En la era tecnológica en la que nos encontramos, pensada para facilitarnos la vida, donde los coches se conducen solos y la tecnología cuenta con inteligencia artificial para tomar decisiones por sí misma, uno pensaría que la accesibilidad para todas las personas estaría asegurada. Sin embargo, los nuevos datáfonos, los conocidos terminales de cobro por tarjeta, parecen haber sido diseñados en un universo paralelo donde las personas con baja visión, simplemente, no existen.
Estos nuevos dispositivos son tan sofisticados que ya no tienen esas molestas teclas en relieve ni esas tediosas guías de voz. ¿Para qué querría alguien saber dónde están los números o qué botón está tocando? Es mucho más elegante tener una pantalla lisa, brillante e imposible de navegar si no puedes verla.
Imaginemos que no vemos bien, que nuestra visión es borrosa. Un día vamos a nuestra cafetería favorita a tomar un café. En el momento de pagar la dependienta nos da el terminal para pasar la tarjeta y nos pide que pongamos el PIN. “¡Oh, qué maravilla! Una pantalla completamente lisa y brillante, sin teclas ni guías táctiles”. “¡Es como si estuviera diseñada específicamente para desafiarme!”. Ah, claro, debo usar mis poderes psíquicos para adivinar dónde demonios está el teclado en esa superficie de vidrio liso.
Con la gracia de alguien que ha hecho esto demasiadas veces, tratamos de recordar dónde están las teclas en un teclado numérico estándar y comenzamos a adivinar. Para terminar, tocamos la pantalla al azar. La terminal, en su infinita sabiduría, permanece en silencio. Sin un pitido, una vibración o cualquier indicación de que se ha tocado algo. Mientras tanto, la fila detrás de nosotros se hace más larga, y podemos sentir las miradas impacientes clavándose en nuestra espalda. Después de un intercambio torpe y embarazoso, terminamos confiando en la dependienta para que introduzca nuestro PIN. Una situación que no solo es incómoda, sino que también supone una violación de nuestra privacidad.
En resumen, aquí tenemos una muestra perfecta de cómo hacer la vida más complicada a aquellos que ya tienen suficientes desafíos. Porque, en el fondo, ¿Quién necesita eficiencia y accesibilidad cuando puedes ofrecer una experiencia visualmente frustrante con los nuevos terminales táctiles de cobro por tarjeta? ¡Es casi poético!