Las mariposas son, seguramente, de los animales más bonitos de la naturaleza. Tienen un significado especial para los seres humanos, entre otras cosas porque representan la transformación constante (huevo, oruga, crisálida y, por fin, mariposa). Una increíble metamorfosis que, en cierta forma, es una alegoría de nuestra vida, recordando los cambios y dificultades, como hacen en su corto ciclo vital estos lepidópteros.
Además, hay un sentimiento general de cercanía cuando pensamos en las mariposas. Nos vienen rápidamente a la mente palabras como fragilidad, delicadeza, serenidad o belleza.
Pues bien, en plena Costa del Sol, en la turística localidad de Benalmádena, encontramos uno de los mayores mariposarios de Europa. Sin duda, una visita obligada para quienes viajen hasta estas tierras malagueñas y, quiero recalcarlo, un bonito reclamo para grandes y pequeños.
En su interior, con multitud de mariposas volando a nuestro alrededor (algunas perfectamente camufladas escaparán a nuestros ojos), nos adentraremos en este mundo desconocido para la mayoría del gran público.
Un impactante templo tailandés como entrada, donde se encuentra la recepción, los aseos, una tienda de recuerdos y los servicios administrativos, nos da la bienvenida, para pasar posteriormente a un jardín tropical acristalado, acondicionado con bastante humedad y alta temperatura, especialmente preparado para ellas.
Se puede decir que, con obvias salvedades, es una especie de zoo dedicado, casi en exclusiva, a un solo animal, pero con la singular característica de ser tremendamente dinámico y cambiante debido a sus cortas vidas. Esto supone que se renueva esa población en pocas semanas. Aquellos animales que vi en mi primera visita nada tienen que ver con los actuales.
Llama poderosamente la atención tenerlas tan cerca, algunas posándose sobre nuestras cabezas. Detalle este que, para los pequeños de la casa, es lógico motivo de especial euforia.
Distintas especies de todo el mundo revoloteando en un mismo espacio (se calcula que hay unas 1.500 mariposas) sin peligros, sin enemigos y sin rivalidad entre ellas. Y lo más bonito: el visitante podrá ver los diferentes momentos biológicos de su corta vida (bailes nupciales, apareamientos, cómo salen de la crisálida y despliegan sus alas para que se sequen, etc.).
Entrar en su interior es, además de una experiencia difícil de disfrutar en otros lugares, un verdadero aprendizaje en datos y curiosidades sobre la vida de estos animales. Por ejemplo, nos ilustrarán de manera muy didáctica sobre detalles como su alimentación, las distintas fases de su desarrollo, sus características físicas, clases y tipos, estrategias defensivas, cuánto tiempo viven, las diferentes formas que tienen de camuflarse en la naturaleza, su importancia en los diferentes ecosistemas, sus colores, etc. Incluso tendremos el privilegio de verlas, in situ, nacer a la vida ya como mariposas.
Debido a que su ciclo de vida está, dependiendo del tipo y con excepciones, entre dos y cuatro semanas como regla general, a la mariposa bien la podríamos calificar como ‘la belleza de lo efímero’. En cierta manera, un recordatorio de lo fugaz que es la vida.
Hay también, no quiero dejar de escribirlo y así lo advertí, cierta sensación de paz y tranquilidad cuando el viajero se encuentra rodeado de estos insectos.
Viajar a la Costa del Sol es disfrutar, entre otras cosas, de sus playas, de su envidiable clima, de sus actividades acuáticas, de sus preciosos pueblos blancos, de su cosmopolita ambiente y de su reconocida gastronomía. Todos ellos son reclamos que están en el subconsciente general de los viajeros, pero hay mucho más. La Costa del Sol ofrece otros novedosos atractivos que también deben ser conocidos, como este recomendable mariposario de Benalmádena.