Pedro Martínez y sus hermanos son el perfecto ejemplo, en Extremadura, del crecimiento y la consolidación de una empresa familiar, que comenzó con una pequeña pescadería de barrio y que ahora cuenta con un complejo que alberga una veintena de empresas y un cocedero de mariscos que surte a gran parte de la hostelería de nuestra región, y que además sirve pedidos a domicilio en cualquier punto de España, incluso en Galicia. Sin duda, una historia de desarrollo empresarial de la que podemos sentirnos orgullosos.
¿Cómo nace el Cocedero de Mariscos La Mar?
Mi empresa comienza con su fundación por parte de mi padre, don Perfecto Martínez, y los hijos tuvimos las puertas abiertas cuando acabamos de estudiar. Todo comenzó en 1989, con varios negocios de pescadería; posteriormente dio el salto a un negocio de restauración, Freiduría La Mar, y a partir de ahí todo se transforma. Pasamos de ese pequeño negocio a una nave de 300 metros cuadrados, donde preparábamos el producto para servirlo en esos negocios. La gente empezó a preguntarse qué hacíamos en la nave porque por el olor intuían que algo bueno se estaba cociendo. Abrir el servicio de atención al público en esa nave fue lo que nos catapultó hacía lo que, hoy en día, es Cocedero de Mariscos La Mar.
¿Qué recuerdo guarda de esos primeros años?
Los principios fueron difíciles. Cuando empezamos era todo muy arcaico. Las primeras cocciones de marisco fueron en dos barriles de cerveza. En función del aumento de las ventas y del posicionamiento en la ciudad fuimos creciendo. Más tarde pasamos a unos hornos tradicionales con ladrillos refractarios, y siete años después pasamos a unas instalaciones de casi 2.000 metros cuadrados, que son las que conocemos hoy en día.
Además del Cocedero crearon el Complejo La Mar, que se encuentra en el Polígono Industrial de El Nevero, en Badajoz. ¿Cuántas empresas acoge?
Mi padre tuvo una visión de futura extraordinaria. Cuando se nos quedó pequeña nuestra nave de 300 metros cuadrados se puso a buscar nuevas instalaciones, y nos presentó un proyecto de un recinto de 25.000 metros cuadrados en las que el Cocedero ocuparía 2.000 metros cuadrados y el resto lo alquilaríamos a otras empresas. Compramos dichas instalaciones, que eran de una antigua fábrica de lana, y adecentamos todo el recinto. Actualmente nos acompaña cerca de una veintena de empresas que componen el Complejo.
¿Cómo se posiciona un cocedero de mariscos en una tierra como la nuestra?
Es una pregunta complicada. Al principio todo eran dudas, arrancábamos en una ciudad sin puerto, pero el ímpetu de mi padre todo lo podía. Se desplazó a Huelva, hizo contactos con proveedores y nos empezaron a suministrar el producto. Al crecer en volumen empezamos a ir nosotros mismos a las subastas. Si el producto no estaba en nuestra tierra había que ir a buscarlo y, a su vez, era una necesidad en nuestra ciudad. Siempre intentando cumplir con los parámetros de calidad y siguiendo los valores que nos inculcaron nuestros padres de respeto, seriedad y humildad, se consigue todo lo que tú quieras.
Vemos en sus respuestas que su padre, don Perfecto, tuvo un gran protagonismo en el desarrollo de la empresa. ¿Cómo le describiría, como padre y como empresario?
La figura de mi padre tiene que perdurar en el tiempo con nosotros. Sinceramente, es la persona a la que le debemos todo. Es gracias a él todo lo que tenemos y sabemos. Aprendimos a atender al público, a comprar, a vender… Aunque ya no esté entre nosotros, perdurará mientras exista el Cocedero. Todo el mundo sabe lo que supone un padre para cualquier persona, pero como trabajador era alguien incansable, no había manera de seguir su ritmo. Nosotros nunca tuvimos privilegios respecto al resto de trabajadores, empezamos desde chicos y desde abajo, y aprendimos a valorar todo. Nos inculcaron valores y principios que nos han hecho ser conocidos a nivel local, regional e incluso nacional. Es lo más grande que tenemos.
¿Qué es lo bueno y lo malo de las empresas familiares?
Yo lo veo todo bueno. Somos una familia, estamos compenetrados, todo funciona sobre ruedas, cada uno tiene su parcela y no nos pisamos el terreno del otro. Además de la familia de sangre tenemos otra familia más, que son los empleados de esta empresa. El que menos tiempo lleva entró hace más de 25 años, y a todos los consideramos de la familia. Ellos mismos reconocen que esta es su segunda cada y es normal, porque pasamos mucho tiempo juntos.
En cuanto a lo malo, quizás, el tema de la sucesión. Las perspectivas de futuro siempre son un tema complicado, porque nosotros somos la segunda generación y nunca sabes el rumbo que tomará la tercera.
Hablando del presente, ¿cómo se sobrevive, empresarialmente hablando, a una pandemia como la del Covid19?
Supuso un antes y un después. Algo totalmente nuevo, que te desborda, que te encierra en casa y que te pilla totalmente desprevenido. Nuestra personalidad nos imposibilitaba estar en casa sin hacer nada por nuestros clientes, y decidimos entre todos los hermanos que si el cliente no podía venir a nuestras instalaciones teníamos que desplazarnos nosotros para servir al cliente. Instauramos un servicio a domicilio durante toda la pandemia y nos quedamos gratamente sorprendidos del resultado. Fue una experiencia distinta, nunca lo habíamos potenciado y gracias a las nuevas tecnologías tuvimos una gran aceptación.
Desde ese momento seguimos sufriendo los efectos, porque el tiempo está pasando muy deprisa y cada día hay un problema nuevo. La situación actual tampoco es buena y dificulta mucho nuestro trabajo.
En concreto durante la pandemia, pero también a lo largo de toda su historia, han dedicado parte de sus beneficios a la responsabilidad social empresarial, y se han acordado de muchas entidades sociales con necesidades. ¿Qué papel juega dicho compromiso en la empresa?
Durante la pandemia nos dimos cuenta de que, afortunadamente, los números seguían saliendo y la fórmula del servicio a domicilio funcionaba. Mientras, otros tantos no podían acceder ni siquiera a productos de primera necesidad, y decidimos hacer algo. Nos concienciamos con la problemática y lanzamos distintos proyectos con asociaciones a las que hemos donado todo tipo de productos. Se montó un sistema de donaciones bastante potente, y llegamos a casi 100.000 litros de leche, atún, galletas, bizcochos… Nos acordamos mucho de las personas mayores, que sufrieron mucho durante esa etapa, y colaboramos con varias residencias. Y lo más reciente ha sido sufragar los gastos de un audiocuento para los niños de las plantas de Oncología infantil de todos los hospitales de Extremadura.
El Cocedero de Mariscos La Mar forma parte de la tradición familiar navideña de muchas personas en Badajoz. ¿Qué se siente al ser tan importante en unas fechas tan especiales?
La Navidad en mi casa nunca hemos podido vivirla de la forma tan intensa que nos hubiera gustado, pero afortunadamente por tener tantísimo trabajo en esa época. Es muy bonito ver año tras año a las familias que siguen confiando en nosotros, es una tradición para ellos, se encuentran a otros amigos cada año en las colas… es una tradición de mucha gente, sin duda.
También es cierto que nuestra clientela es mayor y vengo observando que la tendencia va cambiando. Los jóvenes tienen menos tiempo y no lo pierden en las colas, ellos adelantan las compras y empiezan a perder esa tradición. Al final la clave es poder juntarte luego con tu familia y degustar un buen marisco.
El contexto en el que nos encontramos ha provocado una gran subida de costes a todos los niveles. ¿Qué medidas ayudarían a las pequeñas y medianas empresas?
Es complicado. En los dos últimos meses hemos tenido un incremento brutal del coste de la luz y el gas. En concreto hemos pagado un 400% de incremento de luz y un 250% de gas; si le añades la subida del 10% del IPC se convierte en una situación inasumible para cualquier establecimiento. Si derivamos esa subida a los productos serían inviables, y el pequeño y mediano comercio se está resintiendo mucho. No sé qué medidas habría que tomar, se sale de mis atribuciones, pero está claro que somos los empresarios los que estamos conteniendo y sufriendo todas estas subidas.
¿Qué mensaje transmitiría a los jóvenes extremeños que quieran arrancar con su negocio?
¡Que están locos! [risas]. La situación es muy complicada, hay factores externos muy importantes y creo que hay que pensar todo detenidamente. Los principios son complicados, como he dicho. Es cierto que las generaciones venideras son distintas, tienen otra preparación y otra cultura. Saben utilizar otro tipo de herramientas y su enfoque es totalmente distinto al nuestro.
Por último, en 2013 recibió el Premio Grada y conoce a fondo a todos los que forman el proyecto social y de comunicación que representa esta revista. ¿Qué opinión le merece nuestro proyecto?
Como extremeño que soy estoy muy orgulloso de este proyecto. Recuerdo cuando sus responsables me propusieron desayunar hacer muchos años para contarme el proyecto, y desde ese día surge una estrecha relación. El proyecto social que me contaron era apasionante y la situación del entorno familiar me enganchó mucho más. Llevamos juntos casi 15 años y cuando recibí el Premio Empresa estuve muy agradecido por el reconocimiento.
Hacéis un gran trabajo de inserción, ayudáis a personas con movilidad reducida y servís de altavoz para tantísimas personas con discapacidad. La labor es preciosa y necesitáis mucha ayuda y apoyo de los empresarios extremeños. Tenemos la obligación de potenciar a entidades como la vuestra, que ayudan a personas con discapacidad para insertarlos en la sociedad.