Antonia López González nació en 1967 en la localidad pacense de Guareña. Estudió Medicina en la Universidad de Extremadura y se especializó en Medicina tropical. Lleva 30 años desarrollando su labor en la Amazonía, atendiendo a comunidades que sufren graves desequilibrios sociosanitarios y para las que la salud es casi un privilegio. Fundadora del Comité Ipiranga, su objetivo es la prevención y el tratamiento de enfermedades que podrían pensarse erradicadas, como la lepra, la malaria o la hepatitis.
Firme defensora de la formación como camino para alcanzar el derecho a la salud, es la responsable del Atlas de Dermatología Tropical, toda una referencia sobre enfermedades endémicas de la zona, y acaba de publicar el libro ‘Lo que no conocemos existe. 7 historias para muchas vidas’, que pone en valor el trabajo de personas autóctonas de la Amazonía que hacen posible todo el trabajo de su equipo.
Galardonada con la Medalla de Extremadura e hija predilecta de su pueblo, la doctora López González sigue persiguiendo su sueño de conseguir un mundo donde el derecho a la salud sea igual para todos.
¿Qué nos puede contar de su niñez?
En primer lugar deseo agradecer la invitación de Grada, una revista que siempre que tengo la oportunidad de leerla me muestra una perspectiva de inclusión fundamental para visibilizar la diversidad como algo esencial para un mundo más justo.
Mi niñez transcurre en Guareña, mi pueblo, junto a mi familia y amigos, con quienes pude disfrutar de una infancia y juventud propia de la época, con una constante curiosidad por un mundo más allá de mi propio pueblo.
¿Por qué decidió estudiar Medicina?
La decisión de estudiar Medicina viene motivada por el deseo de que mi actividad profesional estuviera en sintonía con la causa del derecho a la salud, independientemente del lugar de donde se nazca o de donde se proceda; y esta causa la vi siempre en relación a las enfermedades tropicales olvidadas.
¿Mientras estudiaba en la Universidad tenía claro cómo quería orientar su carrera profesional?
Sí. A través de algunas experiencias concretas fui apasionándome por las citadas enfermedades tropicales olvidadas, y concretamente por la enfermedad de Hansen, la lepra.
¿Qué le llamó la atención de la Medicina tropical para convertirla en su especialidad?
El hecho concreto de que algunas de estas enfermedades, como por ejemplo la patología de Hansen, con más de 3.000 años de existencia, aún no fuese erradicada.
¿Cómo surgió su relación con el continente americano, concretamente con la Amazonía?
Lo de ir a Brasil, y decididamente al Amazonas, fue por una invitación que se me hizo por parte de una entidad ya desaparecida, que trabajaba con enfermos de Hansen, donde pude comprobar por primera vez lo que era vivir en una comunidad donde todos tenían alguien de la familia enfermo de esta patología.
¿Qué es la Asociación Comité Ipiranga?
La Asociación Comité Ipiranga es una oenegé cuya actividad se localiza en aquellas zonas en las que no existen estructuras sociosanitarias, o bien son insuficientes para atender a la población autóctona que sufren de enfermedades tropicales olvidadas, en un contexto de graves desequilibrios sociosanitarios, con el lema ‘Salud para todos’.
¿Por qué se llama así?
El nombre viene puesto a propuesta de las gentes donde trabajábamos, como señal de solidaridad y justicia hacia unas poblaciones ribereñas e indígenas que, a lo largo de siglos, han sufrido la estigmatización de vivir en áreas endémicas y aisladas.
¿Cómo desarrolla su labor sanitaria? ¿Cómo es un día habitual en su trabajo?
Actualmente tenemos dos pilares sobre los que se sustenta nuestro programa de salud. El primero es el asistencial, representado por el barco hospital que atiende a estas comunidades ribereñas en sus casas, dado que la vía de acceso a sus comunidades es fluvial, teniendo en cuenta que no existen ni carreteras ni caminos, solo el río; el segundo pilar es la prevención, a través de las Escuelas de Salud-Escuelas de Vida, donde se realizan actividades pedagógicas con el objetivo de que estas personas puedan ser corresponsables de la mejora de su calidad de vida, mediante el control del agua, la higiene, el uso de elementos de protección habitacional, etc.
Nuestras actividades se inician de madrugada. En primer lugar, tenemos una sesión clínica dentro del barco hospital, donde hablamos de los pacientes que vamos a visitar durante el día; después salimos camino a estas comunidades, lo que puede suponer dos o tres horas de viaje, o más, dependiendo de la comunidad, pues casi todas estas familias viven alejadas de la vera del río para evitar el derrumbe de sus casas en la época de lluvias, pues estas suelen ser a veces virulentas; una vez dentro de la comunidad vamos casa por casa para las consultas, y durante la semana que estamos en esa determinada comunidad, dedicamos un tiempo a la formación en las Escuelas de Salud-Escuelas de Vida.
En una zona con tantas carencias ¿a qué retos sanitarios se enfrenta a diario?
Uno de los retos es la logística para llegar hasta estas poblaciones, dado que al ser por vía fluvial es necesario el uso del barco hospital o, en otras ocasiones, el de una lancha rápida, lo que supone un alto coste de combustible, además de ser un territorio siempre desafiante respecto a su idiosincrasia.
¿Cuáles son las enfermedades de mayor prevalencia?
Las enfermedades más recurrentes son la malaria, la enfermedad de Hansen, las parasitosis, las hepatitis, las dermatosis, la dengue, la patología de lobo, etc.
Desde la distancia sorprende que sigamos hablando de la enfermedad de Hansen, la malaria o el mal de Jorge Lobo. ¿Alberga esperanzas sobre su erradicación?
Como grupo de trabajo hace algunos años establecimos un programa ambicioso, denominado ‘2020-2040’, para la erradicación de algunas de estas enfermedades, que consistía en la urgente necesidad de ir cualificando a los jóvenes de estas comunidades, con el objetivo de que se formaran en el campo socio-sanitario para, posteriormente, ir asumiendo responsabilidades en el combate a estas patologías. Hoy en día podemos decir que se está comenzando a evidenciar el programa, con la incorporación de estos jóvenes a nuestro programa de salud ya formados en la Universidad; esto garantiza que contemos con personal local permanente en estas áreas endémicas.
Respecto a los recursos materiales, suponen un coste alto debido al mantenimiento de las infraestructuras sanitarias, como es el caso del barco hospital o de las Escuelas de Salud-Escuelas de Vida, por lo que serían necesarios apoyos financieros más continuos y determinados en el tiempo.
Debo añadir que, como grupo de trabajo, la esperanza es lo que alimenta nuestra motivación cada día, exigiéndonos ser mejores profesionales, para ser capaces de conseguir cuantos apoyos sean necesarios, y así intentar que estas poblaciones dejen de sufrir enfermedades curables por el hecho de nacer o vivir en esta región inmensa del amazonas.
Le hemos leído hablar de la teoría de la patología social. ¿En qué consiste?
La patología social es un concepto amplio; para ser didáctica, nosotros pensamos que la enfermedad forma parte de la cotidianidad humana, por lo que salud y enfermedad son dos fenómenos biológicos que se alternan, a veces por causas no solo propias de nuestras características biológicas individuales (sean personales o de herencia) sino también determinadas por el contexto donde se desenvuelve nuestra vida.
En estas sociedades donde la vulnerabilidad llega a ser extrema, como por ejemplo la falta de saneamiento básico, de forma general los niños y niñas, desde casi recién nacidos, comienzan a sufrir patologías del ambiente, como la malaria o las parasitosis, lo que les provoca un déficit inmunológico sistémico; con esta teoría lo que tratamos es demostrar que existe una relación estrecha entre enfermedad y contexto de vulnerabilidad sociosanitario.
Algunos estudios en el campo de las enfermedades tropicales olvidadas indican que una sociedad sin acceso a servicios básicos de salud tiene comprometido su derecho a una vida saludable. En nuestro trabajo intentamos articular acciones multidisciplinares con modelos terapéuticos preventivos, para evitar que estas poblaciones vulnerables enfermen casi a diario.
¿Qué balance hace de su trabajo en Brasil en estos casi 30 años?
No creo que sea yo quien deba hacer un balance de forma individual, pues en estos años todo nuestro trabajo se ha desarrollado, y se desarrolla, en equipo. Lo que ponen de manifiesto las personas que han conocido nuestras actividades es el hecho de que todo nuestro personal es nacido aquí, y son ellos quienes son hoy responsables del programa de salud, y esto creemos que es muy importante para el futuro.
Ya desde su época universitaria mostró interés por la investigación y la divulgación. Cuéntenos cómo se fraguó su obra ‘Atlas de Dermatología Tropical’ y cuál es su importancia.
El Atlas de Dermatología Tropical fue un libro y es un libro de Medicina que nos llevó casi 10 años escribirlo; surgió como idea de elaborar un texto que sirviera de guía para muchas personas que, teniendo interés en el campo de estas patologías tropicales, no siempre disponen de un manual que describa estas enfermedades tal y como se presentan en realidad.
Además, este texto sirvió para explicar la simbiosis entre medicina occidental, con tratamientos farmacológicos, y la medicina fitoterápica, patrimonio de estas culturas chamanistas. Este Atlas supuso para nosotros un punto de inflexión, pues a partir de entonces a nuestro trabajo de cooperación internacional humanitario se le añadió el adjetivo de sanitario, por el rigor de este libro de Medicina. Recibimos anualmente peticiones para adquirirlo, y actualmente estamos trabajando en una revisión contextualizada.
En este sentido, suponemos que en la Amazonía será habitual el uso de la terapéutica alternativa a la, digamos, occidental; ¿es una buena herramienta sanitaria?
Sí, la fitoterapia representa para estas poblaciones su primer tratamiento de cura y un gran patrimonio para la Medicina en general. Un hecho probado es que estas terapias son eficaces en etapas iniciales de algunas de las enfermedades que diagnosticamos en esta área, y sería importante seguir investigando sobre el uso de estas hierbas con mayor interés y rigor.
En 2002 recibió la Medalla de Extremadura. ¿Qué supuso para usted?
Fue un momento mágico de inmensa gratitud por ser lo máximo, en mi opinión, que una extremeña o un extremeño puede obtener como reconocimiento de la tierra a la que pertenece. También supuso dar visibilidad a nuestro proyecto de salud Ipiranga y a todas las personas que estamos implicadas en dicho programa.
También ha sido nombrada ‘Hija predilecta’ de su pueblo, donde además tiene dedicada una calle. ¿Qué siente cuando vuelve a su tierra, y qué se lleva, metafóricamente hablando, cuando regresa a Brasil?
Continuando en la línea de lo respondido anteriormente, la palabra en mayúsculas de todos estos reconocimientos es la de gratitud, pues entiendo que cada uno de estos reconocimientos suponen concordar con la causa del derecho a la salud para todos.
Guareña es mi pueblo, y fue allí donde aprendí valores y viví experiencias que me han ayudado y nos han ayudado a hacer realidad algunos de los sueños que tenía de pequeña. Y, siendo reiterativa, diría que Guareña y Extremadura tienen visibilidad en esta tierra amazónica, y me llevo siempre las ‘saudades’, los recuerdos de todo lo vivido.
¿Qué podemos hacer desde Extremadura, tanto a nivel individual como desde las instituciones, para ayudar a zonas tan deprimidas?
Extremadura y sus gentes son solidarias. Creo que hay que intentar mantener una inercia permanente de militancia por un mundo mejor para todos; y, para ello, es necesario que existan personas e instituciones que ayuden a este movimiento de corresponsabilidad, para que consigamos un mundo donde el derecho a la salud sea igual para todos.
Una forma de colaborar podría ser adquirir su último libro, ‘Lo que no conocemos existe. 7 historias para muchas vidas’, que acaba de ser publicado. ¿Por qué lo ha escrito, qué cuenta en él?
El libro, editado en Italia por la editora Sophia, a quien agradezco su apoyo, fue una propuesta que se me pidió para hablar de estas décadas viviendo de una manera diversa en este rincón concreto del mundo. La sugerencia, en un principio, fue escribir algo autobiográfico pero, como reitero siempre, no es posible hacer algo si no se forma parte de un colectivo; y a lo largo de estos años he sentido el apoyo de las personas que están conmigo día a día, de las que he aprendido y aprendo.
El libro, por tanto, es un homenaje a siete personas, aunque podrían ser muchas más, que a lo largo de estos años han sido importantes para que hoy podamos seguir adelante con nuestros proyectos. Son personas de este lugar de la Amazonía, de las que difícilmente se suele hablar porque no tienen un foro de escucha, de ahí el título ‘Lo que no conocemos existe’, por lo que espero que, a partir de la lectura del mismo, ellos puedan existir también para quienes lo lean.
Cuando se fue a Brasil a trabajar ¿pensó en volver pronto a España o intuía que sería su hogar a partir de entonces?
La vida te va dictando cómo vivirla. Lo que puedo decir es que vivir en esta zona no significa olvidar mi origen. Además, vuelvo a Extremadura siempre que tengo oportunidad, pues hay muchos lazos que me unen a nuestra tierra.