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Bastón o no bastón, esta es la cuestión

Bastón o no bastón, esta es la cuestión
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Bastón o no bastón… esta fue mi cuestión hace años, desde que mi visión empeoró aún más. La pregunta tiene una respuesta fácil, es solo un “sí”, o un “no”. En realidad es obvio para una persona ciega si no quiere tropezar con lo que se encuentre en su camino, o caerse por unas escaleras o cualquier hueco que no tenga previsto. En este caso la respuesta a esa pregunta es un rotundo “sí”.

No obstante, cuando tienes un resto de visión que te permite leer, aunque sea con una lupa, y lo suficiente para desplazarte sin ayuda, pero no lo suficiente para evitar tropezar o torcerte un tobillo con el bordillo de la acera, o caerte por unas escaleras, en este caso no es tan fácil elegir si se usa o no el bastón.

A mí me enseñaron el uso adecuado del bastón blanco, y sabía cómo moverme con él por diferentes entornos. Sin embargo, yo lo dejaba en casa. ¿Por qué narices no me lo llevaba si me hacía falta? El caso es que no estaba totalmente seguro de usarlo.

Todo empezó cuando percibí que veía peor. Me sentía inseguro en la calle, sobre todo en los cambios con mucha luz a sombras y viceversa, tropezaba con más frecuencia. No tenía ninguna razón para encerrarme en casa y necesitaba ayuda en los desplazamientos. Es entonces cuando solicité ayuda y me asignaron un instructor en rehabilitación visual, que tuvo mucha paciencia conmigo y me enseñó a estar cómodo con el bastón blanco. Estaba feliz, y agradecido de poder salir y moverme con independencia.

Entonces ¿dónde estaba el problema? Esta es la historia de fondo. Como todos sabemos, el bastón blanco es un símbolo en la sociedad que identifica las personas ciegas; si una persona lleva un bastón de color blanco eso implica que no ve, y se tiende a ayudarle porque es una persona vulnerable.

Ahora bien, yo podía asegurar que no era ciego. Veía, muy poco, pero veía. No había planeado que esto de la baja visión se hiciera permanente en mi vida, pero ahí estaba.

Tenía mis dudas con lo que estaba haciendo. Me encontraba cómodo usando el bastón con la instructora, pero una vez terminada la formación al bastón lo acompañaba una situación de ambivalencia: por una parte, sentimientos de miedo, ira y negación; por otra, sentía la necesidad de llevar uno plegado en el bolso para utilizarlo en momentos puntuales, pero que por vergüenza no usaba. El caso era que si usaba el bastón blanco tenía que admitir que era ciego.

Sorprendentemente descubrí que en otros países las personas con baja visión usaban un bastón de otro color para distinguirlas de las personas ciegas; de esta forma evitaban que les insultaran por usar un símbolo de ciegos cuando podían ver. Ese bastón era de color verde, y fue lo que me hizo reflexionar con atención. No quería usar mi bastón, me avergonzaba que fuera blanco, lo que se imponía era el hecho de que fuera de color blanco, y olvidara lo necesario que era para desplazarse. Realmente no importaba si era de otro color, lo importante era mi independencia y mi seguridad. Es entonces cuando mi bastón salió del armario, pero esta vez de color verde.

Si uso mi bastón verde tengo que admitir que veo mal y que lo utilizo porque lo necesito para no tropezar, y rechazo que me tilden como ‘ciego’. Permítanme reformular esto: si uso el bastón verde, tengo baja visión.

Crédito de la imagen

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