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‘Glory to be God’, de Georgiana Houghton. Grada 161. Inmaculada González

‘Glory to be God’, de Georgiana Houghton. Grada 161. Inmaculada González
Foto: Archives of Women Artists Research & Exhibitions (Aware)
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Georgiana Houghton nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1814. Fue la séptima hija de una familia de comerciantes que se trasladó a Londres, donde se formó.

La muerte de una hermana, a la que se sentía muy unida, le llevó a intentar comunicarse con el espíritu de la difunta; “El espíritu es quien conduce mi mano cuando pinto, sin que yo pueda hacer nada para controlarlo”, escribió.

El resultado de esta interrelación espiritual son auténticas obras de arte que, de haber sido conocidas y difundidas, se hubiesen adelantado a Wassily Kandinsky y sus teorías del arte abstracto de 1910. Georgiana hubiese sido la fundadora de este arte, en lugar del ruso.

Durante mucho tiempo la obra de esta artista permaneció en el olvido, hasta que en 2016 una exposición británica le rindió homenaje difundiéndola. Los críticos cayeron rendidos a los pies de una mujer de la época victoriana que el mundo desconocía y que no se había mostrado en el Reino Unido durante casi 150 años.

En general, la vida de Georgiana no fue bien. Su familia empobreció y ella se enganchó al espiritismo. Hacía de médium y producía obras de arte. En 1871 expuso 150 obras ante el perplejo público londinense, pero la exposición resultó un auténtico fracaso comercial.

Se arruinó, pero no dejó de pintar, inquietud a la que sumó la fotografía. La muerte de sus padres le incitaban en su objetivo de comunicarse con los muertos. Murió en la pobreza en 1884 en Londres. La mayoría de sus obras recalaron en la Unión de Espiritistas Victorianos de Melbourne, en Australia, donde fueron enviadas para una exposición que no llegó a realizarse.

Inicialmente sus dibujos eran figuraciones florales, aunque pronto desarrolló un lenguaje visual único, ideando un elaborado sistema de colores que pertenecía a estados de ánimo particulares.

Retrató ‘espiritualmente’ a amigos. Su enfoque clave fue articular la conexión entre el mundo material visible y el mundo espiritual invisible. Dejó de firmar los cuadros que terminaba porque no creía que fueran suyos, sino de los entes que la poseían mientras pintaba.

Los dibujos de espíritus de Houghton son acuarelas notablemente complejas y en capas. Sus colores y formas fluidas tienen un efecto fascinante y absorbente. Las inscripciones detalladas en el reverso de las obras declaran que su mano fue guiada por varios espíritus, incluidos varios artistas del Renacimiento, como Tiziano y Correggio.

Fue su relación con el espiritismo la que provocó que toda su obra fuera ignorada tras su muerte. Sin embargo, otros autores decimonónicos, como Victor Hugo o Conan Doyle, también estuvieron relacionados con tales prácticas y no fueron condenados al olvido. Seguramente, en el caso de Houghton se deba a su condición de mujer; de nosotros depende recuperar el nombre de Georgiana Houghton y difundir una atrayente obra al margen de espíritus y fantasmas.

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