Un nanómetro es la medida de longitud que equivale a la millonésima parte del milímetro; para que nos hagamos una idea, es diez mil veces más pequeño que el grosor de un cabello.
Algo que parecía ciencia ficción hace tan solo unas décadas se está convirtiendo en motor de crecimiento económico y desarrollo en campos como la microfabricación, donde los nanotubos de carbono van a sustituir en breve al silicio como material para fabricar microchips; también se están desarrollando nanocables cuánticos más ligeros, conductores y resistentes. Y en Biomedicina las propiedades de algunos nanomateriales se aprovechan para atacar las células cancerígenas de forma selectiva, sin dañar a las células sanas.
Pero la necesidad humana de seguir explorando nuevos horizontes hace que se esté investigando en el siguiente rango de medida hacia la miniaturización: el pico, una milésima parte del nano; es como un balón de fútbol comparado con el tamaño de la tierra.
La picotecnología implica la manipulación de la materia a nivel atómico, lo que permite alterar la estructura y las propiedades químicas de los átomos desde dentro; en la novela de ciencia ficción ‘The three-body problem’ ya se acuñaba este término cuando contaba que unos alienígenas manipulaban la raza humana introduciendo protones a modo de supercomputadores para controlarla.
Las moléculas normalmente se mueven desorganizadas en los materiales, pero a través de la reestructuración interna que permite la picotecnología se van a poder ‘ordenar’ esas moléculas de manera que cada átomo se quede donde debe estar; esto provocará incluso que cambien las cualidades de esos materiales, algo que por ahora es como ver un buen espectáculo de magia, pero sin conocer el truco.