Una de las piezas que suele estar presente en esta reunión mensual es el alcohol etílico. Es una de las razones por las que consumimos algunos de los productos que comentamos aquí y que, bien utilizado, nos proporciona tanto beneficios de salud como buenos momentos de ocio, engrasado social, disfrute intelectual y usos culinarios.
Hace poco he conocido a alguien que por su religión y cultura no ha probado, ni tiene intención, nada que contenga alcohol; es joven en edad y, aunque lleve unas cuantas experiencias a la espalda, en una de nuestras agradables charlas ha surgido el interesante ‘reto’ de explicarle cómo es la del consumo de este compuesto natural.
Lo primero que viene a la cabeza es evitar posibles y justificados estigmas históricos, recordar que no solo está relacionado al sin sentido. Envuelto en diferentes ropajes, este producto es una excelente fuente calórica, y es considerado alimento cuando va integrado en el vino. Hidromiel, cerveza, posca, pulque, sake y a saber cuántos mejunjes alcohólicos han suplido antaño la carencia de otros sustentos en hogares, provisto de energía a tropas o ayudado a llegar a otros continentes en largas travesías por mar. Sin olvidar que las propiedades conservantes de estas bebidas las hacían más sanas que el agua, que es el caldo de la vida y gérmenes y bacterias son vida también.
Algunas teorías sitúan el inicio de la ingesta de alcohol cuando todavía nos desplazábamos a cuatro patas, hace unos diez millones de años. Se cree que se activó en el organismo de nuestros antepasados simios la enzima que nos permite metabolizar este compuesto y cuando bajaron de los árboles para vivir en el suelo les permitió consumir frutas caídas y en parte fermentadas. Muchos de los que no contaban con esta enzima posiblemente se cayeron de la convocatoria evolutiva.
También hay quien menciona al alcohol como origen de la agricultura; no sé si está muy fundado, aunque razones convincentes da. Poco a poco, en vez de decir que algunos alimentos sobrantes ‘se ponían malos’, empezamos a decir que ‘los dejábamos fermentar’, y que era una estupenda manera de conservarlos más tiempo, sin pajolera idea de cómo pasaba. Según esto también se podría relacionar con esa sensación que llamamos ‘efecto aperitivo’, y que nos activa un deseo mayor de ingerir alimento a través de un tipo concreto de neurona de nuestro cerebro que despierta como por chispazo etílico.
Luego seguimos hablando de qué se siente cuando se bebe, si te emborrachas con una caña o cómo va eso. Es decir, por qué empezó el humano a beber sin tener sed, la parte lúdica y esencial también. No sé si desde el principio nos resultaron agradables las sensaciones, pero no parece que hayamos parado, y el caso es hay tantas percepciones como personas. Puede parecer extraño, pero hay a quien le resulta tan desconocido esto como para un extremeño pescar una ballena. Igual que hay personas que lo consumen pero parece que no tienen idea de cómo se hace.
Desde que tenemos conocimiento hemos intentado sacar alcohol hasta de las piedras, mueve parte importante de la economía, ha tenido mil usos, ha sido una de las mejores casualidades que se nos ha cruzado, y el día que salga también el tema de qué significa en nuestra tradición y qué se puede hacer con un cerdo en la cocina, este amigo se convertirá definitivamente. ¡Salud!
