En un pequeño pueblo el zapatero era considerado el hombre más feliz del mundo. Siempre se le veía alegre, sereno, dispuesto y amable. La gente sospechaba que guardaba dentro de un zapato, que él mismo había confeccionado para una duquesa, el gran secreto que le hacía triunfar en todos los ámbitos de la vida. Fueron muchas las personas que desearon comprar aquel zapato, siendo todo intento en vano.
Un día, un chico de una familia humilde entró en el taller y, con la mayor inocencia, le pidió al zapatero si podía enseñarle a ser tan inmensamente feliz como él. El zapatero, al ver la transparencia de aquella mirada, tomó el zapato azul en sus manos, el que tanta controversia había creado en el pueblo, y decidió contárselo.
“La gente cree que en este zapato reside una fuerza sobrenatural que me ayuda a tener éxito en la vida, pero esto no es cierto; en realidad son dos los zapatos donde guardo el secreto para sentir paz interior: mi mente y mi corazón, con ambos voy dando mis pasos cada día”. El zapatero le invitó a sentarse y, después de invitarle a tomar una taza de chocolate caliente, le explicó unas cuantas cosas que creía debía saber aquel muchacho.
De regreso a casa el chico fue recordando todo el camino lo que el zapatero le había dicho: “si pienso que soy capaz, debo realizar aquello que me proponga; si pienso que soy inteligente, debo actuar como tal; si soy cariñoso, debo expresar mi cariño; si me propongo metas, debo luchar por ellas hasta conseguirlas”. A partir de aquel día cada mañana, al despertar, el muchacho fue poniendo en práctica lo aprendido; su autoestima y motivación fueron aumentando, hasta convertirse en un hombre productivo, sereno y feliz. Consiguió tener un pensamiento flexible, y la ausencia de miedo le llevó a pensar que no había obstáculos que no pudiese vencer.
Su fuerza interior se la debía a aquel zapatero que le enseñó a sentirse afortunado por todo cuanto tenía, a dar las gracias cada día, a ser amable y cariñoso, a ayudar a los demás sin esperar recibir nada a cambio, a quererse a sí mismo y a reafirmarse que era capaz y tenía valía para hacer todo aquello que se propusiera. Aquellas pequeñas cosas le hacían levantarse cada día con una sonrisa.
Descubrir el lado bueno y bonito de todo lo que existía a su alrededor era tan sencillo que optó por dar a todas las personas el secreto para triunfar y que pudieran ser felices.