—¿A qué hora quedamos, ilustre? Me preguntaba César año tras año.
La cita no era otra que el homenaje anual a José María Gabriel y Galán, cada 6 de enero, desde 1924, en el paseo cacereño de Cánovas, ante la estatua que el insigne poeta tiene emplazada en la cabecera del referido paseo.
Durante los últimos 40 años jamás se perdió una cita. César solía intervenir en primer lugar, abriendo el acto, con hermosas referencias literarias a nuestra ciudad, o exaltando poéticamente algún lance histórico de nuestra parte antigua. Sencillamente era un enamorado de Cáceres.
Formaba parte del jurado de poesía escolar Gabriel y Galán, en sus 25 ediciones, y que cada año los escolares ganadores leen sus poemas el referido 6 de enero ante la estatua del poeta, con la correspondiente emoción de familiares, profesores y amigos.
Siempre tenía unas palabras cariñosas para los niños y niñas ganadores.
—Ellos son el futuro, y estarán aquí, con la estatua de Gabriel y Galán, cuando nosotros nos hayamos marchado. Solía decirme.
Junto con mi querido amigo Joaquín García Plata le definíamos como un hombre culto, con empaque y con clase, mucha clase.
—Con ustedes, abre el acto, como no podía ser de otra forma, un gran poeta, César García. Es la presentación que año tras año hacía Joaquín de César, alargando el apellido con esa su voz tan modulada y enfática.
Cuando finalizaba el acto homenaje a nuestro Gabriel y Galán, saboreando un vinito de pitarra en el bar de al lado, comentábamos eso, el frío que hacía y sobre todo de pie, escuchando y declamando poemas.
—Pero con la satisfacción del deber cumplido. Añadía Joaquín.
Querido César, siempre estarás en nuestro corazón. Te queremos y jamás te olvidaremos. Gracias, muchísimas gracias, por mantener vivo el legado poético de José María Gabriel y Galán y ser uno de sus mejores guardianes.
Matías Simón Villares
Asociación cultural Amigos de la estatua de Gabriel y Galán en el Paseo de Cánovas
