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Déficit visual y dependencia

Déficit visual y dependencia
Foto: Unsplash. National Cancer Institute
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En el imaginario de la sociedad se tiene por dependencia al estado permanente en el que una persona no está en condiciones para valerse por sí misma. Pierde su autonomía personal y necesita algún tipo de ayuda o asistencia por parte de otros para realizar sus actividades diarias.

No obstante, debemos tener presente que la dependencia también puede ser temporal, como cuando somos niños, que dependemos de nuestros padres; o si tenemos una lesión temporal; y, por supuesto, porque en casos puntuales necesitamos algún tipo ayuda de alguien o algo, como cuando viajamos al extranjero y no conocemos el idioma.

Sin embargo, la dependencia también se identifica con la baja visión. Para esta afirmación debemos aclarar que, en relación con los casos de salud alterada, cualquier grado de discapacidad es un atributo inseparable de la dependencia. Por supuesto, cada caso es diferente. La misma patología en diferentes personas con el mismo grado de déficit visual puede dar lugar a una dependencia distinta y, dependiendo de la persona y del contexto, dar lugar a grados de dependencia diferentes.

La pérdida parcial de la visión se puede manifestar en limitaciones para llevar a cabo de forma autónoma su autocuidado y movilidad (comer, vestirse, bañarse, trasladarse, etc.); y, además, en restricciones para el acceso y la participación en sus diferentes entornos (usar el teléfono, comprar, cuidar la casa, utilizar transportes, etc.).

Es obvio que no es lo mismo necesitar de ayuda en una sola actividad que en la mayor parte de ellas, pero no debemos olvidar que, puntualmente, cualquier persona con baja visión puede requerir de ayuda de alguien o de algo para realizar en ciertas actividades.

A la hora de comer y beber, a las personas con déficit visual se les facilitan las tareas si los platos y vasos tienen el suficiente contraste con el mantel; si el plato no presenta contraste adecuado con el alimento (filete sobre plato oscuro) puede ocasionar pinchadas sin llegar a capturar un trozo; por seguridad, pueden necesitar que les eliminen las espinas del pescado.

Como consecuencia de la falta o disminución de la visión, pueden necesitar de una tercera persona para que les indique la constatación del resultado de peinarse y lavarse el pelo, y también en tareas como cortarse las uñas rectas y evitar el riesgo de cortes. Y lo mismo sucede al verificar el estado de la ropa y los complementos, la presencia de manchas o si está deteriorada, calzado sucio o no adecuado, prendas mal abrochadas, etc.

A veces, la ayuda de una persona es imprescindible para identificar las manifestaciones visuales de una enfermedad, o para leer los informes médicos y los prospectos de los medicamentos presentados en formatos no accesibles, aun disponiendo de ayudas ópticas. Hay casos en los que les puede resultar imposible pedir por sí solas la cita médica.

En la ciudad es muy difícil evitar situaciones de riesgos sin la ayuda de una tercera persona, sobre todo en entornos desconocidos (obstáculos en la acera, patinetes mal aparcados, obras sin señalizar de manera adecuada, etc.). De igual manera, el acceso a los medios de transporte puede poner en riesgo la integridad de los usuarios a la hora de localizar las entradas, las canceladoras del título de trasporte o las puertas, en función de sus características. Además, la ausencia de accesibilidad visual en los cajeros y las máquinas expendedoras hace que estas personas se encuentren en una situación de vulnerabilidad.

Sin la ayuda de otra persona quizá no pueda localizar e identificar los diferentes productos de consumo en una tienda o supermercado. La gran cantidad de alimentos, las modificaciones en su ubicación, y la imposibilidad de acceder a la información sobre sus características (composición, fecha de caducidad, etc.), hacen difícil la realización de esta tarea por parte de una persona con resto de visión.

Existen espacios que, por lo general, cuentan con aseos en dependencia no muy accesibles y en ocasiones peligrosos, con escaleras sin señalizar e irregulares, y para dirigirse a ellos, sobre todo en lugares desconocidos, es imprescindible contar con la ayuda de otra persona.

Por otra parte, la iluminación de los espacios puede ser inadecuada, bien por exceso o por defecto. En el primer caso ocasiona fotofobias y deslumbramiento, y en el segundo impide aprovechar el resto visual.

¿Y aún pensamos que no tenemos nada que ver con la dependencia?

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