La fortaleza y capacidad de trabajo de esta pintora sevillana de 87 años para sí la quisieran muchos. Perfeccionista hasta la extenuación, Laffón ha pedido a veces a sus propietarios que le presten un cuadro para hacer tal o cual retoque, algo a lo que algunos acceden a regañadientes temiendo que la devolución se retrase.
Entre Sevilla y Sanlúcar de Barrameda están su casa y su estudio. Allí ha nacido, crecido y vivido. Tiene sus viñedos, sus frutales, el mar, el Coto. Por una cuestión de carácter y forma de vida no le gusta prodigarse, ni tampoco le gusta hacer exposiciones ni viajar, solo trabajar incansablemente. Esa independencia tan radical puede ser la causa de sus escasas exposiciones fuera de España.
La expresión de las obras de Laffón es tan contemplativa como ascética. Su universo artístico lo conforma todo lo que le rodea: unos simples objetos sobre una mesa, o el emerger del paisaje en la mancha, o el rincón del patio que es pretexto para unos juegos de luz. Los jardines y los bosques ejercen una atracción irresistible para ella y los retrata como una invitación a que cada espectador construya su propia poética.
La madurez que refleja en las últimas décadas nos habla con mayor soltura y nitidez de las personales inclinaciones de sensibilidad y carácter; pero también de las tradiciones artísticas y los paisajes físicos locales; de la acentuación de lo colorístico y de las atmósferas evanescentes que crea con manchas de suaves tonalidades entreveradas, mezcla de quietud y de matizada delicadeza. Sus lienzos se enredan muy hábilmente en matices de luz y de espacio que afectan directamente a ese pozo sin fondo de la sentimentalidad y la ensoñación.
En esta última etapa de su carrera Laffón ya no tiene que demostrar nada a nadie y todo lo afronta con una libertad y radicalidad que solo se permiten quienes están muy seguros de lo que quieren. Nunca piensa en el mercado o en la crítica, porque ella es la más exigente consigo misma y porque, sobre todo, trabaja por puro placer.
La mayor parte de las obras que realiza son invendibles. Carmen desciende de una adinerada familia sevillana. Por sus dotes para el dibujo y el retrato ha podido vivir bastante bien de sus retratos a particulares.
Esta profesora de Bellas Artes, y una de las pocas mujeres académicas, ha contribuido a visibilizar la figura de la mujer en el mundo del arte y a romper moldes. Fue la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1982; y la primera en pintar el cartel de la Semana Santa de Sevilla, en 1983, y de la Real Maestranza de Caballería, en 1993.
Laffón, por encima de todo, nos muestra que las cosas que más ama poseen resplandor.