Algunas personas creen que existe un conflicto entre el bastón blanco y el bastón verde, argumentando que la diferenciación entre ambos tipos de bastón puede crear confusión, malentendidos o incluso rivalidades fuera y dentro de la comunidad de personas con discapacidad visual.
En este mundo ideal la diversidad es la base de una convivencia verdaderamente inclusiva, donde cada persona es valorada y respetada por lo que es, sin importar el color del bastón que usa. Sin embargo, existen ínsulas donde la indiferencia y la intolerancia están superando las barreras de la ignorancia, donde las cargas negativas y juicios asociados provocan que las diferencias visuales no se toleren y aparezca un conflicto por el simple uso de bastones blancos o verdes.
El caso es que el bastón blanco, utilizado por personas ciegas, y el bastón verde, representativo de aquellos con baja visión, son solo extensiones de su independencia. Ambos bastones deben ser vistos como lo que realmente son: instrumentos de autonomía que permiten a las personas moverse con confianza y seguridad. La distinción entre ambos no es un motivo de diferenciación excluyente, sino un reconocimiento de las diversas necesidades que existen dentro del espectro de la discapacidad visual.
Este mundo también valora las elecciones personales sin imponer estigmas. Si una persona con baja visión decide no usar un bastón verde porque prefiere confiar en su percepción visual residual, esa decisión es respetada y entendida como una expresión legítima de su autonomía. No hay juicios, solo comprensión y apoyo para que cada individuo elija lo que mejor se adapta a sus circunstancias.
Los colores de los bastones no deberían ser barreras ni motivos de conflicto. Son simplemente herramientas que ayudan a las personas con discapacidad visual a vivir sus vidas plenamente. Aquí, lo importante es quiénes son, no qué bastón usan.
No existe conflicto entre lanco o verde, el conflicto se encuentra entre la información y la ignorancia.