Aunque pueda ser una contradicción la frase “un poco es mucho”, en el caso de un resto visual muy pequeño se hace realidad que perder un poco más de visión, por muy poco que sea, llega a ser muchísimo.
La agudeza visual es como gotas de agua en un vaso. Para una persona con baja visión su contenido es muy escaso, y cada gota es un tesoro precioso. Cada vez que pierde agudeza, por pequeña que sea, representa una gota menos en su vaso. Esto hace que merme aún más su contenido.
En cambio, para alguien con una agudeza visual plena que puede perder visión sin percibirlo (esto es más habitual de lo que se piensa y puede ser por diferentes causas), cada pérdida es solo una gota más en un océano de riqueza. Estos individuos pueden permitirse perder esas gotas sin afectar significativamente la plenitud de su vaso.
La experiencia de las personas con baja visión al perder un poco de visión puede variar de forma significativa de una a otra, y es fácil que se vuelva a tener un impacto emocional y psicológico. Volver a encontrar dificultades para realizar tareas cotidianas sencillas, a las que anteriormente ya se habían adaptado, pueden llevar a sentimientos de frustración.
El caso es que volver a ajustar la forma de llevar a cabo las actividades de la vida diaria de los que experimentan aún más pérdida de visión puede que no sea un proceso desafiante. Lo peor es el miedo y la incertidumbre sobre cómo afectará esto a su futuro, y la capacidad de readaptarse a nuevas formas de hacer las cosas, que puede suponer un proceso abrumador.
Es como encontrarse en una densa neblina donde es difícil distinguir los contornos y los detalles del entorno. Una vez que te has habituado esa niebla se vuelve más espesa y desafiante, y la necesidad de confiar en otros sentidos se vuelve aún más crucial en medio de la oscuridad creciente.
Un poco representa mucho.