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Cuentos, cuentillos y algún que otro chascarrillo (III). José Luis Rodríguez Plasencia

Cuentos, cuentillos y algún que otro chascarrillo (III). José Luis Rodríguez Plasencia
Títere 'Paneque'. Foto: Cedida

En esta vida existen numerosas ocasiones o momentos jocosos, así como infinidad de figuraciones que no dejan de tener su gracia y que llegan a nosotros tanto de forma oral como escrita.

Desde que mi afición por la lectura se hizo patente empecé a sentir atracción hacia el origen de palabras o dichos en apariencia sorprendentes o divertidos, o por anotar aquellas pequeñas historietas que leía o escuchaba y que por un motivo u otro despertaban mi curiosidad.

Producto de parte de esas averiguaciones es el trabajo que ahora ofrezco a los lectores de esta revista. Espero que despierten en ellos la misma curiosidad que avivaron en mí en su momento.

Peneque
Según la Real Academia, este adjetivo derivado del gascón ‘penec’ hace referencia al borracho, al que se tambalea a causa de excesos etílicos.

Pero también era el nombre de un títere creado por Miguel Pino, que nació en Villanueva de la Serena en 1923. A sus 36 años dio vida a este personaje en una radio pirata de su ciudad natal y tuvo tanto éxito que decidió salir de gira por distintas ciudades con su mujer en un viejo coque que se estropeaba cada dos por tres.

Finalmente Pino se instaló con sus muñecos en Málaga, donde con sus hijos Miguel y Antonio y su nuera Isabel continuaron divirtiendo a los más jóvenes con las aventuras de Peneque el Valiente.

Pino murió en 2010, pero la figura del títere por él creado cuenta con numerosas estatuas repartidos por diversos pueblos de España, desde Almería a Málaga y Sevilla, pasando por Astorga o Bailen, Jaén. En Extremadura hay representaciones del personaje en Villanueva de la Serena, Cabeza del Buey, Cáceres y Trujillo. La primera que se inauguró fue la de Quesada, provincia de Jaén, en 2009.

Según me comenta Félix Barroso, ‘Peneque’ era también el apodo de un bandolero con cierto renombre por las comarcas del norte cacereño, pero no pudo darme más datos sobre su vida y hechos porque no recuerda dónde guarda más documentación sobre él. Sólo recuerda algunas coplillas que le cantó Luis Martín Domínguez, apodado ‘Bulla’, que fue tamborilero en Santibáñez el Bajo, pueblo de Félix durante muchos años; y que también las escuchó por Las Hurdes, donde estuvo desempeñando su labor docente. Barroso cree que fue en Plasencia donde le dieron garrote.

El cuchillo de Peneque
está en la sala del crimen,
que lo llevan a Plasencia
y lo quieren poner firme.

Peneque va por los montes
con su caballo Catralvo;
ya estaban los migueletes
a la entrada de Cadalso.

Por el puerto Robreíllo,1
Peneque salió a la uña;
el caballo que tenía
valía una grande fortuna.

La Raya de Portugal
la ha atravesao con los suyos;
los migueletes decían:
“se nos escapó el garduño”

Peneque ya no es Peneque,
Peneque ya no es quién era,
que en los Canchos de Ramiro2
cayó en la trampa lobera.

Peneque ya no es Peneque,
Peneque ya no es quien era;
le dieron un trabucazo,
cojo quedó de una pierna.

Peneque llevaba a Inés
montá en la jaca Canela.
Una emboscá le tendieron
al pie de la Garganta Vieja.3

Se trata, como puede apreciarse, de coplas que recuerdan a los pliegos de cordel de antaño.

Juramento de Pelaya
Pelaya es un nombre proverbial imaginario que aparece mencionado en el dicho “Como el juramento de Pelaya”, como referencia a la persona que promete o jura algo e inmediatamente se retracta de lo prometido o jurado.

Se alude a la siguiente cuarteta recogida por Correas:

Pariendo juró Pelaya
de no volver a parir,
y luego volvió a decir
jura mala en piedra caya.

Y aunque alguna vez se atribuyó a Góngora, lo cierto es que el cuarto verso figura ya en el Auto del Repelón, de Juan del Encina, poeta, músico y dramaturgo del Prerrenacimiento español, en la época de los Reyes Católicos.

El dicho también se recoge en el anónimo autor de Estebanillo González (capítulo V), una de las últimas novelas picarescas españolas: “Prometíale, si me viera en libertad, hacer penitencia de mis pecados y mudar de vida; mas al cabo vino a ser el juramento de Pelaya”.

Lo que vale un peine
Es una locución coloquial que se usa para advertir a alguien de las consecuencias desfavorables o funestas que pueden resultarle de sus actuaciones. Se acompaña de los verbos saber, aprender, enseñar, ver o enterarse de lo que vale un peine.

Solo que no hacemos referencia a los utensilios de madera, marfil, concha, u otra materia, provistos de dientes muy juntos, con los cuales se desenreda y compone el pelo, sino a un elemento utilizado en la Edad Media para producir heridas a los reos que se torturaba.

Se trataba de una especie de rastrillo que tenía unas afiladísimas púas metálicas con las que se ‘peinaba’ la piel de los reos, de manera que producía gran dolor y graves heridas, pues raspaba la piel del torturado, dejándolo en carne viva y provocando la muerte.

Cabe resaltar que algunas fuentes registran como origen de la expresión a la pieza metálica que contiene una serie de proyectiles y que se incorpora en un arma de fuego, la cual también recibe el nombre de peine; pero los expertos que descartan esta posibilidad por el mero hecho de que ya se utilizaba la expresión tiempo antes a la aparición del tipo de armas que utilizaban dicha pieza.

El Rastro
Como bien es sabido El Rastro es un mercado o mercadillo al aire libre que se celebra tanto domingos como festivos en el popular barrio de La Latina, en el centro histórico de Madrid, desde hace más de 400 años.

La zona que actualmente ocupa El Rastro era el antiguo lugar donde se encontraban las curtidurías o tenerías; es decir, los lugares donde se realizaban los procesos que convertían las pieles en cueros. En torno a esta Ribera, llamada por ello de Curtidores, y a sus calles aledañas se sitúan los locales dedicados a la venta de ciertos productos especializados.

¿Y por qué la denominación de El Rastro? Por una razón muy sencilla; en las proximidades de las curtidurías se hallaba el matadero de las reses que, al ser arrastradas hasta las curtidurías para ser desolladas, iban dejando un rastro de sangre.

Néstor Luján, en la obra ‘La vida cotidiana en el Siglo de Oro español’ (Planeta DeAgostini, Barcelona, 1999) señala que Rodrigo Méndez Silva en su obra ‘Población general de España’, publicada en Madrid en 1645, “nos hace saber que Madrid consumía quinientos mil carneros sacrificados en el Rastro fuera de la villa, que se llamó así porque después de muertos los llevaban arrastrando al lugar donde los desollaban; se hallaba este público matadero saliendo por la puerta de Toledo”.

‘Estar erre’ / ‘Hacer erres’
Estos dichos no tienen nada que ver con ‘Estar erre que erre’, pues se inscribe en las expresiones que denotan reiteración, insistencia, obcecación y porfía, como ‘Dale que dale’ o ‘Toma que toma’.

‘Estar erre’ y ‘Hacer erres’ son recogidas por Gonzalo Corres para designar la borrachera. Con tal sentido lo recoge Lope de Vega en la parte II de ‘El amigo hasta la muerte’: “Cuando muchas erres juntas / bien borracho está quien bebe”. También Quevedo, en su poema ‘Orlando’: “La voz bebida, las palabras erres, / y hasta los moros se volvieron Pierres”. Y Ruiz de Alarcón reproduce esta pronunciación en boca de un gracioso borracho y soñoliento: “No será malo acostarme / que se anda alrededor / cuando miro. Cerrarré / los ojos. Sueño enemigo, / ¿qué tiene que hacer conmigo?”.

Otro dicho relacionado con el tema es ‘Tropezar en la erre’, frase con la que se da a entender que alguno ha bebido demasiado y por eso tiene dificultad de pronunciar la letra erre. Y en latín ‘Pro vino balbutiere’.

Claro que del que está borracho se dice también que ‘Tiene la lengua gorda’.

Crédito de la imagen.

1 Robledillo de Gata
2 Zona situada en el norte de Cáceres, en la comarca Coria-Alagón
3 Entre Ovejuela (Hurdes) y Robledillo de Gata

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