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Pedro Calero. Autenticidad y pasión por la música

Pedro Calero. Autenticidad y pasión por la música
Foto: Javier Pulpo
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Agradecimientos: Fundación CB, por la sesión de fotos en el edificio Montesinos22

Natural de la localidad pacense de Hornachos, Pedro Calero es un pianista y compositor que ha dedicado su vida a la música, especialmente al jazz. Su pasión por este género lo llevó a formarse en Évora y Lisboa, donde profundizó en el piano jazz y moderno.

A lo largo de su carrera ha colaborado con una amplia variedad de artistas, enriqueciendo su versatilidad y adaptabilidad a diferentes estilos musicales. También ha compuesto bandas sonoras, ganó el Premio Jara en 2010 y ha sido dos veces candidato al Premio Goya. Combina su labor artística con la docencia, transmitiendo a las nuevas generaciones la importancia de la música en el desarrollo personal y emocional.

Su vínculo con el jazz ha sido uno de los pilares de su vida musical. A través de este estilo ha encontrado un espacio para la improvisación y la creatividad sin límites, al tiempo que sigue investigando las posibilidades que este género ofrece.

Con un mensaje claro para las nuevas generaciones de músicos, defiende que el verdadero camino hacia el éxito no está en la competición, sino en la autenticidad, la pasión y el amor por lo que se hace.

Pedro Calero. Autenticidad y pasión por la música
Foto: Javier Pulpo

¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales? ¿Cómo comenzó tu relación con la música?
Mis primeros recuerdos musicales son familiares. Mi hermano mayor, Antonio Javier, fue el que llevó los primeros instrumentos musicales a casa; también empezaron a llegar los primeros vinilos y cassettes. Además, la familia de mi madre tenía contacto con el flamenco.

Cuando mi hermano mayor creó ‘Ego Transeo’, un grupo de rock urbano, aumentó mi curiosidad por la música. Él empezó a comprar instrumentos musicales, tocaba la guitarra eléctrica y también tenía un tecladito pequeño que a mí me llamaba mucho la atención. Cuando me operaron de apendicitis, con 11 años, me llevó al hospital aquel teclado; se dio cuenta de que tenía facilidad para sacar cosas de oído, así que me apuntó a la Escuela Municipal de Música de Villafranca de los Barros, y así comenzó todo.

¿Ese fue el motivo para decantarte por el piano y no por otro instrumento?
Durante mi ingreso en el hospital me sucedió algo muy curioso; una mañana que mi madre bajó a desayunar, como yo no alcanzaba la mesilla le pedí ayuda a una enfermera que resultó que había estudiado piano; me tocó una melodía y a las pocas horas ya la había sacado yo de oído. La música se convirtió en un juego para mí, era un reto tratar de sacar de oído en el teclado cualquier melodía. A partir de ahí, siempre que había una actuación en el pueblo me fijaba en los teclados y me encantaba ver las pruebas de sonido.

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Foto: Javier Pulpo

¿Por qué elegiste Portugal, y concretamente Évora, para formarte?
Después de mis estudios en el Conservatorio de Badajoz quise ampliar mi formación en Évora, principalmente porque Filipe Melo, que ya me había dado clases particulares en Lisboa, iba a ser profesor de piano jazz y música moderna en esta Universidad; era la especialidad y el profesor con el que quería formarme, y en España tenía que irme bastante lejos de Extremadura para realizar estos estudios. Al final hice la formación completa del Grado y Máster. Me he formado también en Lisboa, y he hecho diversos workshops y masterclass en España y Estados Unidos.

¿Tenías claro cómo querías enfocar tu futuro cuando estabas estudiando?
El deporte siempre ha estado ahí, hubo un tiempo en el que el fútbol estuvo pegado a mí, junto con la música. Al final la balanza se decantó hacia la música y con 15 años me empecé a plantear más seriamente la prueba de acceso a los Conservatorios de Sevilla y de Badajoz.

Con esa edad empecé a montar mis primeras formaciones musicales, como ‘Economías Sumergidas’, un grupo de heavy metal de Hornachos con el que di mis primeros pasos y grabamos algún disco. Cuando llegué a Badajoz con 19 años comencé a tocar con diferentes formaciones a nivel profesional, y entonces ya tenía claro mi futuro como músico y como pianista, aunque quizá no tanto como docente.

Pedro Calero. Autenticidad y pasión por la música
Foto: Javier Pulpo

Sería interminable mencionar a tantos artistas con los que has trabajado. ¿Qué poso te ha dejado colaborar con esa variedad de formas de entender la música?
Me siento muy afortunado de haber trabajado, y de estar trabajando, con tantos artistas tan diferentes, me enriquece mucho. Me siento privilegiado de ser un poco camaleónico en ese aspecto y de sumergirme en diferentes estilos, y siempre me ha llamado mucho la atención introducirme en los estilos musicales de diferentes artistas y nutrirme de la experiencia y de la propia personalidad de cada persona con la que trabajo.

Te ubicamos acompañando a artistas de diversos estilos, pero frecuentemente en el entorno del jazz. ¿Qué tiene ese estilo que lo hace tan especial?
El jazz, para mí, lo es todo a nivel musical. Recuerdo que, en pleno confinamiento por la pandemia, buscaba una frase con la que poder definirlo y, al cabo de unas semanas de confinamiento y suficientemente tiempo para aburrirme y pensar demasiado, publiqué en redes sociales una definición que decía así: “el jazz es a la música lo que la libertad a la vida”. Eso es el jazz para mí. Evidentemente todo eso a través de un gran conocimiento que se va adquiriendo con mucho trabajo y estudio. Pero sí, el jazz para mí es exactamente eso, libertad.

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Foto: Javier Pulpo

Además, tu trabajo de fin de máster se centra en la historia y evolución del piano jazz en España. ¿Cómo de importante es el piano para entender el jazz?
El piano es un instrumento súper importante en la historia general de la música; se dice que es el padre de todos los instrumentos, por aquello de que es un instrumento armónico y melódico a la vez. Yo diría que es el instrumento más completo; quizás por eso me cautivó. Con un piano puedes componer o arreglar música para cualquier formación, y es fundamental para entender todo tipo de música, por supuesto también el jazz.

¿Qué te transmite el público que asiste a tus conciertos?
El público es el alimento del artista, es lo que le da sentido a todo lo que componemos y cuyo resultado es lo que llevamos al escenario. En concreto, el público de jazz muestra bastante interés y respeto por la música, no tiene prejuicios a la hora de ir a un concierto y trata de escuchar otros estilos más alejados de la música comercial.

No podemos olvidar tu faceta de compositor, que te ha llevado a ganar el Premio Jara en 2010 a la mejor composición musical de teatro profesional, o a ser candidato al Premio Goya en 2013 y 2017. ¿Es más gratificante componer que interpretar la música de otros?
Componer es muy gratificante, es mucho más especial trabajar sobre la música original de uno mismo, surgida de la creatividad individual, aunque también me nutro al interpretar música de otros artistas y acompañarlos; y también me ayuda a evolucionar en ese aspecto.

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Hablando de composiciones propias, sabemos que tienes preparadas hace tiempo las canciones del que sería tu primer disco de autor, tu primer trabajo de jazz. ¿Cuándo verá la luz?
Como siempre digo, en casa del herrero cuchillo de palo. La verdad es que se está demorando mucho este disco porque voy de un trabajo a otro, desde grabaciones para otros artistas hasta componer bandas sonoras, arreglos, etc., y lo mío lo voy dejando siempre aparcado.

Tengo canciones suficientes como para grabar un disco, pero todavía no he dado ese paso, aunque quiero hacerlo cuanto antes, porque tengo esa espina clavada y creo que es lo que le daría sentido a toda mi carrera.

También das clases a niños de diferentes edades. ¿Qué papel juega la música en su desarrollo?
La música ayuda a los niños a gestionar sus emociones, les brinda un medio fantástico de expresión de cualquier sentimiento. Se estimula su expresión corporal, el desarrollo intelectual, el auditivo, el sensorial, el del habla, el motriz… y, sobre todo, les ayuda a relacionarse socialmente. Yo me siento afortunado de transmitir a los niños lo que a mí me aportó la música en mi infancia y lo que me ha aportado como ser humano.

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Foto: Javier Pulpo

¿Qué nos puedes contar de tu experiencia docente?
He pasado mucho tiempo intentando ordenar en mi cabeza toda la información recibida, todas esas cosas que fui aprendiendo a lo largo de los años, porque el sistema educativo a nivel de escuelas de música y de conservatorios está evolucionando poco a poco, pero durante muchos años ha estado y sigue estando obsoleto. No he tenido buena experiencia con respecto a mi formación musical en mi infancia, porque creo que la música es un lenguaje en el que la teoría debe ir detrás, como cuando un niño aprende a decir ‘papá’ y ‘mamá’ y luego ya aprende a escribir esas palabras. Un niño tiene que empezar por imitar pequeñas frases musicales con su instrumento, ya habrá tiempo para que aprenda cómo se ‘llama’ esa frase a nivel musical.

Creo que en el centro de Europa y en Norteamérica nos llevan una ventaja abismal. Ya hay en España muchos espacios educativos musicales que inculcan también la música moderna, la improvisación, pero nos hemos tirado mucho tiempo dando títulos superiores de música a alumnos que realmente no sabían tocar una nota por sí mismos sin una partitura delante. Eso me parece desolador.

¿Cuál crees que es la clave para desarrollar una carrera tan diversa y activa como la tuya?
Sin duda, la pasión; yo siempre tuve claro dónde quería llegar porque tenía mucha pasión, muchísimas ganas, lo había deseado y soñado muchas veces. Tenía en casa a mi hermano como referente; iba a sus ensayos, disfrutaba muchísimo viéndolos tocar, yo me quería ver ahí. Y siempre que había actuaciones en mi pueblo ahí estaba yo, detrás del escenario, viendo qué instrumentos tenían. Recuerdo pedir mis primeros discos de los catálogos tipo Discoplay, y esperar 15 días a que llegaran; y buscaba los teléfonos de las distribuidoras de los instrumentos en España y les llamaba desde el teléfono de mi casa para que me mandaran los catálogos.

¿A qué crees que te hubieras dedicado si no fueras músico?
Es muy difícil verme en otra actividad que no sea la música, porque no me lo imagino. Mi padre, que en paz descanse, estaba muy ligado al campo, era agricultor, y nos inculcó los valores del campo, aunque también nos apoyó en la música, algo que le agradeceré siempre; estaba orgullosísimo de que sus hijos, tanto mi hermano Antonio Javier como yo, nos dedicáramos a la música.

Yo vengo de una familia humilde, y cada cosa suponía un esfuerzo en la familia. Recuerdo que cuando me compraron mi primer piano aporté mis jornales por recolectar almendras con mi padre. Quizás a lo mejor me habría dedicado al campo, no lo sé, algo relacionado con la agricultura o la ganadería.

¿Hay algún tipo de música o estilo que te gustaría explorar?
Como he dicho, la música está en continua evolución, con las diferentes tradiciones, músicas de ida y vuelta, fusión de estilos… La música es una exploración continua, eso me encanta, y trato de ir adaptándome a los tiempos. Además, ahora se abre un camino enorme con la inteligencia artificial; a ver qué nos depara y cómo de bien sabemos utilizarla; yo creo que también encontraremos los recursos para dar ese paso hacia adelante, a pesar de las voces críticas, porque creo que la evolución nos hará mejores.

Pedro Calero. Autenticidad y pasión por la música
Foto: Javier Pulpo

¿Cómo se posicionará la música en vivo en ese contexto?
Como decía, la inteligencia artificial va a provocar muchos cambios, especialmente en la forma que teníamos interiorizada de creación y producción de los discos, que suponía un trabajo de meses. Con la inteligencia artificial eliges un estilo musical, aportas un poco de información sobre lo que quieres en la letra y tienes una canción en 20 segundos; ese tipo de creaciones van a cambiarlo todo, pero lo que se va a mantener siempre es la experiencia de ver a un músico expresarse en directo. Además, el ser humano va a seguir teniendo la necesidad de escuchar música en vivo.

Quizá se posicione más fuertemente la música en vivo y pierdan valor esas canciones artificiales que surgen de la inteligencia artificial o del autotune, que permiten que cualquiera pueda cantar, componer una canción o grabar un disco. Se abre una nueva era, y creo que todo va a quedar más ligado a la expresión instantánea que transmiten la música en directo y los músicos en el escenario.

¿Qué mensaje te gustaría dejar a los jóvenes músicos?
Lo principal es animarlos para que sigan con pasión, que es lo que le da sentido a todo; que crean en sus sueños, que en mi caso la pasión y las ganas me ayudaron a conseguir lo que quería, que era dedicarme profesionalmente a la música. No es un camino fácil, muchas veces se pasa mal económicamente, pero la pasión lo puede todo, realmente esa es la clave.

Miles Davis decía que, si cuando estabas tocando te tenías que equivocar, que te equivocaras de verdad, que fueras sin miedo. Yo les diría eso, que fueran sin miedo y con toda la energía, con todas las ganas y con toda la pasión del mundo, que realmente la música solo puede traer cosas buenas.

Luego está la parte de las frustraciones a nivel competitivo, pero la música yo no la veo como una competición, sino como una expresión artística, y creo que cada artista es único y diferente. Sí es verdad que las músicas elitistas parece que llevan aparejado ese sentido de la competitividad, para ver quién toca más, quién toca más rápido… y ese error lo cometemos muchos músicos cuando nos iniciamos; quizá eso también hace que mucha gente se quede en el camino. La música es mucho más grande y profunda que todo eso. Por eso no soy nada amigo ni de los concursos, ni de los premios, ni de los ‘talent shows’ televisivos. La música tiene mucha más alma que una simple competición.

Lo que podría decir a los jóvenes es que se abstraigan de todas esas cosas y que crean en sus sueños y en sí mismos, y que traten de ser originales.

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