Son ya muchos años escuchando la expresión ‘poco a poco’ para llevar la promesa de un progreso gradual y la ilusión de que un cambio auténtico en la mejora en accesibilidad e inclusión llegarían, aunque fuera despacio. Sin embargo, la accesibilidad sigue quedándose al final de la fila, y las personas con baja visión somos relegadas a un futuro indefinido.
Estoy cansado y desengañado de escucharlo una y otra vez. Cada vez que oigo ‘poco a poco’ siento que son palabras que se convierten en una excusa para justificar y posponer soluciones que son necesarias. Mientras tanto, las barreras para las personas con baja visión se hacen cada vez más altas y el empoderamiento se vuelve un sueño lejano.
Allá por 2005 fue la primera vez que escuché ‘poco a poco’ en un congreso sobre accesibilidad a las tecnologías. La expresión flotaba en el aire como una promesa. Los avances en accesibilidad tecnológica se estaban dando, sí, pero sería ‘poco a poco’, un paso cada vez, con calma. Entonces confié en el sentido positivo de la frase. Me aferré a esa esperanza, creyendo que cada pequeño logro nos acercaba a un mundo verdaderamente accesible.
Más adelante, esas mismas palabras comenzaron a volverse familiares, una constante en los discursos. Las escuchaba en cada jornada y en cada debate. Las leyes, decían, iban avanzando en su cumplimiento; España estaba firmando compromisos internacionales para mejorar los derechos de las personas con discapacidad. Todo se daba… ‘poco a poco’.
‘Poco a poco’ también se repetía en el ámbito educativo, mientras leyes y políticas intentaban adaptarse a las necesidades de estudiantes con discapacidad. Lo oía en cada congreso y evento al que asistía. Aquel ‘poco a poco’ pretendía dar seguridad y mostrar progreso. Pero en sus pausas, en sus silencios, ese ritmo pausado empezó a mostrar su rostro menos amable.
Con el tiempo, la expresión reapareció en el sector sociosanitario. En cada jornada que reunía a asociaciones de baja visión y especialistas volvíamos a escucharla: poco a poco mejorarían los servicios, poco a poco habría más atención para quienes la necesitaban. Y aunque el compromiso era real, aquel ‘poco a poco’ parecía volverse una excusa cómoda que justificaba un ritmo en el que muchos empezaban a quedarse atrás.
En algún momento me di cuenta de que ese ‘poco a poco’ estaba erosionando las oportunidades de las personas con baja visión. No se trataba solo de paciencia; era como si la promesa se estuviera cumpliendo al revés, dejándonos rezagados en un mundo que avanza sin esperarnos.
Porque poco a poco los entornos cambian, pero para quienes tienen baja visión las barreras se multiplican, y el empoderamiento retrocede. Ese ‘poco a poco’ que parecía un lema de esperanza, hoy se convierte en una barrera, una muralla que impide alcanzar la independencia que la sociedad podría brindar.
Tal vez sería necesario otro ‘poco a poco’: el de una insistencia que no se conformara, que exigiera que la accesibilidad y la inclusión dejaran de ser una meta lejana y se convirtiera en una realidad palpable.