Cuando los sueños cantan a coro buen prado encuentran.
Realidad preferente
El cliente asiduo de un bar iba notando que cada vez le ponían menos vino en el vaso. Un día, mosqueado, le dijo al camarero:
– ¿Tienes unas tijeras?
– Sí, ¿Para qué las quieres?
– Tú, tráemela.
Ya, con las tijeras en la mano, el cliente las colocó junto a su vaso e hizo como si lo estuviera cortando.
– ¿Qué haces? – le preguntó el camarero.
– Ya lo ves, recortar el vaso. Como cada vez me echáis menos vino, ¿Para qué un vaso tan largo?
Carrascal
Carrascal, carrascal
qué bonita serenata,
carrascal, carrascal
que me estás dando la lata.
Un albañil se cayó,
de lo alto de un andamio
y en la mitad del camino
se puso a escuchar la radio.
Una vieja seca, seca,
seca, seca, se casó
con un viejo seco, seco
y se secaron los dos.
Las chicas de este pueblo
llevan bragas de hojalata,
pero sus madres no saben
que llevamos abrelatas.
Los ratones de mi casa
tienen la fea costumbre,
de rascarse los cojones
con el gancho de la lumbre.
En tu puerta me cagué
creyendo que me querías,
y ahora que ya no me quieres
dame la mierda que es mía.
En mi puerta planté un pino
creyendo que me querías,
y ahora que ya no me quieres
no puedo sacar el tractor.
Sobre el vino y adyacentes
La tasca o taberna es lugar de culto al buen beber y el palabrear de buenas Academias. Por eso, el español fino con todo bebe vino.
Al bar de Mariano (de apodo ‘El Colorao’ por el color de su pelo) acudían a medio día grupos heterogéneos de clientes a tomar ‘las once’ (nombre alusivo a las 11 letras del sustantivo aguardiente, licor que en muchos pueblos tomaban en las tabernas situadas a las salidas de estas, que eran visitadas por quienes acudían a trabajar en el campo a horas tempranas, acompañado de algún dulce, especialmente perrunillas).
Entre los asiduos de ‘El Colorao’ estaba un borracho llamado Raimundo, que, al entrar en la taberna y antes de acercarse al mostrador para pedir su ración, meaba. Y al irse a casa también. Y en ambas ocasiones decía a sus compañeros de tertulia señalándose la entrepierna: le he dado las gracias por los favores prestados. Acto (el de orinar) que Carlos llamaban ‘vaciar la botella’ o ‘desbeber’ y Aquilino ‘cambiar el agua al canario’.
Cierto día entró en la taberna una hermosa joven de trasero prominente a comprar cervezas y el susodicho Raimundo preguntó alzando la voz:
– ¿De quién dependerá ese culo?
Y siguió mirándoselo hasta que se fue. Luego, apuró el vaso y pidió otro.
Luis (otro componente del mismo grupo que Raimundo) era una persona ilustrada, y un mediodía, después de haberse puesto morado con el tapeo y el vino, dijo a sus compañeros:
– ¡Menuda siesta me voy a marcar! Por cierto: la palabra siesta deriva de meridiatum, la hora sexta romana, que comprendía entre las 12 del mediodía hasta las 3 de la tarde aproximadamente, tiempo que los romanos dedicaban al descanso después del almuerzo. Claro que también la que dicen ‘siesta del cura’, que es a media mañana. Y también canciones populares. Así dice una cacereña:
La parva está en la era
y el sol aprieta;
hay que sacar el trigo
y echar la siesta.
– Y tú, Manolo, un gran bebedor del buen vino, ¿Qué coño hacías esta mañana comprando vinagre en la tienda de ‘El Brincaor’? ¡Dónde se ha visto cosa semejante!
– ¿Qué quieres? Todos sabemos que tiran más dos tetas que diez carretas.
En la barra, tres parroquianos mantenían una conversación animada:
-… yo calculo que Perico el carpintero debe de tener ahorrado como un millón o más.
– ¡Cállate Paulete! No digas tonterías. ¡Cómo va a tener ese tanto ahorrado! No seas tonto.
– ¡Qué quieres! Si soy tonto de nacimiento, qué le voy a hacer.
– Pues ayer – comentó Francisco – dijo la televisión que en inglés ‘bar’ significa barra, término que inicialmente designaba a una barra que ponían en la parte inferior del mostrador (como se hace ahora) para que los clientes pudieran descansar sus pies mientras degustaban sus consumiciones sentados en unos bancos altos. Y que después también se empezó a llamar bar (barra en español) al mostrador.
– Interesante.
Pequeños dichos y refranes
‘Sacar punta a todo’. En su interpretación más corriente hace referencia a ser quisquilloso y buscar defectos o fallas en todo.
‘Dar la lata’. Es una expresión que en castellano significa molestar, fastidiar o importunar a alguien con persistencia. Dos son las teorías sobre su origen. Una hace referencia a los soldados que una vez licenciados reclamaban sus compensaciones económicas por los servicios presentados; para ello presentaban los documentos de reclamación enrollados en tubos de lata, actitudes que presentaban las consiguientes molestias. La otra habla de la costumbre que antiguamente había en algunos lugares de golpear latas cuando se casaban viudos; es decir, lo que se conocía como cencerrada.
‘A tiro de piedra’. Se trata de una expresión que se utiliza para indicar que algo está muy próximo, a poca distancia, como si pudiera alcanzarse lanzando una piedra. Por ejemplo, Lucas (cap. 22; 39-46) escribe: “Salió y como de costumbre fue al monte de los Olivos. Le siguieron también los discípulos (Pedro, Santiago y Juan). Cuando llegó al lugar, les dijo: – Orad para no caer en tentación. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, de rodillas, oraba…”; distancia que según algunos exégetas bíblicos podría calcularse de entre 14 a 24 pasos, o de 10 a 30 metros.
‘Quedarse a cuadros’. Se trata de una expresión coloquial que utilizamos en castellano para decir que alguien está muy sorprendido o asombrado por algo que ha visto u oído. Sobre su origen se han formulado algunas hipótesis que no han convencido a los lingüistas, aunque la opinión más aceptada es aquella que la relaciona con el teatro, cuando un actor olvidaba el texto de su papel y se quedaba pasmado, como un cuadro inexpresivo.
‘Apuntarse a un bombardeo’. Es una expresión coloquial que manifiesta la disposición de alguien a participar en cualquier actividad que otro u otros proponen sin importarle las posibles consecuencias. Se documenta por primera vez en un artículo publicado en La Vanguardia de Barcelona en 1973. Aunque no puede asegurarse cuál fue su origen exacto algunas fuentes apuntan al mundo militar, donde participar en un contexto bélico (por ejemplo, un bombardeo) podía resultar peligroso y obligatorio porque no podían eludir las obligaciones relacionadas con el cargo.
‘No tener buena pinta’. Actualmente se dice cuando algo no tiene trazos de ser de buena calidad o de que algo no va a salir bien. Según parece esta expresión proviene del juego de cartas, donde la pinta es la marca distintiva de cada palo, según sean copas, oros, espadas, bastos. Un jugador con una buena mano, es decir, con cartas de un mismo palo o con cartas que combinan bien, ‘tiene buena pinta’. Por el contrario, si las cartas no tienen una buena combinación, ‘no tiene buena pinta’.
‘Enmendar la plana’. La plana, según la Academia de la Lengua, era el nombre con que se conocía el escrito que hacían los niños en una cara del papel cuando estaban aprendiendo a escribir. La función del maestro era corregir (enmendar) los posibles fallos que en ella había podido incurrir el alumno, de ahí que surgiera la locución o expresión ‘enmendar la plana’, que acabó derivando a cualquier tipo de corrección o arreglo de algo que se ha dicho o hecho incorrectamente.