Fotografías: Portal Oficial de Turismo de Cáceres y David Díaz Pérez
Me lleno de luz de Cáceres en la tarde, me lleno de tarde en la luz de Cáceres, me lleno de Cáceres en y con su luz… Siempre esa luz, inmensa, intensa, diversa, genuina. Todas ellas hermosas. Muy hermosas. En el sentimiento y en los adentros más profundos del paseante…
Siempre caminando contigo Cáceres, entre bellas luces de eternidad, que se concitan y envuelven por esas callejuelas y plazoletas en el marco de la ciudad que conocíamos como Parte Antigua y Vieja… ¡Qué ironías de la vida, denominar y tildar de Antigua y Vieja a una ciudad envuelta entre adarves, iglesias, palacios, beaterios, casas señoriales, casas fortaleza, callejuelas retorcidas, plazoletas, hoy Patrimonio de la Humanidad, por el realce de su conjunto medieval y renacentista!
Un sin parar de encantos y belleza, con la guía del pasado… La Muralla árabe; el Adarve de la Estrella; la Plaza de Santa María; la Casa Mudéjar, de arquitectura toledana; la Cuesta de la Compañía; el Aljibe; el Palacio de las Veletas, sobre la Alcazaba almohade; la Puerta del Postigo; torres defensivas cristianas y árabes, la de los Púlpitos, la de la Yerba, la Mochada; La Enfermería de San Antonio; el Baluarte de los Pozos; el Arco del Cristo, que rezuma el sabor de la romana muralla; el Foro de los Balbos, donde se alzaba una de las puertas cuando la vieja Norba Caesarina; el Hospital de los Caballeros; el Balcón de los Fueros; la Casa del Judío Rico; la iglesia de San Mateo, alzada sobre una mezquita, campanas que espantan a un vuelo asustadizo y acelerado a cernícalos y vencejos; el conventual de San Pablo, con monjas en clausura y voto de afanes contemplativos de castidad, pobreza y obediencia por vida, entre oraciones, trabajo, silencio y cánticos gregorianos; un desfile de casas hidalgas cacereñas; la Judería, entre estrechos callejones sefardíes, y su barrio; San Antonio de la Quebrada, con ermita sobre una sinagoga, donde una deslumbrante luz reverbera en sus casitas encaladas; calles con nombres como Amargura, de la Gloria, del Mono, Callejón del Gallo, la Calleja del Moral, Rincón de la Monja y tantos otros tan silenciosamente recogidos y tan deslumbrantes; amplias plazas; estrechas y angostas callejuelas, algunas empedradas a manos de moros de la morería…
Y, también, entre fachadas platerescas, góticas, renacentistas, portadas adinteladas, otras adoveladas, con sillares almohadillados, retablos barrocos, espadañas, matacanes, arpilleras, escudos esculpidos en cantería, unos; en alabastro, otros, blasones heráldicos de familias nobiliarias, con torres, águilas, flores de lis, estrellas, osos, soles, becerras, perales, garzas, yelmos, escudos episcopales, muros de mampostería, almenas picudas, barbacanas, balcones esquinados, ramas de olivo, llamativas gárgolas, ventanas ojivales, gemelas otras, también enrejadas con hierro forjado, ajimeces cacereños, faroles, con preciosa luz que amarillea la noche, nobles medallones, alfices, saeteras, coronas voladas, conchas de peregrinos, leyendas pétreas por los siglos “Esta es la casa de los Golfines”, “Sé tú Señor para nosotros torre de fortaleza y se renovará como la del águila, nuestra juventud”, “Vanitas vanitatum et omnia vanitas”1, “Aeterna memoriam iustorum”2, “Ave María”, “Non habemus hic civitatem manentum sed futuram inquiribus”3, hornacinas como la de la Puerta del Río, con un Cristo crucificado o la de San Francisco Javier, bóvedas de rosca, patios herrerianos, mudéjares, renacentistas, toscanos, con claustros porticados, policromados artesonados, una salpicadura de jardines, salas de linajes, tapices, cuadros de siglos, pinturas renacentistas al fresco en paredes palaciegas, chimeneas de ladrillos, capillas devocionales, sepulcros artísticos, distinguidos, que velan una infinidad de testimonios y silencios en la historia cacereña, zaguanes…
También silencio, para almacenar la riqueza del pensamiento ante tanta generosidad de los dioses y las gentes de esta tierra. Detrás de esa ciudad histórico-artística, alarifes árabes, maestros albañiles, canteros, vidrieros, miniaturistas, orfebres, forjadores, imagineros, pintores, escultores, plateros, regidores, linajes, intelectuales, nobles, devotos…
Piérdete, caminante, mejor en la noche de luz de esta primavera, y comprenderás el sortilegio histórico-artístico de Cáceres y su recreación, que han renacido con el tiempo. Una Ciudad Medieval de lujo y fantasía.
Luces aquellas que mamé, con tanto amor, cuando el tiempo bachiller en el Instituto, en la calma del amanecer, asomando las primeras luces, en el recreo del sosiego cuando los pasos transcienden por los surcos del anochecer, en el paseo, casi de puntillas, en medio de las noches cacereñas con una lluvia de poemas entre haces de sueños, leyendas, misterios, aventuras, peleas y batallas entre espadas cristianas de hierro contra curvas cimitarras musulmanas, de amores, silencios, soledades, reflexiones, estampas iluminadas, solo, con la luz de Cáceres… También, claro, cuando el alma se serena.
Me lleno del sabor de Cáceres, una vez más, en todas sus esencias, como siempre, como ayer, como hoy, como mañana, abrazándome al trasluz de la ventana, queriendo alcanzar a tocar la luz de Cáceres. Un haz de tonalidades con pinceladas azules, naranjas, malvas, grisáceas, oscuras, blanquecinas, amarillentas, doradas intensas, cuando el sol quema, que tocas el granito y pareciera ardiente en tardes de estío…
Colores que se dan cita una y otra vez, con ese pálpito de quien busca la luz de Cáceres como fuente de vida, de quien encuentra el candor anímico y espiritual como manantial de luz de Cáceres, de quien anda, pasea, camina o se detiene con la vista, con el corazón embargado y asido a la luz de Cáceres, de quien lo hace exultante por la fuerza de los rayos de la propia luz, real, preciosa siempre, bajo el haz donde se siente Cáceres, aún con los ojos cerrados, qué digo, guiados, alumbrados por la luz que se impregna sobre la ciudad…
Te preguntas ¿Qué sucede? Sencillamente, que te vas contagiando por la magia, sorprendente, de la luz de Cáceres, esparcida hacia todas partes como un ramillete de haces gigantescos de luz, tal como antes nunca habías percibido…
¡Qué magia la que se encuentra más allá, al otro lado del telón de esa escenografía de la realidad y hechizo, sublime, que se engalana por todos los rincones de la ciudad eterna cacereña! Por uno y otro tiempo histórico, en uno y otro lugar, a una y otra hora, en uno y otro rincón, en una y otra estación del tiempo, por uno y otro esquinazo, por todos sus caminos y surcos, con la compañía de la lluvia, con sol radiante, cobijados entre sombras, envueltos entre nieblas, con calores, con fríos, con el misterio del encanto sorprendente a cada paso, siempre, a cada palmo, con la luz de Cáceres. Una luz fascinante…
Adéntrate más, entonces, amigo caminante, por la hondura de Cáceres, y avanza de la fuente de luz a las piedras monumentales. Tal vez no puedas expresar más palabra que la que sugieren e imantan los ojos abrillantados…
Ya te encuentras de pleno ante la luz histórico-monumental, artística, excelsa, privilegiada de esta ciudad. Nunca se irá de tu memoria este hallazgo de luz y piedras, tal cual se configura la ciudad Histórico-Artística de Cáceres, rehabilitada y realzada para mayor gloria.
Con la riqueza que impresiona siempre la luz cacereña. Ayer, en los cauces de la Historia y su legado entre raíces judaicas, de la morisma y de la cristiandad; hoy, avanzando desde Cáceres, serpenteando por sus callejuelas y plazoletas, y hacia la esencia de Cáceres, su recinto amurallado, soberbio de esplendor; mañana, como un cielo infinito de luces… Siempre, en Cáceres, el rito y el ritmo de su luz perpetua…!
Déjate ir, pues, hacia donde te lleve caprichosamente la vista, hacia donde te guíen los ojos, allá por donde te conduzca la mirada, hacia donde te dirija el corazón, por donde quieran el sentimiento y el alma. Una puerta abierta de par en par, siempre, de esa eternidad…
Incrústate en la plenitud de esa de idiosincrasia cacereña. Te lo aconsejo. Pasearás, entonces, con una serenidad emocional y sugerente que induce el sabor y el saber por las entrañas de lo cacereño.
Si me permites, no te pierdas un solo rincón, ni un segmento tan siquiera de rayo de luz, ni una sola de sus piedras que se dan cita como el tercer conjunto histórico monumental europeo. Penetra por toda la geografía del callejero, aprovecha esa inmensidad de luz, escucha el concierto del silencio y el encanto de la noche cacereña, y sitúate, entonces, en aquel Cáceres en el punto de encuentro con la Edad Media y el Renacimiento.
Que no te importen los segundos, los minutos, las horas de ese tiempo en el recorrido entre las paredes de la ciudad monumental cacereña. Medítalo, resulta todo un privilegio, ahora que avanzas paso a paso, con las múltiples combinaciones de los colores que se funden con las infinitas pinceladas que emanan de la luz de Cáceres. ¡A cual más bella de todas…! Una acuarela, la del recinto amurallado, compuesta con la armonía del equilibrio histórico y artístico, insuperable, sobre un marco único, y donde hay que detenerse en el segmento de cada pincelada, por el impulso, las tonalidades y la exaltación de la luz… Un aura coral de muy cuidados y espontáneos trazos y rasgos de luces. Pinceladas abrillantadas con los colores, apasionados, cálidos, de la luz, ¡qué luz!, de Cáceres.
Uno se apasiona y se identifica con la luz de Cáceres como una estampa sagrada de vida por ese conjunto abierto de calles y plazas. En lo más profundo del corazón. Toda una luz con sus juegos de magia, infinita y diversa, variopinta y hermosa de toda hermosura, como los horizontes, los cielos, los parajes, los paisajes y los prismas sacrosantos de todos y cada uno de los miles de rayos, que convergen y zigzaguean cada segundo, bajo el prisma multicolor de las bellezas, de los misterios, de la fascinación por todas las siluetas cacereñas pintadas, desde siempre y, sin embargo, a cada instante, por el esplendor de la luz.
Ahí radica el secreto del enigma, amigo viajero; la combinación de la hermosura de la luz de siempre, plasmada sobre los lienzos y bordada sobre los tapices de Cáceres, donde la luz surge cada instante, como un manantial, por el amplio y luminoso conjunto histórico-monumental.
Cáceres es luz, sobre todo luz, siempre luz. O, mejor, Luz, con mayúscula. Genuina, plenamente cacereña, más bella que la propia belleza, que se pespuntea por todos los segmentos que parten, vuelan por los aires, creciendo en las alturas y se expanden hacia todos los confines… Y la estampa, allá en lo alto, multiplicándose con todo un eco de luces de intensidad, de puntitos, cual estrellas, de eternidad que transitan sobre el escenario de los aires iluminando, tantos y tantos rincones con la luz, única, de Cáceres.
Entonces verás en esa Ruta de la Luz de Cáceres, numerosos haces de luz que brillan de forma tan majestuosa y bella. ¡Cómo se distingue, entonces, la luz, especial, con sabor de Cáceres!
¡Qué brillo de luz en, de y sobre Cáceres! Tanta y tan excelsa, mi querida ciudad. Una luz que se conforma como toda la luz de Cáceres, que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser y para siempre
en el esplendor de las esencias de tu alma,
en el esplendor de las esencias de mi alma,
en el caminar de los pasos entre la belleza
que se abre por los horizontes y campas,
en el hechizo de esas estampas serenas,
y tan plenas, ay, de excelencia cacereña,
que enamora de pasión, cálida y eterna,
con las caricias de su luz entre murallas.
Quiero dormirme, una vez más, mecido por el abrazo de tus rayos de luz, Cáceres, con sabor profundo y solemne, entre la inmensidad de las piedras, con tu imagen hermosa siempre, sublime, tan sagrada,
con los rasgueos y acordes de la guitarra
de este pobre juglar, en la dulce serenata
por la senda de tus callejuelas y tus plazas;
cuando arrobado en la noche, luz y calma,
entona un melodía de amor…, una balada,
ante tus portones, balcones y ventanas,
que retumba desde una tan bella atalaya,
con el coro del silencio en la madrugada,
hasta lo más alto de Cáceres, la Montaña.
¡Mi querida, preciosa y eterna estampa,
Cáceres… siempre, en la luz de mi alma!
Cáceres medieval, esa ciudad impresionante y nuestra, donde la luz es arte.