Llevamos décadas donde los billetes y monedas del euro forman parte de la vida cotidiana de millones de europeos. Sin embargo aún hay ciudadanos que tienen dificultades para ver las monedas, especialmente las personas mayores y las que tienen problemas de visión.
En la primavera de 1996 el Consejo de Ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea (Ecofin) encargó un informe técnico de las especificaciones sobre futuras monedas y billetes del euro, y el principio en que debía basarse su diseño era que “un diseño que responda a las necesidades de los invidentes o personas con problemas de visión responde también a las necesidades de los demás ciudadanos”.
Tras escuchar las recomendaciones de los expertos y de las organizaciones de consumidores se decidió que en las monedas en euro existiría una relación directa entre el tamaño y el valor nominal. Y en junio de 1997 el Consejo Europeo escogió el proyecto definitivo que reducía el riesgo de fraude y garantizaba la facilidad de uso de los billetes y las monedas.
Como resultado de la colaboración con la Unión Europea de Ciegos, como único representante de las personas con problemas de visión, las monedas se pueden identificar deslizando los dedos por el canto. Y contrariamente al principio en el que se basó el diseño, mediante el cual las personas con problemas de visión pudieran desenvolverse bien, no se tuvo en cuenta la función visual para detectar las monedas.
Ante esta situación las personas mayores o con déficit visual una vez que tienen en la mano las monedas de euro se las deben acercar a los ojos, o deben usar el tacto por su canto para identificarlas a pesar de tener resto visual aceptable.