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El museo que podría ser

El museo que podría ser
Foto: Cedida
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Hace aproximadamente un año se presentaba en Mérida un museo que aspiraba a sortear la actual burbuja que vive el ‘street art’ mediante un proyecto serio que afrontase la realidad de esta disciplina tan manoseada durante la última década.

La imagen del arte urbano y su proliferación de rutas y museos al aire libre por toda la geografía española, así como la ausencia de baremos y certificaciones adecuadas para un mínimo control en la calidad y profesionalidad de sus contenidos, hacía necesario abrir una profunda reflexión acerca de cómo conceptualizar, desarrollar y comunicar un proyecto de estas características, con el fin de desvincularse de modas que comienzan ya a denostarse, no solo en el sector cultural y artístico, sino cada vez más en la misma opinión pública.

Para ello, el Ayuntamiento de Mérida encargó la redacción y puesta en marcha de un proyecto público de museo urbano abierto a la ciudadanía y a sus visitantes, que invitase a una relectura actual de la ciudad a través del muralismo contemporáneo, de la mano de sus principales artistas nacionales e internacionales, y en uno de los enclaves más representativos de la localidad, las viviendas sindicales de La Antigua. Un proyecto que surge a petición de su asociación de vecinos, la cual pasa por ser la más longeva de la ciudad (activa desde 1977) y con un intenso pasado de acción social que llega hasta nuestros días.

Entre los objetivos compartidos se encontraba dotar a un barrio periférico, característico de la ciudad y arquitectónicamente singular, de recursos culturales específicos, que renovasen contenido y añadiesen contemporaneidad a las rutas habituales de una ciudad Patrimonio de la Humanidad como Mérida. Su ubicación, junto a uno de los principales atractivos de la ciudad, el circo romano, donde terminan la mayoría de estos itinerarios, facilitaba esta adaptación.

El resultado perseguido era un nuevo museo al aire libre que marcase la diferencia con respecto a los habituales proyectos de arte urbano y que, a la vez, recogiese nuevas identidades de la ciudad alojadas en su intrahistoria, más allá de su pasado histórico turistificado y desde una perspectiva crítica como fórmula de apoyo a la voluntad ciudadana de cohesión social y turística. La relación entre estos dos conceptos acabó por proveer de identidad propia al museo afrontando, desde una cultura comprometida, uno de los nuevos retos a futuro para ciudades de este tipo, donde turismo y ciudadanía deben compartir espacio, relación y recursos.

Para ello, durante la primera fase de desarrollo del Museo de Muralismo Contemporáneo de Mérida (Mumco), los procesos de participación e investigación propios del arte público actuaron como facilitadores para fundir estos preceptos, aportando la necesaria credibilidad que requiere, y fomentar así el sentimiento de pertenencia en quienes reciben el proyecto en sus calles.

La responsabilidad que implicaba una inversión de recursos públicos de estas características requería de un férreo compromiso por parte de sus promotores para proyectar esa credibilidad a todos los niveles de opinión, más aun trabajando en el espacio público compartido, donde prestar especial atención a la coherencia del proyecto. Sus responsables políticos asumieron esto en una primera fase con seis artistas y colectivos: Mina Hamada, Colectivo Licuado, Daniel Muñoz, Spok Brillor, Reskate y PichiAvo, que desarrollaron sendos murales.

Una vez concluida esta primera fase, el consistorio decidió prescindir de las labores de dirección artística y comisariado, absorbiendo la Concejalía de Cultura la programación de nuevos murales, bajo su criterio y ajeno a los ejes fundacionales del museo, aquí descritos.

Las seis piezas originales del museo siguen accesibles en ‘Las Sindicales’ de Mérida:

‘Al final, todo se reduce a esto’. Spok Brillor (Madrid, 1978)
La puesta en valor de unas viviendas sociales, a priori sin valor arquitectónico, eleva su fisionomía a la categoría de obra de arte mediante su relectura creativa a través del juego de formas y perspectivas, que confundan lo real con lo figurado.

‘Al final, todo se reduce a esto’. Spok Brillor. Foto: Cedida
‘Al final, todo se reduce a esto’. Spok Brillor. Foto: Cedida

La incorporación de imágenes antiguas del entorno en formato postal encuentra en sus vecinos y su historia el auténtico valor del barrio, a través de lo que en gran parte les significan sus viviendas, imagen icónica de La Antigua. Para ello, Félix se vale de la portada de la publicación que recoge los más de 40 años de activismo vecinal. Una composición que añade además un guiño a la relación entre turismo y barrio, como temática transversal en esta primera fase del Mumco Mérida, a través de ese producto dirigido al turista (la postal), fusionado con la historia del asociacionismo emeritense.

Por su parte, técnicamente, el trabajo abre nuevas áreas en los desarrollos del artista, donde un dibujo marcadamente delineado, habitual en sus piezas, se combina ahora con una pintura más libre y suelta sin perder por el camino el realismo propio de sus murales, a la vez que añade nuevas texturas a ellos. Por tanto, un nuevo paso formal y conceptual en la trayectoria de Spok, que acompaña y enriquece el nacimiento de este nuevo museo específico.

‘El agente naranja’. Daniel Muñoz (Moraleja, Cáceres, 1980)
Un repositorio con diferentes elementos escultóricos de estética aparentemente clásica nos acerca lo que, en primera instancia, genera dudas sobre su naturaleza, entre el almacén de un museo o una tienda de réplicas romanas (habituales en la ciudad), hasta percatarnos de que se trata de una colección de esculturas de lo que parecen ser turistas ávidos de selfies. Figurillas que entendemos dispuestas a la venta, por los distintivos naranja propios del etiquetado de precio. Coronando la medianera, en letras de forja y tipografía latina propia de museo, se puede leer la palabra ‘Desideratvm’, primera vez en la carrera del artista que añade un elemento no pictórico en su obra.

‘El agente naranja’. Daniel Muñoz. Foto: Cedida
‘El agente naranja’. Daniel Muñoz. Foto: Cedida

Como origen, el análisis de uno de los objetivos de este museo, ampliar las rutas culturales hasta el barrio de La Antigua, unido al deseo expresado por los vecinos de convivir con el turismo, como paradigma de enriquecimiento hasta ahora ajeno a la vida de La Antigua, desde que se valló el perímetro del circo, hace décadas.

Por su parte, el mural simula la inclusión literal de los turistas en La Antigua, respondiendo a ese anhelo, a la vez que nos invita a reflexionar sobre la fina línea entre turismo y turistificación, intermediado por su exclusiva monetización. Como contrapunto, la pieza incide sobre el deseo del turista de móvil, más interesado en su audiencia digital que en el conocimiento y experiencia culturales a su alcance. Como elemento transversal, el tiempo, recreado en las sombras cambiantes que proyecta la forja y que certifican el paso de aquel, durante el cual, el deseo puede mutar en otros posibles futuros más o menos afanosos.

En definitiva, un análisis simbólico acerca de cómo ciudadanía y turistas se relacionaban, se relacionan y se podrían relacionar entre sí, en un contexto de Patrimonio de la Humanidad y una realidad como la de Mérida.

‘Eulalia’. Reskate (María López, San Sebastián, 1980; Javier de Riba, Barcelona, 1985)
Se trata de un mural fotoluminiscente perteneciente a su serie ‘Harremman Project’, cuya técnica hace únicos los trabajos de Reskate y les diferencia por todo el mundo, de tal manera que la visión durante el día se complementa y completa con la incorporación de elementos solo visibles en su totalidad durante la noche.

‘Eulalia’. Reskate. Fotos: Cedidas
‘Eulalia’. Reskate. Fotos: Cedidas

De este modo, el colectivo decide partir de la representación desacralizada de Eulalia de Mérida como niña (una visión poco habitual en su imaginario) y que apela a una de las realidades del barrio, la brecha intergeneracional, a través de un icono compartido por todos los emeritenses. El relato recogido en el barrio sobre la ausencia de interés de los jóvenes en el relevo generacional del activismo asociativo se ve representado por esta niña, Eulalia, cuyo rostro oculta la bruma (en referencia al mito de la ‘niebla de la mártir’) durante el día, portando una pequeña y floreciente planta de palma entre sus manos, para aparecer por la noche, orgullosa y esperanzadora, como símbolo de las nuevas generaciones y sus aspiraciones que deben encontrar futuro en el contexto.

‘El saber popular’. Colectivo Licuado (Florencia Durán, Montevideo, 1986; y Camilo Núñez, Buenos Aires, 1989)
Dentro de lo habitual en los trabajos de Licuado, la composición se centra en una serie de figuras de fisionomía cercana al arte de la cultura clásica, como una de las primeras conexiones que enlaza al colectivo con la ciudad de Mérida. No obstante, dado el alto valor que los bailes tradicionales aportan como elemento de identidad compartida entre barrio, ciudad y región, son sus movimientos los que protagonizan la postura, sin perder la esencia del colectivo.

‘El saber popular’. Colectivo Licuado. Foto: Cedida
‘El saber popular’. Colectivo Licuado. Foto: Cedida

De esta manera, una colección de figuras danzantes, actualizadas de los danzantes frecuentes en representaciones grecorromanas, se distribuyen por el muro, prestando especial atención a los detalles de sus prendas y trajes propios de la zona. El mantón que corona la pieza recoge el color propio de las ropas tradicionales de Mérida y alrededores, mientras que el resto de los colores aplicados encuentran relación directa en distintos elementos urbanos visibles junto al mural, como toldos, señales o acerados, atendiendo a una sutil integración visual.

‘El Jardín de los sueños’. Mina Hamada (Luisiana, Estados Unidos, 1981)
Una pieza mural que conserva el estilo propio de la artista japonesa/americana, a caballo entre la pura abstracción y la figuración sugerida, mediante la reinterpretación del imaginario infantil emeritense que recoge, desde la sencillez y positividad de sus planteamientos, aspiraciones esenciales de la vida en sociedad.

‘El Jardín de los sueños’. Mina Hamada. Foto: Cedida
‘El Jardín de los sueños’. Mina Hamada. Foto: Cedida

La importancia que las niñas y niños han dado a las relaciones personales en sus dibujos hace que Mina, por primera vez en su carrera, incorpore un acercamiento a la figura humana, junto a otros elementos que los participantes han añadido a sus deseos de ciudad, como animales libres, naturaleza, parques o juegos.

Dentro de las características de esta pieza destaca la inclusión compositiva de dos árboles dispuestos frente al muro, y que la artista incorpora mediante un juego visual entre lo que permite ver y lo que ocultan sus ramas y hojas, variando la visión del mural según vayan pasando por delante las diferentes estaciones del año.

‘Venus del Mitreo’. PichiAvo. (Valencia; Juan Antonio Pichi, 1977; y Álvaro Avo, 1985)
Partiendo de la natural inclinación de PichiAvo por la cultura clásica y de las investigaciones llevadas a cabo en el Museo Nacional de Arte Romano, los artistas dan con una de sus más representativas esculturas, la Venus del Mitreo, una figura femenina cuyo busto no ha llegado a nuestros días. Formalmente, establecen una relación con una de las representaciones griegas más presentes en su carrera, la Venus de Siracusa.

‘Venus del Mitreo’. PichiAvo. Foto: Cedida
‘Venus del Mitreo’. PichiAvo. Foto: Cedida

Por otro lado, el colectivo viene trabajando con el concepto de ‘diaspasis’ (palabra griega que representa el acto de separar o dividir) patente en su última exposición en la galería portuguesa Underdogs, donde, aparentemente, pedazos de muro intervenidos saltan de la calle a la galería. Esta conexión con el desmembramiento de la Venus romana se cierra con los restos de pelo rizado que aparecen en sus hombros, y que conceptualmente PichiAvo recupera añadiendo el busto de la Venus griega, que posa con ese mismo peinado.

Por tanto, un homenaje a la mítica escultura de la colección emeritense desde sus orígenes griegos y que toma forma con el característico modus operandi del colectivo, donde el lenguaje urbano se funde con lo clásico, conviviendo con su colección de tags propios del grafiti de la vieja escuela.

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