Hoy quiero hablarles de algo que, a primera vista, podría parecer una cuestión técnica o incluso menor: el voto accesible. Pero cuando lo miramos con los ojos de quienes vivimos con una discapacidad visual, descubrimos que no se trata solo de una papeleta o de un procedimiento, sino de un derecho.
En España, la ley establece que el voto accesible está pensado para las personas con discapacidad visual, mediante el uso del braille. Sin embargo, esa misma ley deja fuera a la inmensa mayoría, más del 97%, las que tenemos baja visión.
Hace poco, alguien comentó al leer un artículo sobre este tema: “¿Y qué tiene que ver el voto accesible con el retinoblastoma?”. Y la respuesta es sencilla: tiene que ver todo. Porque el derecho al voto no depende del nombre de una enfermedad, sino de la posibilidad real de ejercerlo.
El retinoblastoma, la retinosis pigmentaria, el glaucoma, la aniridia, la degeneración macular… todas las patologías visuales tienen algo en común: limitan la visión, pero no anulan el deseo de participar, de opinar, de decidir.
Sin embargo, el sistema electoral parece no vernos. Solo piensa en blanco o negro, en ver o no ver, cuando la realidad es que la mayoría vivimos en los matices intermedios, en los grises, en los restos de luz. Para nosotros, el voto en braille no es una solución, porque no leemos braille.
Cuando el voto solo es accesible para unos pocos, y no se contempla la diversidad real de la discapacidad visual, la democracia se vuelve parcial. Y una democracia parcial no es realmente inclusiva.
La luz con la que miramos la vida puede ser distinta, más tenue o más brillante, pero la voluntad de participar, de construir, de aportar… esa es la misma para todos. Y si la democracia es de todos, el voto también debe serlo.
Imaginen por un momento lo que significa entrar en una cabina electoral y no poder leer la papeleta, no porque no sepamos leer, sino porque el texto es demasiado pequeño o el contraste es insuficiente. Imaginen tener que confiar en otra persona para marcar una casilla que representa su decisión más íntima y libre. Eso no es votar. Eso es depender.
Hablar del voto accesible es hablar de derechos humanos, de igualdad, de respeto. No se trata de una petición aislada, sino de una llamada a mirar el mundo con los ojos de todos. A entender que la accesibilidad no es un favor, sino una obligación social.