensalzo el agua,
pero bebo vino.
Una casita en el monte,
una mujer que me quiera,
un barril de vino tinto…
¡Y luego que vengan penas!
Las mujeres somos
como el vino:
a mayor edad,
más calidad.
Pobrecitos los borrachos
que están en el camposanto,
que Dios los tenga en su gloria
por haber bebido tanto.