Estoy desconcertado. Quizá porque encadenar confinamientos, perímetros y toques de queda no pasó nunca por mi serpenteante imaginación. En estas circunstancias, elegir un asunto tecnológico determinado sobre el que hilvanar un puñado de ideas se me antoja harto difícil. No es por falta de candidatos, puede que sea por exceso de ellos.
A base de restricciones del contacto nuestras vidas se digitalizan a marchas forzadas. El teletrabajo toma forma como realidad viable, aunque balbuceante. La telemedicina, ejem, la desatención telefónica en centros de salud, surge del peor modo posible, como resultado de la saturación y el miedo. Los negocios se reinventan, las startups adoptan sin complejos estrategias de supervivencia. Los científicos y sanitarios comparten más información que nunca en busca de tratamientos y vacunas contra la Covid-19. Airbnb ofrece experiencias online donde antes imperaban los alojamientos. Amazon crece y crece, arrastrando a El Corte Inglés a la suscripción premium para entregas rápidas. Las aplicaciones de rastreo de contagios proliferan por toda Europa, pero sin un enfoque unificado tras más de medio año de pandemia. ‘Glovos’ y ‘Deliveroos’ varios se hinchan como esponjas en el mar, convirtiéndose en el nexo casi único entre negocios y clientes enclaustrados, a pesar de los varapalos laborales. Comienzan a ponerse de moda sesiones en directo de Dj’s en Twitch. Las plataformas de vídeo copan la producción audiovisual. Aumentan las solicitudes de cirugías estéticas faciales, al parecer motivadas por el incremento desaforado de las videoconferencias. La Administración se digitaliza comenzando por la supresión de la atención presencial, y mientras las altas esferas siguen a su ritmo, impertérritas. Se refuerzan las inversiones en startups. Google es acusada de monopolio. Disney estrena ‘Mulan’ en su plataforma digital sin pasar por las salas de cine. Los gigantes tecnológicos ven cuestionada su imparcialidad política en Estados Unidos. El portal inmobiliario español Idealista es vendido por 1.321 millones de euros, justo cuando se anuncia un desplome inmobiliario.
Me dejo muchos acontecimientos en el tintero, desde luego. Pero una cosa es clara, cuanto más nos desconectan vitalmente más nos sumergimos en las conexiones digitales. Dentro de medio año, cuando volvamos a salir a la calle con cierta libertad, tendremos que analizar cómo hemos cambiado y quiénes somos, miembros ya de un mundo nuevo.