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Algunas cosas del cole (De ayer y de hoy) (I). José Luis Rodríguez Plasencia

Algunas cosas del cole (De ayer y de hoy) (I). José Luis Rodríguez Plasencia
Detalle de la fachada del colegio Trajano de Mérida. Foto: Cedida
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Poco después de publicarse el primer tomo de mi ‘Gran Enciclopedia del disparate’ por la Editorial Planeta surgió en mí la idea de recopilar también todas aquellas anécdotas que concerniesen a la comunidad educativa; es decir, a cuanto tuviera que ver con alumnos, padres y maestros.

La tarea no parecía tan fácil como la anterior, ya que esta se relacionada en su mayor parte directamente conmigo y con mi labor docente y la otra, por más amplia, abarcaba experiencias de otras personas ajenas a mí, además, como es de suponer, de las mías propias.

Aún así, comencé a anotar cuanto de anecdótico iba sucediéndome y cuanto de anecdótico iban contándome mis compañeros o incluso algunos padres o madres.

Han pasado varios años desde entonces y hoy, a pesar del tiempo transcurrido, quiero ofrecer a los lectores de Grada un repertorio de chascarrillos más o menos hilarantes relativos al mundo de la educación y otros asuntos relacionados con la docencia para dar a conocer cómo se vio la enseñanza en tiempos pasados. Así tal vez se conozca mejor este entorno que la mayor parte de las veces no se valora porque no se conoce, o no se conoce porque no se valora. ¡Toma caracoles!

Aunque los maestros hemos de reconocer que, si bien, tanto en el aspecto económico como en el de consideración social hemos progresado desde los tiempos de Maricastaña, tiempos de aquel denigrante dicho de “pasas más hambre que un maestro de escuela”, aún hay hoy padres y madres, muy modernitos ellos, que todo hay que decirlo, que nos consideran unos aparcaniños; padres y madres que prestan menos interés a nuestra labor docente que a la supuesta de ‘bedeles de guardería’ o de guardacoches, digo ‘guardaniños’.

Como alguien ha dicho en alguna ocasión (y puede que hasta haya sido yo mismo, pues de vez en cuando también se me ocurren algunas cosillas y me gusta repetir y expandirlas por el ancho mundo si prestan atención) muchos progenitores han progresado en calidad de vida, pero no en cultura personal, por lo cual consideran que los maestros somos todavía unos asalariados al servicio de cada uno de ellos y de sus hijos, y que nuestra obligación es aguantarlos y resignarnos con nuestra mala estrella que, dicho sea de paso, algo más sí que nos alumbra, aunque no sabemos hasta cuándo. Y eso que algunos políticos actuales dicen que es el Estado quien tiene que tutelar y encaminar a los peques porque son ellos sus auténticos padres.

Respecto al tan manido “pasas más hambre que un maestro de escuela”, recuerdo un muy antiguo chiste gráfico, creo que de Pedro Laporta, que bajo el epígrafe ‘Dos instituciones que se protegen’, resumía la situación socio-cultural de los maestros en el siglo XIX. Basta con ver el dibujo que adjunto.

"Dos instrucciones que se protejen"
“Dos instrucciones que se protejen”

Creo que fue en 1901 cuando el Conde de Romanones inicio una serie de reformas e iniciativas en Instrucción Pública, entre las que estuvo la más necesaria y humana, el pago a los maestros por parte del Estado, pues aunque algunos docentes dependían de los municipios donde ejercían la docencia hubo muchas alcaldías que dejaron a deber los mezquinos sueldos que les tenían asignados.

Según llegó a mis oídos, con anterioridad a la reforma de Romanones se hizo muy popular en España este cantar de la Murga Gaditana:

El ministro de Fomento
¡huy, qué portento!
dice que les va a pagar,
¿será verdad?
a los maestros de escuela,
¡viva su abuela!
toda la paga atrasá.

Una muestra, lamentablemente trágica, del poco interés que las autoridades municipales prestaban a la educación está en el suceso real y luctuoso que en octubre de 1740 tuvo lugar en el pueblo granadino de Ohanes de las Alpuxarras, a pesar de las repetidas cartas que el maestro de primeras letras de la localidad envió al alcalde de la misma para informarle del mal estado en que la viga principal de la escuela se encontraba; intercambio de cartas que se complementa con el legajo del archivero municipal sobre la tragedia subsiguiente, todo lo cual incluyo, para quienes sientan curiosidad por tal suceso, que ha llegado a conocerse, al menos en los medios de comunicación donde apareció todo el dossier, como ‘La viga’ y que, si no estoy mal informado, dio lugar a una película, o al menos a un corto, o como se llame en el mundillo cinematográfico lo que en celuloide se recoge de tal guisa.

He aquí dicha correspondencia, que fue recogida como notas de humor (¡qué gracia!) por el Ilustre Colegio Nacional de Granada y publicado, entre otras, por la revista del sindicato provincial de CC.OO. Al Hamra.

Señor Alcalde de Ohanes de las Alpuxarras:
Tengo el honor de poner en su conocimiento la inquietud que me produce ver la viga que media la clase que regento, pues está partida por medio, por lo cual el terrado ha cedido y ha formado una especie de embudo que recoge las aguas de las lluvias y las deja caer a chorro tieso sobre mi mesa de trabajo, mojándome los papeles y haciéndome coger unos dolores reumáticos que no me dejan mantenerme derecho. En fin señor alcalde, espero que su amabilidad ponga coto a esto si no quiere que ocurra alguna desgracia con los niños y con su maestro, éste su muy seguro servidor. Dios guarde a Vd. muchos años.
Señor maestro de primeras letras de la localidad de Ohanes (Firmado y rubricado)
Señor maestro de primeras letras de la villa de Ohanes de las Alpuxarras:
Recibo con gran extrañeza el oficio que ha tenido a bien dirigirme y apresuro a contestarle. Es cosa rara que los agentes de mi autoridad no me hayan dado cuenta de nada referente a la viga, y es más, pongo en duda que se encuentre en esas condiciones, puesto que según me informa el tío Sarmiento no hará sesenta años que se puso, y no creo una vez dadas esas explicaciones, que no tenía por qué, paso a decirle que eso no son más que excusas y pretextos para no dar golpe.
En cuanto a lo de los papeles que se le mojan y el reuma que se le avecina, puede muy bien guardárselos, aquellos en el cajón o en casa y esta yendo a la escuela con una manta. No obstante lo que antecede, enviaré uno de estos días a algunos de mis subordinados que mire lo que hay de esto. Y ojo que su engaño le estaría estar otros seis años sin cobrar los quinientos reales de su sueldo.
Dios guarde a Vd. muchos años. Ohanes, 28 de noviembre de 1734.
El Alcalde Bartolomé Zancajo (Firmado y rubricado).
Sr. alcalde de Ohanes de las Alpuxarras. Partido de Uxixar. Reino de Granada.
Tengo el honor de acusar recibo de su atento oficio de ayer donde tiene a bien de poner en duda el estado de la viga. Desde mi oficio anterior, Sr. Alcalde, hace unos ocho meses pasaron las lluvias de invierno, y yo siempre mirando la viga con la inquietud consiguiente. ¿Caerá o no caerá? Y así un día y otro, como si en vez de una viga fuera una margarita. Si Vd. no cree lo que le estoy diciendo, puede mandar dos personas peritas, o venir Vd. mismo dando un paseíto, si no le cuesta mucha molestia, que yo no le engaño, más que darle una idea del estado de mi clase, me permito acompañarle un dibujo, tomado del natural, que le dará una estampa real de ella. Y de lo del sueldo, no creo que se atreva Vd. a tocar mis quinientos reales, porque ya sabe Vd. lo que dice refrán: “A cojón ni…”, en fin, Sr. Alcalde, Dios le guarde muchos años los efectos de la viga.
Ohanes de la Alpuxarra, a 29 de noviembre de 1734.
El maestro Menón Garrido (firmado y rubricado)
Señor maestro de primeras letras de la villa de Ohanes de las Alpuxarras:
Acuso recibo a su oficio de 29 de noviembre del pasado año, me parece excesiva tanta machaconería en el asunto de la viga. Sepa el señor maestro, que si no le conviene la escuela puede pillar el camino e irse a otro sitio, que aquí para lo que enseña, falta nos hace.
¿Qué importa a estas gentes ni a nadie, dónde está Marte ni las vueltas que da la Luna, ni que cuatro por seis son ventisiete, ni que Miguel de Cervantes descubrió las Américas? Para coger un mancage, basta y sobra con tener fuerzas para ello. No obstante, como soy amante de la curtura y no quiero que digan que he ablao al maestro y no le trato como se debe, nombraré una comisión que informe sobre el asunto de la viga, y si resulta que usted me ha engañado sa caído.
Dios guarde a Vd. muchos años. Ohanes de las Alpuxarras a 15 de octubre de 1735.
El Alcalde Bartolomé Zancajo (firmado y rubricado)
Informe de los peritos
Antonio Fuentes Barranco y Juan González García, maestros albañiles graduados de la villa de Ohanes de las Alpuxarras, informan que:
Personados en el sitio denominado u llamado, dicho sea con perdón, la escuela de este lugar, a las 12 de la mañana del día 15 de mayo de 1736 acompañados por el señor escribano de este ayuntamiento, y mandados por el señor alcalde, opinamos, pensamos y creemos que la viga que ocupa el centro de la clase, aula o sala, que por estos tres nombre se la denomina o circunscribe, que la dicha viga no se ha movido, sólo se ha bajado cosa de diez o doce dedos, amenazando sólo caer, pero nunca juntarse con el suelo aplastando a los que coja dentro. Pero como quiera que la madera es un cuerpo astilloso, tiene que crujir antes de pegar el golpazo, dando tiempo a que se salven siete u ocho. Por lo cual firmamos y no sellamos por no tener sello. En Ohanes a la fecha arriba indicada. Antonio Fuentes (firmado y rubricado) Juan González (firmado y rubricado)
Don Celedonio González García de García González. Escribano de la villa de Ohanes de las Alpuxarras, partido de Uxixar, reino de Granada. Digo, declaro y doy fe, de cuanto en esta información del maestro de primeras letras de esta localidad, sobre la viga que dice el primero al Sr. alcalde, o sea el segundo, está partida en el techo de su clase.
Mi informe imparcial, desapasionado y verídico, como corresponde a mi profesión es el siguiente: si la viga cae, y amenaza peligro, puede ocurrir:
a) que mate al maestro, en cuyo caso esta corporación se ahorraría los quinientos reales que le paga;
b) que matase a los niños y no al maestro, en cuyo caso sobraba el maestro;
c) que matase a los niños y al maestro, cuyo caso sobraba ocurriendo en este caso, como suele decirse, que mataban dos pájaros de un tiro;
d) que no matase a nadie; en cuyo supuesto no hay por qué alargarse.
Examinado en derecho las causas y efectos que anteceden, emito este informe, honrado y leal, cumpliendo con ello un deber de conciencia.
En Ohanes de las Alpuxarras a 15 de mayo de 1736.
Celedonio González García (firmado y rubricado).

Este intercambio de cartas se completa con el legajo del archivero municipal:

Yo, don Joseph Sancho Mengíbar, cronista oficial de la villa de Ohanes de las Alpuxarras, declaro por mi honor ser ciertos los hechos que a continuación describo para que de ello quede constancia en el Histórico Archivo de esta villa, lamentando que la índole de los mismos ponga un hito trágico en los bucólicos anales de este pueblo.
El día catorce de octubre del año de Nuestro Señor Jesucristo, mil setecientos cuarenta, siendo alcalde de esa villa Bartolomé Zancajo, y siendo las doce de la mañana, se hundió el techo del salón de la escuela de esta localidad, pereciendo en el siniestro el señor maestro de primeras letras Don Menón Garrido Martín y los catorce niños que en aquellos momentos daban su clase.
Después de laborioso trabajo fueron extraídos de los escombros los cadáveres de las víctimas y trasladados al depósito del Cementerio Municipal, acompañados del pueblo en masa, que era partícipe por entero del dolor que significaba tal catástrofe, ya que a todos más o menos directamente, les alcanzaba, dado el número tan elevado de inmolados en aras de la cultura.
Abierto el oportuno expediente, se ha podido comprobar que por parte de la autoridad competente se tomaban periódicamente todas las medidas encaminadas a velar por el buen funcionamiento del sagrado recinto; y como pruebas concluyentes se presentó expediente incoado al efecto, que dos peritos albañiles y el ilustre escribano de esta villa, informaban sobre el buen estado del local, en fecha muy próxima al suceso, ya que los informes datan del quince de mayo de 1736; quedando plenamente demostrado que únicamente un accidente fortuito fue el responsable del hundimiento.
Ohanes de Alpuxarras a 15 de diciembre de 1740.
Joseph Sancho (firmado y rubricado).

Las facilidades de que disponen los actuales maestros, y cuando digo maestros me refiero a los profesionales de ambos sexos, para desplazarse, o para residir fuera del lugar donde tienen su escuela, no se parecen en absoluto a las dificultades que muchos compañeros tuvieron hace menos de cincuenta años.

Escuelas rurales perdidas en medio de planicies inmensas, prolongadas permanencias, de trimestre a trimestre, en aldeas medio olvidadas de la mano de Dios en sierras casi inaccesibles, sin medios de comunicación, sin televisión, sin teléfono, aislados en invierno, luchando a veces contra la prepotencia de caciques que veían en el maestro un obstáculo para seguir con su despotismo dictatorial sobre un pueblo sumiso e inculto… Y lo que podía ser peor: luchando contra la incomprensión y la soledad, la terrible soledad, que embrutecía a los más débiles, especialmente entre los hombres.

Cuenta Francisco Rodríguez Marín1 que cierto muchacho, hijo de una familia muy humilde, hizo con muchos apuros y muchas hambres la carrera de maestro elemental. Y una vez aprobadas las oposiciones, obtuvo plaza en cierto lugarejo, adonde llegó con la cabeza llena de pensamientos nobles y de las más altas pedagogías.

Llegado al lugar, llamado Porrillas, decidió presentarse al alcalde, como entonces era preceptivo. No lo encontró en el casuco concejil sino en una taberna inmediata. El alcalde invitó al nuevo maestro a jugar a las cartas y a beber con su corrobla, a todo lo cual rehusó el recién llegado.

-Pues ¿qué es lo que sabe quien no juega ni bebe? No era así el maestro que está mascando tierra. […] Cada día bebíamos mano a mano hasta caer. ‘¡Tragavino’ le llamábamos! Porque aquí, amigo mío, nadie escapa de llevar mote. A mí me llaman ‘Mochilón’, porque dicen si agencio o no agencio y si guardo o no guardo. Ya le pondrán a usted su mote antes que pasen dos días – le dijo el alcalde.

Cuando le enseñaron el cobertizo inmundo que servía de escuela, se le cayeron los palos del chozo al novel maestro. La escuela se comunicaba con el corral de concejo, de modo que los niños debían convivir con la piara municipal. Las noches de invierno los cerdos dormían en la escuela cobijados y abrigados y los muchachos salían al corral a buscar el suave calorcillo del sol cuando este lucía. Todo ello había acarreado a los niños diversas enfermedades y molestias.

Reunida la Junta local de enseñanza a petición del maestro, este expuso, entre otras mejoras, la necesidad de cubrir el suelo de la escuela con un entarimado, para aislar a los niños de los microbios e inmundicias del terroso suelo.

Pues bien. Dos horas después no se oía otra conversación en el pueblucho que la del entarimao, hasta tal punto que los mismos chiquillos cantaban al paso del maestro

Vaya un maestro escuela
que nos han mandado,
tan ‘entarimío’,
tan ‘entarimío’,
tan entarimao.
Vaya maestro de escuela
que nos ha ‘vinío’,
tan entarimao,
tan entarimao,
tan ‘entarimío’.

La conversación con el cura terminó por desanimar aún más al pobre maestro. El más tarde llamado ‘Tragavino’, su antecesor, también había llegado al pueblo con muchos bríos. Pero de nada le sirvió luchar contra la ignorancia y el salvajismo del pueblo.

-Yo estimaba mucho a aquel desgraciado -decía el cura-, pero no puede contenerle en el camino de su perdición. No abandonó el pueblo cuando debió y le aconsejé y cayó sobre él, de lleno, la negra influencia de las tres ‘es’ de esta clase de pueblecitos, que envilecen, empobrecen y embrutecen a quien vive en ellos. Esto, sírvale a usted de gobierno, sino está enteramente perdido. Ese alcalde a quien usted visitó ayer y otro que tal, con quien turna pacíficamente el mando, son hechuras de un solo cacique provincial que tiene por suyo este lugarejo y se va merendando todos sus propios y cuanto le cae al alcance de las manos. Ahora acaba de comerse dos carreteras, que se han pagado y no puede decirse que se han hecho. Aquí no hay enseñanza, ni puede haberla, porque a esos amos y caciques les conviene que no la haya: sobre bestias se domina mejor que sobre hombres.

Pensó, pues, el maestro presentar su renuncia al alcalde y se dirigió para ello a la casa del Concejo, donde aún tuvo que sufrir una última afrenta. Al anunciar al alcalde su visita, el alguacil dijo en alta voz:
– Ahí está el ‘Entarimao’.

1 Quisicosillas, pág. 75 y ss. Biblioteca Patria, Madrid, 1921.

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