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A la fresca cerveza

A la fresca cerveza
Foto: Pixabay. Simón Delacre
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Que levante la mano el que no haya pensado alguna vez eso de “mira, mejor tráeme una cerveza” cuando se nos acerca un sumiller y se nos pone a relatar todas las bondades, obra y milagros de la carta de vinos.

Debemos ver qué consideración de la cerveza tenemos en esta piel de toro que habitamos, que se rige por un clima y unas costumbres históricas que nos llevan a ver este producto prácticamente como un refresco más que como un producto variado, versátil, gastronómico y con identidad. Conviene no olvidar que, para otras culturas del mundo, hace ya varios milenios la cerveza no era solo una bebida sino un alimento, y como tal se utilizaba también.

APA, IPA, Session, Lager, Ale, Imperial, Stout, Lambic… Hasta hace dos días, estos términos no es que sonaran a chino por aquí, es que casi ni sonaban directamente. Nuestros primeros atisbos de una producción de cerveza a escala industrial vienen del siglo XIX. Antes de eso se producía y consumía, pero a un nivel más reducido, o quizá más concentrado en los estamentos sociales más altos, como herencia de la introducción de este producto en las capas sociales nobles por parte de Carlos V, quien se tuvo que traer de tierras flamencas a sus propios maestros cerveceros. Una herencia que aún hoy arrastramos, en el sentido de que se nos llena la boca de orgullo cuando hablamos de nuestra tierra y cultura del vino, aunque lo que más consumimos y promocionamos, con diferencia, es cerveza.

Eso en lo referente a la cerveza industrial. Por otra parte, lo que hoy llamamos cerveza artesana, artesanal o microcervecerías no se empieza a ver por aquí hasta los pasados años 90. Y, aunque ya se conocieran anteriormente, siguen significando solo alrededor de un 1% de las ventas mundiales.

Podríamos dividir la cerveza en tres grandes tipos básicos: Ale, Lager y Lambic. El embrollo viene cuando, en función de dónde se elaboran, se pueden distinguir cien mil estilos diferentes, ya que, en cada país, región, ciudad, cervecería… se elabora de una forma diferente y se dispone de unos ingredientes diferentes (el agua, los tipos de cereal, el malteado o las levaduras van a marcar cada sabor). A grandes rasgos podríamos decir que, a nivel industrial, la cerveza de tipo Lager y, dentro de estas, el estilo Pilsen (ciudad checa) es la más imitada del mundo, mientras que las microcervecerías se ocupan de llenar el hueco y ofrecer otros tipos y estilos, ampliando la paleta de sabores, aromas, cuerpos o carbonatación que muchos consumidores buscan en vez de estancarse en el monotema.

De forma general, las Lager suelen ser más ligeras (de cuerpo y alcohol) y claras (lo que dará unos aromas determinados); las Ale suelen ser más corpulentas y oscuras, o no; y las Lambic son otro mundo, que puede dar para otra página. Quiero decir con esto que, según el estilo, podemos tener una paleta de sabores y aromas diferentes.

Partiendo de esta idea inicial lo mejor es dejarnos aconsejar, y que nos explique el profesional de turno cómo es en concreto la que tengamos delante de nosotros con el abridor en la mano. Dicho esto, a lo mejor pedimos una cerveza y acabamos diciéndole al camarero que no nos maree la cabeza y nos ponga un vino.

¡Salud!

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