Reconozco que lo que atrajo mi atención para viajar hasta esta parte del norte de Portugal fue conocer ‘Arouca 516’, el puente peatonal colgante más largo del mundo. Cruzarlo era una experiencia que no quería perderme. Hubo tantos medios de comunicación en el mundo que se hicieron eco de su reciente inauguración que las ganas de verlo in situ eran muchas.
Paseando por el Geopark de Arouca, donde se encuentra este puente, escuché algo que me pareció insólito; la existencia de la aldea de Castanheira, en la sierra de Freira, cuyos habitantes afirmaban que las piedras ‘daban a luz’, que ‘parían’. A este singular y extraño fenómeno, para ellos común, lo llamaron ‘pedras parideiras’.
Ya que estaba recorriendo este Geoparque, reconocido en 2009 por la Unesco, y disfrutando de la cantidad de posibilidades que ofrece (como los pasadizos de Paiva, fósiles de trilobites gigantes, paseos en canoa, piscinas fluviales, barranquismo, una cascada de agua de más de setenta metros, etc.), decidí acercarme al Centro das Pedras Parideiras para saber más sobre esta peculiaridad pétrea.
Este centro de interpretación es tremendamente didáctico para el visitante, especialmente por una película en tres dimensiones que explica científicamente esta peculiaridad geológica por la que parecen nacer piedras del interior de otras piedras.
La explicación científica es clara. Estas rocas graníticas tienen incrustados en su interior unos nódulos de tonalidad oscura que, con el paso del tiempo, la erosión y debido a los cambios de temperatura, con la correspondiente dilatación y contracción del granito, van desprendiéndose de la roca matriz. De esta forma, se sueltan y dejan una pequeña oquedad en esa roca madre. Es fácil entender por qué los lugareños la llamaban ‘pedras parideiras’.
Un curioso, inusual e insólito fenómeno, al menos para mí, digno de ser visitado. Este lugar no es más que uno de los múltiples geositios (sitios de interés geológico que destacan por su singularidad y valor científico) que el viajero puede conocer cuando esté en este Geopark.
Me llamó también la atención la conexión que las mujeres de la aldea hacían de estas piedras por su ‘poder’ para quedarse embarazadas. Las consideraban un símbolo de fertilidad y me aseguraban que algunas dormían con una de ellas bajo la almohada.
Debo reconocer que el día fue muy animado. Aprendí y vi mucho. Es hora, para reponer fuerzas, de cenar algo típico de la región.
Me hablan de una carne D.O.P. llamada Arouquesa. Una raza bovina portuguesa de color pardo muy bien adaptada a la vida entre estas montañas. Obviamente, hay que probarla. Créanme, esta es otra de las sugerencias, en este caso, gastronómica, que les hago si deciden, en su próximo viaje, visitar Arouca.